—El bebé ya viene.

[***]

El funeral de Visenya había finalizado, su madre tenía la corona de su abuelo Viserys en su cabeza mientras miraban posibles aliados.

—Jamie Lannister pidió la mano de Aenyra, podríamos ver sí ella desea anular su matrimonio con el tuerto y casarse con esté otro imbécil.

—No hay otro deseo en el mundo que anular mi matrimonio con Aemond. Pero no creo que Jamie desee un matrimonio, iré a hablar con él y conseguir aliados.

—Envíanos a nosotros también.

—Jacaerys irás al Winterfell, Lucerys, irás a Storm's End.

—Envíen a Lucerys conmigo. Aemond probablemente vaya a Storm's End a comprometerse con la hija de Borros y desee asesinar a Luke.

—Aenyra tiene razón, Lucerys te acompañará.

—Son mensajeros, no guerreros.

[***]

—Tengo el apoyo de los Lannister, sus abanderados nos apoyan. —Aenyra dijo, una vez que entró al Salón de Dragonstone, quitándose sus guantes.

—Mi nieta. —Rhaenys murmuró.

—Abuela, abuelo. —sonrió, yendo hacía los mayores, quienes la recibieron con los brazos abiertos. 

—Aemond está loco. —dijo Lucerys entrando, quién había llegados varias horas antes a Dragonstone.

—¿Qué sucedió?

—Fuimos a Storm's End y Aemond dijo que Aenyra seguía siendo su esposa y que no podía prometer su mano a Borros o a su hijo.

—¿Ibas a dar tu mano a Lord Borros?

—Fue una medida desesperada.

—Borros dijo que no iba a casarse con una zorra usada, Aenyra se enfureció y casi le corta la cabeza, diciendo que según sabía, Maris Baratheon tampoco tenía una linda historia.

—¿Qué hiciste qué?

—Le perdonó la vida sólo sí te servían a ti madre.

—¿Y qué dijo?

—Aenyra sonrió. —tenemos el apoyo de los Baratheon.

—Esa es mi dulce niña.

—¿Y Jace?

—Sigue en Winterfell.

—Mientras Jace siga en Winterfell, iré a conseguir más abanderados.

Y conforme el tiempo pasaba, el bando de los negros tenía al menos sesenta casas a su favor, todos apoyando el reinado de la reina Rhaenyra, todos convencidos por la princesa Aenyra, a quién le faltaba sólo media luna para cumplir los dieciséis inviernos, si fuese la siguiente en la línea, sería una gran reina.

En décimo noveno día de la décima luna, la princesa Aenyra se encontraba indispuesta en sus aposentos, había intentado levantarse sin logro alguno, había vomitado todas sus comidas anteriores, con sus abuelos y padres a su lado, Rhaenys le había colocado un trapo húmedo en la frente, mientras Corlys intentaba ayudarle.

—¿Por qué cree qué sea, maestre? —Jace, quien había vuelto de Winterfell volvió con una gran sonrisa, teniendo el apoyo de los norteños, sin embargo, su sonrisa se borró al ver el estado tan lamentable en el que su hermana se encontraba.

—¿No ha podido contraer viruela de dragón? ¿Fiebre de invierno?

—No, mi reina, me alegra anunciar que no, y también me alegra ser el que les dé esta noticia.

—¿Qué noticia?

—La princesa Aenyra se encuentra encinta mi reina, tiene al menos cinco lunas. —el maestre dijo mientras Aenyra se quedaba dormida, despertando al escuchar la noticia.

—¿Mi hija está encinta?

—Correcto mi reina.

—No volverás a participar en ninguna batalla, te mantendrás lejos del Salón del Consejo.

—¿Qué? Un embarazo no me puede detener, madre, vamos ganando.

—No te expondré a ti ni a mi nieto a una muerte.

—¿Pero quién llevará a Aegon y a Viserys lejos de aquí?

—No hace falta, tus hermanos están bien, la Fortaleza es un lugar increíblemente seguro. —Rhaenyra dijo y un rugido se escuchó afuera, Aenyra fue la primera en moverse, mirando una enorme dragona verde y un dragón amarillo.

Vaghar y Sunfyre.

—Voy a salir. —murmuró, tomando sus ropas.

—¿Enloqueciste? Te van a matar.

—¿Sí? Entonces que Aemond mate a su hijo. —gruñó, colocándose los zapatos, caminando hacía las afueras, su enorme dragón salía de la Fosa, buscando a su jinete y al verla corrió hacía ella. —Boash. —dijo acariciando sus escamas, colocando su frente junto a su enorme hocico. —no quiero que te lastimen. —murmuró y el dragón bufó. —pero quieres ir a la guerra, no te voy a negar eso. —dijo, subiendo por la enorme cuerda, sintiendo su abultado vientre, aunque no se veía a simple vista, ella lo sentía, emprendió vuelo hasta donde su tío y antiguo esposo se encontraban, junto a una enorme lanza enredada en la cuerda. —No hace falta decir que no son bienvenidos, verdes.

—¿Estás encinta? —Aegon asombrado preguntó.

—No tengo tiempo de traer un niño a la guerra.

—Tu no decides sobrina, somos los Dioses y nosotros, nosotros decidimos si lo hacemos dentro o fuera y... ya veo porqué Aemond está de tan mal humor, ya no tiene con quién follar. —Aegon rió.

—No estoy encinta Aegon. ¿Qué hacen aquí?

—Sí lo estás, tus senos son más grandes y apetitosos.

—Eres un maldito asqueroso. —el matrimonio habló al mismo tiempo y Aemond se permitió mirar el cuerpo de su esposa.

La gabardina no lo dejaba mirar como hubiese deseado, sin embargo, la gabardina estaba un poco más aferrada a su vientre que de costumbre.

¿Era posible qué su amada esposa esperará a su hijo y trajeran un niño en medio de la sangrienta guerra?

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