Solté una carcajada seca.

»Llegó una mejor amistad, dejo de quererme la única persona que me quedaba. Luché, pero llegó el momento de cortar el vínculo. Comencé a sentirme sola; más, mucho más. Las fiestas me ayudaron, aún sentía que faltaba algo. Comencé a salir con muchos chicos y mayores que yo. Ya para ese entonces, había dejado la iglesia, mis amistades se esfumaron, y mi familia... Los que quedaban no creían en Dios, así qué no me ayudaron mucho. Probé las drogas, hasta ahora las sigo consumiendo; es lo único que aunque sé que me está destruyendo lentamente, me hace olvidar mi vida. 

—¿Intentaste volver a la iglesia en estos últimos 4 meses? —después de todo lo que le dije fue lo único que Él dijo. 

Tuve que aguantar la carcajada que quería salirse. 

—No es tan fácil, no después de todo lo difícil que ha sido que todos los demás me acepten. 

Su mano se levantó y limpió la lágrima que corría por mi mejilla. Isaac era un chico increíble, mi admiración por él iba mucho más allá de su aspecto. Que por supuesto era muy apuesto.

—No deberías de buscar aceptación en esta generación, nadie entendería lo que realmente necesitas. Busca aceptación y respuestas en Cristo; él sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas. —sus palabras aúnque yo quisiera no eran vacías.

Algo me decía que era cierto.

—No —negué apartando su mano de mi mejilla—, ¿Cómo quieres que me acerque a él? Ni siquiera podría mirarlo a la cara. No tengo un propósito, mi esencia se perdió y todo en lo que anteriormente creía se dispersó, no soy más que el desecho de lo que fui. 

—Si sigues mirando tu pasado, nunca podrás recibir las cosas que Dios está poniendo a tu disposición. Con amor, el quiere sanar tu corazón. Con delicadeza quiere construirlo y cuidarlo para que nadie pueda dañarlo. 

—No, él no me puede perdonar. No quiero que lo haga. 

—No se trata de lo que tú quieras, sino de lo que Él crea. Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y por los siglos. Solo estás cegada, crees que no puedes salir de ahí, pero si puedes 

—No puedo. 

—Aunque tu valle sea de muerte y depresión, Dios te guiará. 

»¡Tienes que entenderlo! 

Negué con tristeza.

—Tu problema es que quieres hacerme creer por obligación que Dios existe. Y no puedo verlo, no cuando mi corazón está hecho cenizas...—respondí bruscamente y luego me arrepentí—, perdón, no debí de decirte eso, solo estoy un poco indispuesta.

Sus ojos se habían abierto con sorpresa. Tal vez, él solo quería ayudar y yo solo me estaba saboteando.

Cruzó los brazos sobre su pecho y levantó la ceja. Se mantuvo en silencio y así continuó hasta lo que para mí fue: un largo período de tiempo.

—¿Si? —motivé al ver que no quería decirlo.

—Tu corazón no está en cenizas, solo necesita la salvación, restauración y sanidad que solamente podría darle Jesús si tú eres capaz de abrirle y permitirle el acceso. Aunque supongo que estoy siendo muy insistente, pero que sepas que nunca estarás lista para acercarte a Dios.

Cerré los ojos y coloqué mis piernas contra mi abdomen.

»Nosotros no vamos a Él, Él nos llama. 

Bufé y apreté la mirada, tronando los dedos de mis manos. —Es que, ni siquiera puedo alcanzar a tomar una biblia porque la suelto instantáneamente. 

—Toma, yo te regalo una biblia —buscó en su bolso una Biblia con un título grande en el centro de color dorado y sus alrededores eran totalmente negro. La extendió hacia mi dirección y la dejó en la palma de mis manos. Al lado, tenía unos pequeños papelitos, rosados, morados, etc. Que por lo que me había susurrado eran marca páginas.

Estaba pulida y solo sobresalía un pequeño papel que metió rápidamente para que yo no pudiera verlo.

Por supuesto pase por debajo de la mesa esa acción.

Esta Biblia no era vieja, la había comprado para mí.

De pronto la culpa por haberle hablado así, abofeteó mi cara y sin dejar salir ninguna palabra la tomé guardándola en mi bolso, solo con tocarla sentía algo indescriptible.

—Gracias, pero...

—Sabes que tengo razón, Sara. 

Hice una mueca y volteé los ojos. 

—No me llames así, Sara murió junto con su familia. Juliette, es la única que estás viendo.

Mordió el interior de su mejilla.

—Vale ¿Puedo pedirte algo sin compromiso?

Eso llamó mi atención. 

—¿Qué? —lo miré dudando. 

—Un devocional. 

No quería negarme. 

Me era imposible hacerlo. Así que sin preámbulos dije:

—Vale, hagamos un devocional, Isaac, aunque no prometo nada.

★★★ 

¡Hellouqui jawarisousqui!

Gracias por todo su apoyo.
Me tienen gratamente sorprendida.

Gracias por leer.

¡Bendiciones!

Con amor (❤️‍🔥)

Mariana V.

UN LLAMADO PARA VOLVER A CREER [✓]Where stories live. Discover now