Pude sentir lo húmeda que me encontraba, era la primera vez, que sentía algo así, debajo de mi. Me llevó hasta la cama, y me hizo quedar a horcajadas sobre él, sentí que su pene estaba erecto de nuevo.

Y entonces, solo entonces, me sentía lista para dar ese gran paso en mi vida, perder mi virginidad con mi esposo, con la persona que me eligió para ser su esposa, perder mi alma ante aquel demonio con ojos de oscuridad, con aquella persona que me obligó a casarme. Mi corazón sufriría un infarto si sigue latiendo como lo hace.

Atlas comenzó a sacar la ropa de mi cuerpo con desesperación y acto seguido, nuevamente estaba desnuda delante de él. Solo esperaba que ninguno de los dos escapara.

Se detuvo y admiro mi cuerpo desnudo frente a sus ojos llenos de lujuria y deseo.

—Habia esperado este momento ya hace tiempo... vida mía.

Volvió atacar mi boca, pero con más intensidad y verocidad. Besó y lamió mi cuello hasta llegar al principio de mis pechos, haciendo que sintiera una extraña sensación placentera en mi cuerpo. Me quitó el sujetador y mis tetas quedaron expuesta a él y sentí que me sonroje cuando las observó fijo.

Lo miré detenidamente y por un momento, pude ver en sus ojos algo tan extraño.

Atlas se quita su camisa con desesperación y luego escucho su cremallera abrirse para quitarse los pantalones. Su cuerpo estaba expuesto a mi, tragué grueso al ver ese abdominales tan excitante y ardientes. Esos cuadros que podían enloquecer a cualquier mujer. Quedando en

Nuestras miradas se cruzaron.

pero aún así, sus ojos me estaban contando otra historia, una de la cuál sentí dolor en mi corazón y una pequeña lágrima salió de mis ojos.

—Rose, ¿Estás bien?

***

Nadie es mejor que yo.

—Él y tú...están destinados al amor y odio.

—Pero aún así nos amamos. Puede que nos odiemos e intentemos asesinarnos, pero nos amamos.

—Que amor tan enfermizo.

Una sonrisa maliciosa se dibujó en ella.

—Somos dos locos enamorados.

—Y si, se enamora de alguien más, ¿Que harás?

El monje la miró detenidamente y ella igual.

—Entonces, el amor no es suficiente y nunca lo fue.

***

—Nada. Solo sigamos.

—No haré nada que no quieras.

Sentí tanto dolor en mi corazón, que lo único que quería era...salir corriendo y esconderme como una niña pequeña.

Atlas sonrió y siguió atacando mi cuerpo, su boca se adueñó de uno de mi pezones, su calidez y los movimientos que hacia, hicieron que endureciera. Una de sus manos se encargó de bajar poco a poco hasta llegar al dobladillo de mis bragas, la introdujo y cuando llegó a mi intimidad.

LA SACERDOTISA Where stories live. Discover now