38 | La historia romántica de Louis Reynolds y Dalia Blake

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—Tenía que saludarte bien.

Eso me sacó una pequeña sonrisa.

—Ahora, ¿Me dirás el verdadero motivo por el que te apareciste en mi casa?

No es que estaba molesta por esta visita sorpresa, solo curiosa. Tenía que saber los motivos por los que me vio recién despierta, a ver si de verdad la vergüenza valió la pena.

Eros se encogió de hombros.

—No lo sé, solo... tuve como la repentina necesidad de venir a verte.

Lo miro sin entender muy bien sus palabras, alzando una ceja también.

—¿Eh?

Se rió.

—Que no sé, Didi, mi pancita de repente dijo «ve a ver a Diane»

—¿Tu... pancita?

Es... bueno, eso... quizá es... propio de la personalidad de Eros Jackson. Digo que estas cosas suyas no me sorprenden, pero sí lo hacen, creo que jamás dejarán de hacerlo.

Se dió un par de palmaditas al estómago.

—Sabe cosas.

La mueca de incredulidad que tengo a de ser épica.

—¿Okey? —termino balbuceando.

No sé si es que se trata de su parte más rara saliendo a la luz o mi cerebro aún dormido.

—Esa no es la cosa, quería saber cómo estabas —su mirada se vuelve analítica—, tienes los ojos un poco... hinchados.

Podía mentir, tenía la excusa de que recién vengo despertando en bandeja de plata, sin embargo, Eros me conocía ridículamente bien, pillaba mis mentiras como un sabueso, así que tenía el presentimiento de que no me creería lo que le diría.

Por lo que, soltando un suspiro, decidí decirle la verdad.

Empecé contándole a medias la discusión que tuve con mis papás la última vez que nos vimos hasta la de esta mañana. Eros me escuchó atentamente sosteniendo mi mano y acariciando mis nudillos. Por muy distraído que sea, por muchos viajes a la luna que se hace, Eros es ese tipo de amigo que te escucha cuando tienes problemas y necesitas desahogarte, el que te da consuelo si es necesario, y tener ese tipo de persona como novio es como tener a un osito de felpa al que puedes abrazar cuando te estás echando a llorar.

Termino despidiendo un suspiro, manteniendo la vista en Baloo que se revuelca en el césped. Decir todo eso se siente como quitar parte de la carga, no es la historia completa, hay mucho que me guardé para mí y que aún no me siento demasiado preparada para decir, pero se puede decir que se siente un poco de alivio.

—Comprendo tu punto —dijo él—, también comprendo el de tus papás, te quieren, Didi, y se preocupan por ti.

—Eso lo sé, es que... —resoplo, apretando después los labios. Miro nuestras manos juntas—, toda mi vida a sido así, una... burbuja, quiero a mis papás, aprecio mucho que cuiden de mí, pero es que... ¿Cómo podré vivir en el mundo si me mantienen en el nido?

—Allá fuera da miedo, Diane —vuelve a acariciar mis nudillos, tomando mi mentón para levantar mi cabeza—, no digo y no creo que ellos te consideren una incompetencia, es solo que... eres demasiado buena y el mundo muy malo. Aunque tú no lo creas, tienes un corazón muy bonito, preciosa, supongo que no quieren que eso se heche a perder.

«La vida allá fuera no es fácil, y no es que te creamos incapaz de afrontarla, solo queremos protegerte de lo malo que hay afuera»

«El mundo es malo, Diane, y tú tienes mucha inocencia que se puede dañar...»

Una Noche Sin Luna ✅Where stories live. Discover now