Parte única

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"El dolor me rodea el cuello con manos tormentosas. Las calles de Edimburgo me producen ese dolor; son esas manos, mi verdugo. Todo me recuerda a él: su olor, su sonrisa, sus promesas y el resplandor de sus irises tan claras como el cielo de Escocia. Y al escribir esto mis manos tiemblan aún por la incredulidad, por el desasosiego, por el fuego en mis entrañas" (1).


Si puedo presumir mi habilidad para recordar las cosas, son ocho el total de las veces que he leído este libro, y con cada lectura, tiendo a repetir el mismo párrafo quince veces. Quince veces nada más. No puedo contar la número dieciséis porque entonces el ardor de los ojos me parece insoportable y la vista se torna opaca. Y es sólo cuestión de segundos para que el pecho comience a dolerme de nuevo.

Luego de eso, como ahora, me veo obligado a parpadear para alejar las lágrimas. Es mágico, porque con ellas se va la sensación de asfixia y el nudo en la garganta. El corazón se me adormece de nuevo y puedo continuar con lo poco que queda del libro. Y una vez saboreo el último verso del poema final, vuelvo a acariciar la contraportada con la mirada ida, con la mente llena de ese párrafo que tan mal me hace, pero del que me apropié con orgullo. Me aferré a él como un sediento a un caudal porque en él está escrito su nombre, en cada letra y en cada oración, en su significado y en entonación.

Cuando mis dedos tocan las hojas, lo veo a él en el jardín de nuestra casa, con el libro en manos, con esa mueca tan concentrada y el entrecejo fruncido por la impotencia ante la injusticia que sus ojos leían. Y a pesar de eso, no pasaba mucho tiempo para que volviera a empezarlo. Con cada inicio, se percibía en sus ojos la redención y el perdón a la historia, también el amor ante las sensaciones que ésta le causaba. Él solía decirme que ese era precisamente la magia del arte: la habilidad para transmitir emociones al espectador.

Una vez escuché una discusión de dos personas acerca del apego hacia cosas inanimadas. Una argüía que los objetos carecían de alma y, por lo tanto, resultaba una tremenda estupidez crear lazos afectivos con algo que no otorgaría reciprocidad, que no sentiría un desprecio ni el placer de una caricia. Y ante eso, la otra insistía en que eso dependía totalmente de cada uno de nosotros. Decía que quienes tenemos el poder para otorgar el significado éramos nosotros; de nosotros depende dar el valor y crear cualesquiera que fuesen los sentimientos al objeto a través de ese mismo valor, porque los objetos forman parte de los recuerdos y en los recuerdos se queda la esencia de una persona, una parte de su alma.

Luego de eso, no escuché más. Han pasado años, pero todavía recuerdo sus palabras y con el paso del tiempo también las he comprobado. Porque para mí, tener este libro entre las manos es tenerlo a él, un pedacito, un recuerdo, una sonrisa y un llanto que sólo vive en mi memoria. Y al leerlo lo vuelvo a ver, y lo vuelvo a sentir, y vuelvo a percibir el perfume de las flores combinado con el almizcle tan delicioso que desprendía su piel y que se acrecentaba en días soleados, como este.

Suelto un suspiro profundo mientras me obligo a cerrar el libro. Todavía es temprano, la brisa matutina se sigue sintiendo por toda la casa, pero aún quedan bastantes cosas por hacer. En especial porque el día de hoy es martes.

Desde hace poco más de un año, todos los martes, Félix, Innie y Jisung vienen de visita. Los tres, sin falta. A veces aparece Hyunjin, otras Binnie, rara vez Seungmin, ya que el trabajo se lo impide. No me quejo, a pesar de la distancia, ellos me han sabido transmitir su infinito amor, del cual me encuentro bastante agradecido, aunque se los diga muy pocas veces, sé que lo saben.

Los martes se han vuelto días activos, pues su visita conlleva el esfuerzo de limpiar la casa y de esmerarme en apariencia. El brillo en su mirada y la sinceridad en su sonrisa dependen directamente del cómo luzca. No puedo juzgarlos y mucho menos culparlos, soy consciente de que es la preocupación imperando en ellos; intento empatizar, comprender... aceptar.

In love with a ghost || Minchan  O.SΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα