⊹ ࣪ ˖ warnings: angst, situado después del arco del inventario oculto. ⊹ ࣪ ˖ word count: 3,061 (sin contar mi notita de autor, jeje)
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21:45.
Tokyo.
―¿A dónde vas tan temprano? Pensé que te quedarías a leer los reportes de las misiones de la clase de primer año ―la voz de Hana llenó la silenciosa oficina al sentir a Gojo queriendo escabullirse por la puerta. Su cabeza se alzó primero y luego sus ojos le siguieron.―No hay misiones hasta mañana.
―¿No puedo irme a la cama temprano? ―cuestionó el albino de mala gana, cruzándose de brazos de manera casi berrinchuda.
―¿Un martes? Qué raro, usualmente solo descansas los domingos ―la rubia pasó la página del documento que intentaba leer desde hace dos horas, pero simplemente su mente estaba en otro lugar.
En el mismo lugar en el que la mente de Gojo estaba en estos momentos.
―El hechicero más fuerte también tiene derecho a descansar entre semanas ―recalcó con una sonrisa engreída. Abrió la puerta de la oficina y suspiró dándole una última mirada a Hana, quién dejó de verlo desde hace minutos.―Suerte con eso, nos vemos ―alzó su mano derecha, despidiéndose y luego formando la señal de paz con sus dos dedos.
La rubia dio un largo suspiro luego de que Satoru se marchara de ahí. Estaba actuando raro desde hace semanas, pero daba igual, ella también lo hacía y eso no pasaba desapercibido frente el albino tampoco. Los dos tenían este círculo vicioso del cual no podían salir, pero era desconocido para ellos mismos.
La noche fue larga para Hana. Ayer lunes le fue imposible descansar al descubrir finalmente el paradero de Geto, pero no tuvo las agallas de subir siquiera las escaleras del templo. Sus manos temblaban y su cuerpo no le respondía, solo lo hizo una vez las gotas de lluvia empezaron a caer sobre su cuerpo desprotegido, y fue para darse cuenta que debía irse de ahí si no quería perder su cordura.
Al igual que hoy, un día que amenazaba con llover, Gojo se encontraba de camino al templo donde Suguru se encontraba, o al menos, esperaba que lo hiciera. De todas formas, el albino nunca tuvo el coraje de entrar, y tampoco pretendía hacerlo. Se quedaba parado a lo lejos observando, anhelando algo que ya no podía tener y era muy tarde para recuperar.
Gojo había perdido a su mejor amigo, Hana había perdido al chico que amaba. Ambos cargaban con la culpa de aquello, pero tal vez, uno más que otro...
