Cuando, a los otros, nunca les había preocupado su felicidad.

Sasha, por otro lado, se sentía culpable por no haberse defendido. Estuvo encerrada en la cocina limpiando y organizando las despensas, creyendo que así podría darles calma y orden a sus pensamientos.

Christopher fue espectador, una vez más, de cómo la familia se fragmentaba.

Había visto esa película antes, con su propia familia, y conocía el final.

Quiso encerrarse en su estudio toda la tarde e ignorar la tensa situación a la que todos se enfrentaban, pero, por primera vez, supo que no quería quedarse de brazos cruzados.

Salió abrigado y sin decirle a nadie.

Lily se percató de ello una hora después, cuando fue a su estudio a mostrarle las ideas para la portada del especial navideño y no lo encontró allí, ni en ninguna otra parte.

Se quedó de pie bajo el umbral de su estudio, con una extraña sensación dentro del pecho y preguntándose muchas cosas. Revisó su teléfono decenas de veces, creyendo que tal vez le había dejado un mensaje.

Pero no había nada.

Le dolió, por supuesto, más al creer que su desaparición era por su culpa y todos los estúpidos problemas que su familia acarreaba.

Caminó hasta los cristales amplios para despejarse un poco con la maravillosa vista de toda la ciudad. Afuera el caos navideño empezaba.

Suspiró cuando se obligó a entender que cada pareja necesitaba su espacio. Tal vez Christopher necesitaba respirar, alejarse de todo lo que le hacía mal.

—Lo entiendo, necesitaba su espacio para... pensar, tal vez —dijo en voz alta.

Se rio al ver a Tronquitos mirándola con grandes ojos.

Se sentó a los pies de su casa de cristal y se acordó de que era un importante filósofo.

Christopher se bajó del elevador en ese momento y la encontró sentada en el piso, con su mascota.

—¿Qué me diría el gran filósofo Tronquitos ahora? —preguntó y pasó su dedo por el cristal. Chris se acercó con paso sigiloso—. Se fue, Tronquitos, se cansó de mí, de los problemas que me persiguen como una maldición... —resopló angustiada—. ¿Y si no regresa, Tronqui? —le preguntó compungida—. ¿Qué hago si no regresa? —Se estaba ahogando—. ¿Significa qué es el final?

Miró a Tronquitos con desesperación. Creía que el hámster le iluminaría los pensamientos.

Christopher la había escuchado hablar con su mascota. Se había contenido las risotadas, porque le resultaba adorable verla y sentirla tan preocupada por su breve ausencia.

Allí supo que, lo que sentía, era real.

—Llegará el momento en el que creas que todo ha terminado... —le dijo Christopher con firmeza. Ella se levantó apenas lo escuchó y trató de recomponerse—. Ese será el principio de todo —añadió sonriente y caminó hacia ella cargando bolsas en las manos.

Lilibeth se iluminó al reconocer la frase del filósofo griego y tuvo que decir su nombre en voz alta:

—Epicuro...

—Un genio, como Tronqui —unió Chris y Lily se rio—. Me gusta "Tronqui"...

Lily se rio coqueta y se arregló el cabello negro detrás de las orejas.

—Entonces... no es el final —especuló nerviosa.

Chris le sonrió.

—Mi amor, me fui por cuarenta minutos ¿y ya crees que te abandoné? —le preguntó él más fascinado que nunca.

Suya por contratoWhere stories live. Discover now