encuentro de las almas en pena

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ALCINA:

Mientras pasaba por los pasillos mis sirvientas me han visto. Mis hijas eran difíciles de controlar, tanto así que aveces ni siquiera me daba cuenta cuando las nuevas sirvientas se encontraban sin vida en algunas partes del castillo, las molestaban o les hacían bromas pesadas.

A pesar de eso, algunas de mis sirvientas hasta se habían acostumbrado a como eran, hasta el punto de encariñarse con ellas. Habían muchas llorando mientras hacían los quehaceres.

La más afectada fue Mónica, era la única de mis sirvientas que había logrado llevarse bien con ellas, a tal punto de que tenía una relación amorosa con Daniela, le había tomado confianza conmigo por su trabajo y sus años de experiencia trabajando para mi, se convirtió en la jefa de las sirvientas. La encontré llorando en un rincón, mientras limpiaba una mesita. Se veía que estaba totalmente destrozada

Solo me miró, al verla llorando mis lágrimas amenazaban con salir. Ella podía notar que yo estaba totalmente devastada, a pesar de que aún tenía la expresión fría en mi rostro totalmente inexpresivo, ella sabía cómo me sentía. Era la única que sabía que cuando mi tristeza era demasiada, mis ojos pasaban de ser los dorados de siempre a un tono azul grisáceo.

Ya no me causaba nada que me vieran bebiendo en exceso, estaban acostumbradas a verme así, casi siempre llegaba a altas horas de la noche ebria, así que para ellas era algo casi normal verme borracha, excepto Mónica, ella era la única que podía ver que tomaba más cuando sentía emociones fuertes, como el estrés después de discutir con mi hermano Heisenberg, o de recibir los nuevos insultos de madre Miranda.

Solo me limité a mirarla, su cara al verme era de algo de preocupación, podía ver mis ojos rojos, con el tono azul grisáceo e inchados por todo lo que había llorado.

Simplemente pasé por los pasillos, la gran mayoría de mis sirvientas llorando, y las que no lo estaban, estaban muy tristes y decaídas. No estaba muy consciente, había bebido mucho, había fumando mucho, había llorado mucho, el dolor de cada parte de mi cuerpo era insoportable, simplemente quería llegar a aquella cueva y simplemente alcoholizarme hasta más no poder.

Ya no quería sentir nada, simplemente necesitaba un descanso de todo, ojalá un descanso eterno, pero eso es imposible. Me las arreglé para llegar. Simplemente estuve ahí llorando por horas y horas. Todo el alcohol que traía conmigo me duraría bastante... Pero a este punto sentía que todo se derrumbaba a mi alrededor. Me tiré al piso con la cabeza en el suelo, me ardía hasta el corazón de tanto llorar y de tanto dolor. Una vez que estuve con la cabeza en el suelo sabía que no volvería a salir de ahí.

ZATÁRAH:

Nunca me imaginé que llegaría a un punto tal de dolor que llegaría a ir a una cueva solo para dejar que la crueldad del tiempo me matara. Ya no había luz, con cada paso todo se derrumbaba, todo se volvía negro... Lo único en lo que pensaba era en los recuerdos de mi hijo... No tenía cabeza ni para pensar en algo más... Quizá esto nunca hubiese pasado si no fuera tan estúpida de dejar a mi hijo... No puedo creer ser tan mala madre de dejar que todo esto ocurriera...

Llegué a la cueva... Pasó algo que nunca me habría esperado...

Cuando entré, aún era de día, pero era tarde así que pronto llegaría el atardecer. Me asusté un poco MUCHO, adentrándose en la cueva había una mujer muy alta en el piso, tenía varias Botellas de vino junto a ella, tenía los ojos muy rojos, pero su color de ojos eran de un azul casi imperceptible, ya que eran casi completamente grises, casi blancos. Se podía notar que estaba dolida por algo, estaba tirada en el piso llorando casi desconsoladamente.

En principio me imaginé que podría hasta ser la 'vampiresa' que habita en el castillo, ya que la cueva estaba bastante cerca de él. Pero luego lo dudé mucho, ya que los ojos de aquella vampiresa eran dorados, y la mujer los tenía de ese color apagado, que hasta me atrevería a decir que podían irradiar tristeza.

Su Sangre Especial Where stories live. Discover now