³² Sueños oscuros

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—Desperté por un ruido —traga grueso— encendí la luz para ver de qué se trataba y estaba todo roto —explica, triste—. La puerta estaba destruida, parecía hasta arrancada —Eso es físicamente imposible, esa puerta es de metal, la más segura de todo el puto campamento, ¿cómo es posible?— y en mis paredes había... había... —Lo tomo más fuerte de las manos para que pueda   tener más seguridad— dibujos.

Las facciones de mi rostro cambian al oír la última palabra.

Dibujos.

—¿Qué dibujos? —pronuncio pausado, enarcando una ceja, consumido por la incertidumbre.

Veo en sus ojos un brillo de perturbación.

—Debes miralos por tu propia cuenta —Desvía su mirada al pasillo.

Lo pongo de pie otra vez y, con solo unos vaqueros, decido ir a ver de qué se trata todo esto, empezando por ir a la puerta de su habitación lo más rápido que mi cuerpo me lo permite. Mi hermano me sigue horrorizado y al llegar ladea la cabeza señálando la puerta —ya no sé si se puede llamar así porque ahora es un hueco y ya— que hay en la pared. Realmente parece arrancada, ¿qué carajos pasó aquí? 

Doy un paso hacia delante y Teo me imita. Le pongo la mano en el pecho y lo echo hacia atrás. 

—Tú te quedas aquí —le señalo el pasillo y no me rechaza la orden. Entro y, sin desviar mi mirada aún a las paredes, con un suspiro me dirijo a aquel que está tirado en el piso dándome la espalda, sin dejar de dibujar—. Gafitas, ¿qué estás haciendo? —pregunto, intentando ocultar la preocupación en mi voz.

Se detiene con velocidad al escuchar mi voz, se oye su lapiz de color cayendo en el piso de madera, él procesa mis palabras en unos segundos y se gira como un exorcista para verme. Chocan nuestras miradas, sus ojos encontrando los míos con una intensidad que envia escalofríos por mi espina dorsal hasta que me congelo al oír esas dos palabras:

—Sueños —dice muy lento, como si hablar le costara minutos de vida— oscuros.

Carraspeo la garganta y me tomo unos minutos para ojear su cuaderno, donde guerreros caídos y sombras ominosas pintan un panorama desolador.

—Entiendo que estés asustado, pero no podemos dejarnos consumir por el miedo. Somos más fuertes que ellos —trato de convencerlo creyendo que se trata de un desahogo.

—¿Por qué hace esos dibujos, Zayn? ¿Es malo? —Teo ingresa a la habitación escondiéndose atrás de mi espalda.

Suspiro, tratando de encontrar las palabras adecuadas para mi hermano, cuando de pronto...

—No —pronuncia Gafitas—. Malo no.

Abro los ojos de más de la sorpresa al oírlo decir más palabras de lo habitual. Está transpirado, tanto que sus rizos castaños parecen estar húmedos.

—No, claro que no es malo —digo atreviéndome a mirar las imágenes de las paredes, o mejor dicho, sus dibujos. Se me seca la garganta, ¿no lo es?—. ¿Por qué dibujaste eso y cómo coño rompiste esa puerta? —es lo que pregunto repleto de la duda.

Los dibujos constan de treperas volando por un cielo oscuro, casi negro. No son todos iguales, de hecho, hay algunos que tienen alguna que otra tonalidad distinta, más rojiza. Parece que todos están conectados a pesar de todo. Y el hecho de que cada vez que Gafitas dibuja ellos atacan, me advierte que la guerra no está para nada lejos de nosotros y que, como no descubramos algo fuera de lo común ahora, perderemos.

Besos en Guerra ©Where stories live. Discover now