Capítulo 17: Nacyuss solo hace intercambios

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La evocación abrió la boca y la brea se estiró formando hilitos negros hasta que se separó por completo dejándo un agujero donde estaba antes la cicatriz.

—¿Asustada? —inquirió.

Alexia alzó la mirada cuando oyó la voz grave y gutural sobre su cabeza. El corazón le latía desbocado pero se tranquilizó al reconocer algo humano en el ambiente, aunque proviniera de una entidad igual de monstruosa que la que la había acechado.

La evocación estaba completa, erguida y no parecía que se fuese a desmoronar. Extendió una mano frente a Alexia y le exigió:

—Tu pago.

Una por una, Alexia desprendió las tres pulseras de plata que tenía en la muñeca izquierda. Las dejó caer sobre la palma de la evocación con cuidado de no tocarla.

La entidad estudió los eslabones con cuidado. Después levantó la cabeza, entrecerró sus ojos brillantes y se inclinó hacia adelante, sobre Alexia. Ella se echó hacia atrás para alejarse pero no pudo evitar que la mano extendida de la evocación se le acercara al cuello. Los dedos viscosos le rozaron la piel cuando se cerraron para agarrar la fina cadena que colgaba de su cuello y apenas asomaba por su escote. Se le erizaron los pelos de la nuca y, por un momento, creyó que la ahorcaría.

—La quiero.

Alexia maldijo en silencio. El collar con un pequeño corazón plateado había sido regalo del abuelo por su cumpleaños número diez. Su caja estaba acompañada por una tarjeta que decía: <<Felices quince!!!>>. A Alexia la aterró la confusión. Para entonces hacía un mes que había regresado de la clínica después del primer ictus. Cuando ella lo interrogó preocupada, el abuelo le dedicó una sonrisa que pretendía tapar su angustia y dijo: <<Es por si no llego a tus quince>>. Él llegó a la fecha, pero su conciencia se perdió por el camino. No estaba del todo desacertado.

Desde entonces lo llevaba escondido entre la ropa, pegado a su pecho como el recordatorio de que alguien, a través del tiempo, pensaba en ella.

Se lo quitó lentamente. Se tomó más tiempo del necesario en abrir el gancho y desenroscarse los mechones de pelo enredados en los eslabones. Quería retrasar lo más posible el momento de decirle adiós. Al final dejó ir su corazón, lo vio absorberse en aquellas manos negras.

—Es todo lo que tengo —murmuró, por no poder gritarle: <<Me arrebataste lo poco que me quedaba>>.

—Es suficiente —le respondió sin dejar de mirar su cuello.

Instintivamente Alexia se llevó una mano a su cuello.

—Curioso —dijo—. Muy curioso. Es la primera vez en años, mejor dicho siglos, que me convoca una como tú.

—¿Como yo? —inquirió sin entender a qué se refería.

—Una bruja que no lo es. Alguien que no pertenece a la casa de las brujas. Que no está juramentada en el Círculo.

—Lo estaré muy pronto —se apresuró a decir.

—¡Ah!, entonces no eres una niña tonta leyendo el libro equivocado. Había muchas de esas antes de que las Maestras aparecieran. No tenían libros, claro, ni sabían leer, pero se las ingeniaban para llamar y yo para responder, para dar.

—Y para quitar.

—Ustedes, todos, viven por los intercambios y se desviven para sacar ventaja de ellos. Como los humanos, yo no hago regalos. ¿Te parece excesivo mi precio?

—No me quejo —dijo Alexia entre dientes. No iba a intentar un regateo con esa cosa.

—Mejor así. Ahora dime, ¿qué es lo que puedo hacer por tí?

Cauterio #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora