oxvi. capítulo dieciséis

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Ojalá hubiera podido darle otra respuesta. Sabía que la noche se le haría larga, pero ya era demasiado tarde para arrepentirse. Se había puesto su mejor ropa y los hermanos González iban a recogerla en cualquier momento. Sin su coche, que estaba en el taller, no tenía otra opción que ir con ellos. Eso le quitaba aún más las ganas de asistir. Si se aburría o se cansaba, no podría despedirse discretamente y marcharse, sino que tendría que implorar a alguno de sus amigos que la llevara a casa.

Y con Pedri seguramente deseando pasar toda la velada pegado a los labios de Gaia, eso iba a ser difícil. Demasiado difícil. Prácticamente imposible. Se veía a sí misma sentada en un rincón, hastiada y sola, mientras los demás se divertían.

―Qué guapa estás, petita.

La mirada de su madre la acarició desde el marco de la puerta, con una sonrisa tierna en los labios. Se giró hacia el espejo y se vio reflejada junto a ella. Ese apodo cariñoso que le había puesto de niña había reaparecido en los últimos días, y no sabía si sentirse halagada o molesta. Por lo menos no había hecho ninguna de sus típicas bromas sobre lo extraño que le sentaba el maquillaje. Eso la tranquilizó un poco, pero temía la reacción de su padre al verla.

―Gracias, mamá.

―¿Y sabes qué te haría estar aún más guapa?

Hizo un gesto de resignación.

―Déjame adivinar. ¿Quieres que sonría? 

El recuerdo del mensaje de Gavi en Instagram le asaltó de repente. Le había dicho que era más hermosa cuando sonreía. Un fuego le recorrió los brazos al evocar cómo esas palabras le habían dibujado una sonrisa. Y, joder, ahí estaba él de nuevo, ocupando su mente, incluso mientras hablaba con su madre.

Se enfadó consigo misma y soltó un bufido. Thaís la miró con una ceja alzada.

―Bueno, sí, iba a recurrir al típico cliché de la sonrisa, pero no hace falta que te pongas así. Solo quiero que te animes un poco. Vas a una fiesta, nena, no a un velorio.

―No estoy enfadada contigo, mamá―suspiró. Su voz sonaba áspera, pero no era por culpa de su madre, sino por la imagen de cierto sevillano que le revolvía el estómago―. ¿Por qué llevas ese uniforme? Pensaba que hoy era tu día libre.

No había reparado en su ropa hasta ese instante, porque estaba demasiado absorta en su propio tormento por Gavi, pero su madre vestía el uniforme de enfermera, con el verde quirúrgico contrastando con su cazadora de cuero.

―Ya lo sé, pero mi jefe me ha pedido que cubra un turno extra hoy.

―Qué tío―protestó. 

―Noa... 

―¡Es que ayer también hiciste un turno extra!

―Cariño, sabes que andamos cortos de sanitarios en el hospital. Además, nos viene bien un poco más de dinero para compensar los gastos por los arreglos de tu coche. Recuerda que el seguro no cubre todo.

Se mordió el labio, sintiendo una punzada de culpa. Sabía que su madre tenía razón, que necesitaban el dinero, pero no podía evitar sentirse frustrada. Su familia no era pobre, su padre era un buen cocinero y su madre una excelente enfermera quirúrgica, pero tampoco eran ricos. A menudo tenían que apretarse el cinturón para llegar a fin de mes, y más ahora que su coche había quedado hecho un desastre. Se sentía responsable por ese gasto extra, y también por el hecho de que sus padres tuvieran que ayudarla económicamente con su sueño de ser deportista profesional. Era una de las mejores promesas del club, pero eso no se traducía en un buen sueldo.

CONTRAATAQUE ━━ pablo gaviWhere stories live. Discover now