Pero podría controlarse. ¿O no?

Tenía que hacerlo.

Al darse la vuelta no vio el BMW descapotable en la puerta como todos los días. En su lugar había un Lexus azul. Lauren metió la mano en el bolsillo y sacó unas llaves.

—Creo que te gusta el color azul. Espero que también te guste el coche.

—¿Qué? Lo dirás de broma.

—No, conduces tú —dijo ella.

Como Camila no aceptaba las llaves, Lauren las puso en su mano.

No sabía qué la sorprendía más, el vehículo o el escalofrío que sintió al tocarla. Tendría que esforzarse para controlar esa reacción.

—Yo tengo un coche decente.

—Ahora tienes uno mejor. Vende el otro, me da igual.

—Pero...

—Las apariencias, Camila. Estamos hablando de apariencias —suspiró Lauren—. Venga, vamos. Dinah nos está esperando en el despacho.

Camila se deslizó sobre el suave asiento de piel y llenó sus pulmones del olor a coche nuevo. El salpicadero del Lexus parecía un ordenador de la NASA, con GPS y radio por satélite. A saber qué más aparatos habría. Le temblaba la mano mientras metía la llave en el contacto.

—Has llevado documentos al bufete de Dinah otras veces. ¿Recuerdas dónde está? —preguntó Lauren.

—Sí, claro.

Pero no le apetecía mucho maniobrar un coche nuevo durante la hora punta en el centro de Miami.

Lauren le dio unos minutos para que se acostumbrase a manejar el Lexus antes de seguir hablando:

—Las leyes de Cuba exigen que estemos en el país veinticuatro horas antes de solicitar la documentación necesaria para casarnos. Nos iremos mañana por la mañana, nos casaremos el jueves y volveremos el lunes.

—¿Tan pronto? —preguntó ella, tragando saliva.

—¿Para qué esperar?

—¿Y vas a estar fuera del club tantos días?

—Sobrevivirá sin mí, no te preocupes. Y Sandy se encargará de todo por ti.

—¿Sandy es mi predecesora?

—Así es.

—Pero entonces no tendré tiempo de hacerme ese cambio de imagen...

—Hazlo en la isla. Normani puede decirte dónde ir.

Pronto llegaron al edificio de Hansen y Asociados. Y como muchos de los empleados salían de la oficina a esa hora, Camila encontró un sitio donde aparcar. Pero el nudo que tenía en las cervicales pronto se extendió a su estómago mientras subía con Lauren en el ascensor. Una mujer de unos sesenta años los esperaba en recepción.

—¿Qué es eso que he oído sobre un compromiso? Primero tus hermanos, luego Dinah y ahora tú. ¿Qué ocurre, las mujeres de Miami han recuperado el sentido común?

—Hola, Rachel —Lauren abrazó a la mujer—. Te presento a Camila Cabello, mi prometida. Rachel Suárez, la secretaria de Dinah.

—Encantada.

—Lo mismo digo. Pero voy a darte un consejo: Lauren será una buena esposa... mientras la lleves con una correa.

—Gracias —dijo Camila, sorprendida.

Dinah Janeh Hansen apareció enseguida. Era una mujer de la estatura más alta que Lauren, una atractiva polinesa. Camila había hablado con ella en numerosas ocasiones y siempre le había parecido muy agradable.

—¿Sigue llevando tu bufete? —preguntó Lauren, señalando a Rachel.

—Eso dice ella —sonrió Dinah—. Vamos a mi despacho.

Camila tragó saliva, preguntándose si estaba haciendo lo correcto. Pero si se marchaba ahora, nunca descubriría nada sobre su madre. Y seguramente también perdería su trabajo.

—¿Están seguras de que quieren hacer esto? —preguntó Dinah, mirando de una a la otra.

—Yo estoy segura —respondió Lauren.

—¿Y tú, Camila?

—Pues... —ella se aclaró la garganta mientras le entregaba la carpeta—. Sí, yo también.

—¿Tienes alguna pregunta? ¿Alguna cuestión que necesites clarificar?

«¿Hay otra manera?», pensó.

—No.

—No le ha pedido a otro abogado que lea el acuerdo —le informó Lauren.

—¿Quieres que lo haga uno de mis socios? —preguntó Dinah.

—No, no. Está bien.

La abogada asintió con la cabeza.

—Una vez en Cuba, tendrán que ir al consulado norteamericano para solicitar los papeles. Ah, y Lauren me ha dicho que se va hacer un análisis de sangre mañana por la mañana. Una decisión inteligente.

Camila la miró, sorprendida. Debía de estar convencida de que iba a convencerla para que se acostase con ella

«Pero eso no va a pasar», le dijo con los ojos.

«¿Quieres apostar algo?», parecía decir Lauren.

—Camila, ¿has estado casada antes? —preguntó Dinah.

—Pues... no.

Le habían dicho que una anulación no contaba. Legalmente era como si nunca hubiera estado casada, lo cual estaba bien porque ni siquiera se acordaba de la ceremonia. Sí, mejor no contarle a nadie lo tonta que había sido.

—Entonces, éste es todo el papeleo que necesitas. Mani ha preparado un búngalo en la playa y también ha contratado al oficiante, al fotógrafo, la cena... La ceremonia tendrá lugar el jueves por la noche en la playa. Normani y yo seremos las testigas y al día siguiente enviaré un comunicado de prensa. ¿Tienen alguna pregunta?

Camila negó con la cabeza porque no le salía la voz.

Y después de firmar los papeles estaba hecho.

—Les enviaré una copia a cada uno —dijo luego Dinah—. Nos vemos el jueves, ¿no?

El jueves.

En cuarenta y ocho horas sería una mujer casada. Otra vez.

Y esa vez no podría llamar a su papá para que arreglase el desaguisado.

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Sólo para aclararles, no tengo ni idea de cómo son las leyes de Cuba, ni siquiera sé si tienen permitido el matrimonio igualitario o no. Sin embargo, me gustaría que utilizaran un poco la imaginación y piensen que todo lo del fanfic es real y Cuba es un país libre donde permiten que tanto heterosexuales y homosexuales se pueden casar.

¿Alguna pregunta? Ah sí, se me antojo subir otro capítulo hoy. Capaz y si Colombia gana mañana subo otro, no sé, ando feliz y para que después no digan que actualizo lento.

Nos leemos pronto.


The ProposalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora