—Señor, no creo que hablar por los pasillos sea un delito.

Al parecer, Sienna Caruso era una persona, valiente, segura de sí misma... para nada. Era una bocazas, una engreída y prepotente. Odiaba a esa gente, porque nadie era igual que yo. Me acerqué a ella, mientras seguía erguida con las manos tras su espalda.

—Nadie me lleva la contraria, Caruso. —Dije muy cerca de sus labios. Noté como Jade se tensaba y las amigas de la niñata que tenía en frente abrían la boca y los ojos como platos—. Inténtalo de nuevo y te juro que te pongo de rodillas.

—¿Para qué? —Preguntó mirando mis labios. Sonreí de medio lado, de forma maléfica.

—Lo averiguarás cuando vuelvas a llevarme la contraria y contradigas la orden de tu superior. —Zanjé separándome un paso. Ella seguía en la misma posición, aunque su rostro me transmitía nerviosismo—. ¿Ha quedado claro?

—Sí.

Negué con la cabeza, chasqueando la lengua y volviendo a acercarme a ella. Agarré su uniforme por la pechera para acercarla a mí, algo que hizo que emitiera un sonido parecido a un gemido por la boca. Menos mal que me había puesto los pantalones holgados de camuflaje...

—¿Sí, qué? —Pregunté decidido. Ella suspiró contra mi boca, haciendo que nuestros alientos se mezclasen y tuviera aún más ganas de devorarla allí mismo, delante de las otras tres tenientes jefe.

—Sí, mi capitán.

Solté su uniforme, viendo que ella también había optado por el mismo atuendo que el mío. Aún siendo de baja estatura, ese pantalón ancho y las botas militares la quedaban de miedo. Me alejé de allí sin decir ni una sola palabra, incluso noté que Jade no había reaccionado hasta un minuto después. Yo ya había entrado en la sala de reuniones cuando vi a todos los capitanes sentados con sillas a sus lados para cada teniente jefe y sargento. Me senté en la única silla con dos a los lados que quedaban libres. Noté como Sienna se sentaba a mi lado derecho, mientras que un chico moreno, de tez oscura y ojos increíblemente negros se posaba a mi lado. Le miré, al igual que hizo Sienna, sin ningún tipo de gana. El chaval hizo el saludo militar correspondiente mirando a Sienna y luego a mí. La chica se levantó a mi lado para darle la mano.

—Soy la teniente Sienna Caruso, él es el capitán Killian Vólkov. —Dijo presentándome a mí también. Me levanté para ponerme a su lado, viendo de reojo como Jade estaba celosa por tener conmigo a Caruso—. Nos alegra que estés en nuestra tropa...

—Max. —Concluyó el muchacho, dándonos a entender su nombre. Algo que a mí me importaba una mierda—. Maverick.

—Habla por ti. —Dije sentándome de nuevo y haciendo como que no había dicho nada, aunque ambos se había percatado de ello. Al parecer decidieron hacer caso omiso a mis palabras.

—Bienvenida a Estados Unidos, teniente. —Sienna le dio un apretón de manos antes de sentarse.

Una vez todos estuvieron en sus puestos, nos enfocamos en mirar los documentos que cada tropa tenía frente a su capitán. Miré a Artem confundido, sin saber de qué coño iría esa reunión. Era muy raro que ni siquiera el coronel estuviera ya allí. Una voz carraspeó, haciendo que levantase la vista hacia ningún lado. Entonces, uno de los capitanes se levantó de su asiento. Enzo Reid, el hijo del comandante. Nos miró a todos con curiosidad, fijando su vista en Sienna y guiñándola de nuevo un ojo. Ella bajó la vista a su regazo, no parecía muy contenta.

—Bueno, mañana por la noche habrá una fiesta organizada por los capitanes de esta central. —Mi ceja se alzó en cuanto mencionó mi puesto como si también fuera cosa mía—. Sí, tú también Vólkov.

SIENNA CARUSO ©Where stories live. Discover now