Capítulo 2: Adaptación a la nueva dicotomía

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Gabriela se despertó al oír un ruido de golpeteo a través de la delgada pared. Parpadea y levanta la cabeza de un charco de baba. Tiene la cabeza llena de pelusas y no recuerda dónde está ni cómo ha llegado hasta allí.

Se pone boca arriba, pero se detiene cuando su culo choca contra las sábanas. Sisea y se frota torpemente la fuente del dolor. Aún vestida con su ropa de trabajo, se quita la falda a duras penas y deja al descubierto sus nalgas con moretones. Se queda mirando un momento, con la boca abierta, intentando recordar cómo se las había hecho.

El recuerdo la golpea como un camión. " ¿Qué carajo?", susurra conmocionada. "¿Cómo demonios he dejado que eso pasara?". Le da un mini ataque de pánico cuando el recuerdo se le mete en la cabeza.

¿Eso era legal? ¿Debería ir a la policía? ¿Cómo va a volver al trabajo y mirar a su jefa de nuevo? ¿Le gusta esto? ¿Por eso no se opuso? Todas estas preguntas dan vueltas en su cabeza durante mucho tiempo.

Rápidamente descarta acudir a las autoridades. La señora Leigh es rica e influyente, mientras que ella no es ni lo uno ni lo otro. La única prueba son sus moratones y se imagina a los policías mirándola con desprecio: "¿Dónde golpeó la señora mala a la niñita?".

Gabriela sigue necesitando este trabajo, aunque tenga un coste. Aunque, pensándolo bien, el coste no parece demasiado alto.

Sus sentimientos son un torbellino. A pesar de lo mucho que le dolieron los azotes, no odia a la señora Leigh. De hecho, pensándolo bien, siente un cálido resplandor a su alrededor. Cuando la abrazó después, se sintió realmente querida. Pequeña, débil e indefensa. Pero no en el mal sentido.

"¡Bah! ¿Por qué estoy así?", rueda sobre su estómago. "Esto no puede ser lo que soy, ¿verdad?". Decide darse una ducha. Tiene todo el fin de semana para resolver esta mierda.

Pero no lo consigue. Las horas pasan enfermizamente rápido mientras se queda en su habitación. Ni siquiera puede salir porque no tiene dinero para gastar, así que se limita a navegar por su teléfono. Al principio, Gabriela intenta distraerse de sus recuerdos, pero le resulta imposible.

Así que se adentra en la madriguera del conejo de todo lo relacionado con los azotes. Hay muchos blogs dedicados a la disciplina doméstica que Gabriela lee febrilmente. Hay un montón de cosas sobre 'los placeres de la sumisión' que la hacen sentirse un poco menos loca por su reacción.

Luego están los sentimientos que siente por la señora Leigh, que definitivamente no son heterosexuales. Sólo tuvo un par de citas en la universidad, ya que a la mayoría de los chicos les gustaba más su altura que otra cosa. Todos esperaban que les llamara 'Papi'. Las pocas veces que tuvo relaciones sexuales se sintió muy incómoda, pero supuso que se debía más a la mierda de sus parejas que a otra cosa. Ahora, sin embargo, las imágenes de la señora Leigh la llenan de sentimientos que no puede articular.

Ver vídeos en páginas porno no ayuda a mejorar sus sentimientos, aunque sí la excita de una forma que la masturbación no puede arreglar. ¿Tal vez no sea algo sexual después de todo? Ya no tiene ni puta idea.

El dolor de los moretones contrarresta cualquier excitación y le recuerda que su castigo ha sido una mierda. ¿De verdad puede soportar esto cada vez que comete un error? Por otro lado, parece un desperdicio pasar por todo eso para dejarlo ahora. Durante todo el fin de semana apenas come y se pasa el resto del tiempo durmiendo o navegando por Internet.

No sabe que el objeto de sus pensamientos la observa con gran interés. La señora Leigh echa un vistazo al enlace que le ha enviado Holly sobre la actividad de su pequeña en la red.

"Traviesa", murmura con una copa de vino. "Será mejor que se lo saque de su sistema antes de que le ponga las manos encima".

Una serie de búsquedas le llaman la atención: 'MILF azotando', 'MILF fornida', 'MILF lesbiana fornida', a las que sigue ver vídeos durante casi dos horas. "Ella cree que soy corpulenta", sonríe.

Una vida de erroresWhere stories live. Discover now