Desconcertado, observó cómo la reina Alicent intercambiaba unas palabras con su hija. En el fondo del estómago de Jacaerys algo se revolvió con inquietud al ver que Lucerys deliberadamente giró sus talones hacía la consorte y habló de un tema que el primogénito castaño no pudo saber. Se mordió el labio inferior dudando si intervenir, encontró la mirada de su madre también preocupada pero a los pocos segundos Lucerys terminó de hablar antes de que pudieran reaccionar.

—Luke, lo lamento, sé que no tendrás al omega que querías pero no puedes hacer cosas sin pensar sólo basándote en tus deseos– Rhaenyra alcanzó a su hijo y tomó sus manos.

—¿Como tú?– Lucerys dijo en tono sarcástico. Rhaenyra reprendió a su hijo con una expresión mordaz y el menor suspiró profundamente, resignado– Perdona, madre, no tengo ganas de hablar con nadie ahora– Se liberó del agarre suavemente sin mirarla, apoyando su espalda en la pared más alejada del resto luego de buscar una copa.

Sus ojos esmeraldas volvían a estar sobre aquel omega y se relamió los labios tomando un sorbo de vino, sintiendo su corazón detenerse angustiado mientras Aemond entrelazaba las manos con las de Aegon, frotando sus narices en un gesto de complicidad similar al de los conejos, compartiendo sonrisas bobas y juguetonas. El brazo de Aegon rodeó la cintura pequeña de Aemond y Lucerys desvió la mirada, permitiendo una lágrima resbale por su mejilla.

Jacaerys en cambio, no quitó ni un segundo su vista de la escena transcurrida entre sus dos tíos. El rencor y los celos estaban ocultos en lo que trataba se viera como una expresión indiferente, pero Rhaenyra supo ver su hijo ocultaba algo. No obstante, tuvo miedo de descubrir qué era.

Ella también tuvo que ser testigo de cómo otros omegas se acercaban a su amado Harwin, quien para muchos estaba soltero, sólo pudiendo callar y pretender la misma frialdad con impotencia. Y tuvo miedo de confirmar sus sospechas.

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Aegon pensaba ver a Jacaerys en la cena familiar que ordenó el rey iba a ser tenso, pero sólo estaba molesto de que su asiento hubiese estado colocado al lado, obligándolo a evitar todo lo inhumanamente posible ver al costado derecho, concentrando su atención en la conversación con Aemond dónde sugería usara su conocimiento en vinos para abrir conversaciones y lograr acercarse a las otras casas importantes.

Aparentemente su padre quería a los primogénitos de su esposa e hija en el mismo sitio con sus parejas. Cada facción tenía que usar el color contrario, entonces por primera vez en mucho tiempo Aegon y su prometido junto al resto de su bando usaban los colores negro y rojo en su ropa.

Aemond vestía un vestido rojo y negro que dejaba al descubierto sus hombros, junto a guantes largos más elegantes que los normalmente usados por él para recordar el aroma de su dragona. El cabello estaba semi recogido con una flor al costado de su cabeza, exhibiendo su marca con orgullo. Aegon encontraba tentador el cuello pálido de su prometido, en ese vestido encantador que resaltaba la pequeña cintura del omega.

—Egg, ¿Estás prestando atención?

—Por supuesto. No sé de política e ignoro sobre moral, pero sé mantener las apariencias– Afirmó retirando el mechón sobre el parche en el rostro de su omega, descendiendo su pulgar sobre el labio de su Aemond. La nuez de Adán de Aemond tembló con los movimientos cerca de su cicatriz– Diablos, necesito arrancarte ese vestido una vez estemos solos.

—¿Qué haces?– No hubo reproche en su voz, sino seducción, moviendo sus pestañas con coquetería.

—¿Recuerdas cuando viniste llorando hacía mí porque no querías madre supiera que un alfa se burló de tí?

The Golden King and His Queen "One Eye"  Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin