—¿Pasa algo? —inquiero al sentir sus ojos clavados en mí.

—Ten cuidado —me dice despacio—. No les gusta que los humillen. Es lo peor que puedes hacerles a ellos y...

—No pasará nada, Chase. No podrán conmigo.

Suspiro y sigo el combate por una larga hora más hasta que Zayn toca el silbato y les indica a todos los soldados que vayan al comedor por la espera de la comida. Yo, sin embargo, no obedezco su orden. Voy directo a el capitán que luce serio mientras junta todos los obstáculos que nos había puesto en el suelo al rayo del sol, voy esquivando a todos los soldados que van en mi contra solo para hablar con él.

Cuando apenas llego, su recibimiento es un simple:

—¿Qué haces aquí? —inquiere sin mirarme a los ojos. Su concentración toda puesta en que la pila de conos naranjas quede perfectamente ordenada.

—Mire que hay formas de de decir que no me ha extrañado, pero esa es la peor —menciono y para mi gran sorpresa él no responde—. ¿Qué pasa? ¿Está estresado? —le sigo el paso.

—En dos semanas es la guerra, Blair. Y ni si quiera tenemos un maldito plan. Ni una estrategia fuera de todo el entrenamiento físico que tienen y estoy jodidamente seguro de que ellos sí la tienen y atacarán. Nos mataran a todos.

Cuando no deja de estar con el ceño fruncido me da miedo, pero eso no quita que deje de observarlo. Su barba ya comenzó a crecer devuelta, estoy segura que no se la rasuró porque se estuvo descuidando estos días a todo él.
Se ha pasado horas y horas viendo esos famosos dibujos, estoy segura. Lo tienen traumado por alguna razón que desconozco y Zayn es un hombre muy inteligente, no suele caer en esas cosas. Lo que me lleva a dos opciones: o realmente está la clave en los dibujos y en Gafitas y todo esto lo podríamos haber evitado desde el día uno o es una simple distracción y ellos ya nos están ganando de antemano.

Suspiro y decido contestar su planteo.

—Lo sé, pero fuera de que somos soldados también somos humanos —le recuerdo lo obvio— y debemos cuidar esto —me toco la cabeza— para poder funcionar de manera saludable y eficaz. Y sí, puede ir todos los días a terapia, pero si se autosabotea y no lo trabaja consigo mismo a menudo, es en vano.

Él se me acerca y me mira a los ojos. Estos lucen tensos y sin brillo. Me congelan como lo hacían el primer día que nos vimos, como cuando no... como cuando no había nada.

—Yo podré pensar en mí cuando termine la guerra, ¿okey? Ahora solo necesito estar solo. Reflexionar y trabajar en descubrir qué es lo que necesito para poder seguir con mis soldados.

—Lo que necesita usted es ayuda, dejar ese ego y admitir que no puede solo —le digo con un tono más alto de la impotencia de qué no lo note.

Se me acerca aún más a la cara y me escupe:

—Mis soldados me necesitan.

—No, carajo —suelto, enojada—. Tú los necesitas a ellos. Y ellos también a ti, claro, porque somos un jodido equipo.

—No tienes ni la más puta idea —zanja de repente.

Ahora soy yo la que frunce el ceño y cruza los brazos.

—El día en el que aprenda que no todo son golpes y tácticas para el ataque; y que todo está aquí —vuelvo a tocar mi cabeza— y en trabajar juntos, lo entenderá todo, ¿está bien? Deje de ser tan terco.

Besos en Guerra ©Where stories live. Discover now