oxiv. capítulo catorce

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Ella, Ainhoa Luján, había anotado el gol que les daba el triunfo.

Nada en su vida la había hecho sentir tan bien como vivir un momento así. A pesar de que su posición como mediocampista no le exigía un olfato goleador como el de una punta, Jonatan siempre le animaba durante los entrenamientos a que se atreviera más de cara al arco. Veía en ella una potencia que podían usar a su favor, y no se equivocaba.

La árbitra pitó el final poco después de eso y su entrenador fue el primero en abrazarla cuando entró en el túnel. Le cogió la cara con las manos, apretándola, mientras le decía con una sonrisa «¡Te lo dije!».

—¡Qué golazo, Luján!—la felicitó Alexia, salvándola de las sacudidas de Giráldez y llevándosela hacia las duchas con un brazo sobre sus hombros. A pesar de su grave lesión de rodilla, que la apartaba de las canchas, la capitana siempre estaba ahí para celebrar con las chicas en las victorias o consolarlas en los fracasos.

—Oye, búscate tu propia baby culé, mantenida—Mapi surgió de la nada junto a ellas y arrancó a Ainhoa del abrazo de Alexia—. Esta es mía y de Ingrid. La hemos adoptado.

—Ya veo de quién ha heredado el mal genio—se rió la capitana.

Ainhoa puso cara de pocos amigos.

—¿Baby culé?

—Es como llamamos a Jana, Bruna, Claudia, Salma y a ti—le aclaró Aitana, que las seguía con una botella de agua y una sonrisa burlona—. Es el apodo que os hemos puesto porque sois las más peques del equipo.

—Qué gracia—bufó.

Al entrar en el vestuario, Ainhoa se cercioró de que la puerta quedara abierta. No quería repetir la mala experiencia que tuvo con Gaia y el odioso de Gavi, cuando se quedaron encerrados por culpa del cerrojo. Ese lugar estaba pidiendo a gritos una reforma. Se prometió a sí misma hablar con Laporta más tarde, pero ahora solo deseaba tumbarse en el banco frente a su casillero, quitarse los tacos y aliviar los pies después de noventa minutos de carrera continua.

Sus compañeras, sin embargo, no estaban dispuestas a dejarla tranquila; y la mayoría la acogió con saltos, felicitaciones, bromas o rociándola con agua de sus botellas. Cuando por fin logró escapar de todas ellas y disfrutar de cinco minutos de calma antes de ducharse, su cabello se había oscurecido dos tonos y se le adhería al rostro mientras chorreaba agua al suelo.

—Noa, fíjate en esto —le soltó Aitana, mostrándole su móvil con entusiasmo—. ¿Adivina quién va a soplar las velas pronto? Tu querida amiga, Gaia Piqué.

Ainhoa suspiró, recordando el mensaje que había recibido con la invitación. Desde entonces, Pedri le enviaba notas de voz sin parar, suplicándole que fuera con él. No comprendía por qué su mejor amigo insistía tanto en que lo acompañara. Sabía que en esa fiesta no iban a pasar tiempo juntos, porque él estaría demasiado ocupado dejando un rastro de babas por dónde sea que Gaia pisara.

A no ser que se resbalara con las babas de Gavi antes, claro.

Realmente no soportaba ver cómo esos dos le restregaban su tonta amistad a cada momento. Como si no fuera suficiente con aguantarlos en cada entrenamiento, ahora también se dedicaban a hacer directos juntos y a coquetear delante de todos, mientras los fans de Gaia les decían lo bien que se veían.

Pero no le afectaba. De hecho, solo había visto el directo por casualidad, cuando fue a casa de Pedri después de grabar la ridícula promoción con Gavi de las camisetas del club. Allí estaba él, hipnotizado por la pantalla de su ordenador, dispuesto a malgastar dos horas de su vida oyendo a la nepobaby soltar tonterías. Le recordó a sus padres y su obsesión por los influencers de Internet. Sin embargo, no pudo disimular su sorpresa al ver que el invitado especial de ese día era Gavi. Al parecer, era un regalo por haber sido el MVP en la final de la Supercopa o algo así.

CONTRAATAQUE ━━ pablo gaviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora