Hoy decido hacer un poco de pasta.

Minutos después del mediodía, el timbre suena. A través de la puerta puedo escuchar los distintos tonos de voces y mi corazón se calienta un poquito. Una semana es suficiente para extrañarlos.

—Minho, ¡hola! —El pequeño Yongbok me saluda con efusividad, y yo correspondo al abrazo que me da—. ¿Por qué tardaste en abrir?

—Lo bueno se hace esperar —contesto con diversión—. Adelante, pasen.

Me tienden una canastita con muchos postres que seguramente acabaré antes del anochecer. Ellos entran y yo me quedo un par de segundos atrás, mirando el jardín con emoción. Hoy es uno de esos días con suerte. El cielo, como si lo supiera, se aclara mucho más y el sol me pega de lleno en el rostro por un momento. Su calidez me arrulla como sus brazos solían hacerlo, se siente maravilloso.

— ¿Minho? —escucho a Jisung tras de mí, con un tono ligeramente preocupado y suelto un suspiro antes de voltear hacia él. Le sonrío.

—Ya voy. No había salido, así que me sorprendí por lo lindo del clima el día de hoy.

—Sí, está excelente —concuerda—. Innie ya está adueñándose de tu cocina, por cierto.

Soltando una risita, me adentro a la casa.

—Rompió su propio récord.

La tarde pasa entre risas, incluso parece que todo finalmente toma su rumbo. No obstante, detrás de cada una de ellas se esconde su nombre y todo lo que implica. Puedo sentir la tensión detrás de las carcajadas y las pupilas dilatadas, alertas a mis movimientos, a mis palabras, a cualquier indicio suyo que pueda escapar a través de mis poros.

En la pared, el reloj marca las cuatro de la tarde, y mientras las manecillas corren, el tiempo de despedida se acerca; con él, el discurso eterno gestado por una preocupación que cada vez les resulta insoportable.

—Min...

Oh no.

El tono siempre es el mismo. Me suena como el golpe del badajo de una campana, insistente, insoportable. Drena la energía que he conseguido con su visita y me ata a una realidad de la que he intentado huir por las últimas horas. De pronto sus rostros se convierten en mi verdugo y siento rencor, y una tristeza profunda. Antes creía que este martes sería distinto, que finalmente esas súplicas no llegarían. Todas las semanas guardo mi esperanza, misma que se quiebra con esa voz lúgubre que dice mi nombre como una sentencia de muerte. Hoy no fue la excepción.

—No, por favor —suplico—. Íbamos muy bien.

—Entiende que si te decimos esto es porque nos importas, nos preocupas.

—Félix tiene razón, además, no te hace bien estar solo, Minho —insistió Jisung, con el tono de voz agudo, desesperado. Y supe que entonces comenzaría con la casa, con el jardín, con la situación... con cualquier cosa antes de mencionarlo—. La casa se mira ya muy deteriorada, es demasiado grande para que vivas tú solo aquí. Además, ya sabes, no te hace bien revivir día a día recuerdos que todavía te dañan.

—Estoy bien aquí.

—No lo estás, lo sabes. Puedes vivir con alguno de nosotros, sin ningún problema.

—Lo agradezco, pero no lo haré. No seré una molestia para ustedes y tampoco significa una molestia para mí el vivir aquí. —Suspiré, evitando exaltarme. Se trataba de una discusión sinsentido. Resultaba un dejavú, una repetición exacta, una monserga que me sabía de inicio a fin y la cual tenía el mismo resultado siempre—. Sé que, si fuera por ustedes, quemarían esta casa. Pero esta casa es él y él sigue siendo mi todo. ¿Podrían respetar eso?

In love with a ghost || Minchan  O.SWhere stories live. Discover now