Parte 1 Sin Título

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Siempre recordare aquella tarde de invierno en que Hugh me regalo el mejor de los orgasmos que había tenido en mi vida. Fue como tocar el cielo sin ser un ángel. Me acuerdo de cómo su lengua recorría mi sexo, tan dulcemente. Recorriendo cada parte de mi cuerpo con su lengua, con sus besos... sin que yo pudiera hacer nada. Tan solo dejarme llevar al más absoluto placer.

Aquel día Hugh me había invitado a comer a su casa, tan solo como amigos y ahí nos encontrábamos los dos, en su cocina... bebiendo vino mientras él preparaba mi plato favorito.

Después de 7 años nos conocíamos a la perfección, ambos sabíamos lo que al otro le gustaba, ambos sabíamos lo que estaba pensando el otro con tan solo mirarnos a los ojos. Yo no podía dejar de mirar esos ojos azules que se ponían nerviosos cada vez que los miraba. Minutos después y con la comida terminándose en el horno, Hugh se acercó a mí.

—¿Un brindis?

—Claro —dije yo—. ¿Por qué brindamos?

—Por nosotros —dijo él.

Él no dejaba de mirarme a los ojos, yo me estaba empezando a poner nerviosa. El corazón parecía que se iba a salir de mi pecho, las piernas me temblaban dando la sensación de que me iba a caer en cualquier momento. El pareció darse cuenta, dejo su copa en la encimera de la cocina, me abrazo y empezó a besarme el cuello.

Yo cerré los ojos.

Agarro mi copa y la dejo junto a la otra.

Me abrazo.

Le agarré por la cintura.

Seguía besando mi cuello.

Yo seguía con los ojos cerrados. Sentía su cuerpo junto al mío, sentía su aliento en mi cuello, sentí su lengua jugar con la mía. Echaba de menos aquellos besos, aquellas caricias, aquellos brazos que me abrazaban fuertemente para no dejarme caer. Su mano se metía por debajo de mi falda, acariciando mi pierna. Llegando a mis bragas, acariciando mi sexo por encima de estas.

Aquellas caricias me estaban volviendo loca.

Abrí las piernas para dejarlo pasar. Él se dio cuenta.

Introdujo un dedo en mi sexo, empezó a moverlo lentamente aumentando el ritmo poco a poco. Yo me mordía el labio, pero mi gesto no podía esconder el inmenso placer que empezaba a sentir en ese preciso momento.

Me quité el vestido.

Empecé a desabrocharle la camisa, besándole el cuello, acariciándole su miembro por encima de los pantalones donde empezaba a ver una notable erección.

Me agaché terminando de quitarle los pantalones, él se terminó de quitar la camisa y yo le quité los calzoncillos.

Agarré sus nalgas mientras besaba sus muslos.

Me encanta jugar con mi lengua en sus testículos, recorrer todo lo largo que es su miembro, lamerlo con cuidado, ver de reojo como Hugh se estremecía de placer.

Ninguno de los dos podía aguantar más.

Me tumbé.

Note el frío de las baldosas del suelo, pero aquello no me importaba porque lo tenía a él, besando mis muslos, jugando con su lengua en mi sexo, estimulando mi clítoris. Aquello me estaba transportando al paraíso.

No recuerdo los orgasmos que llevaba ya ¿dos o tal vez tres? Solo recuerdo que lo que sentía nunca lo había vuelto a sentir con ningún otro hombre. Hugh subía besando cada parte de mi cuerpo hasta mis labios donde seguíamos jugando con nuestras lenguas.

—Hazlo ya —le dije.

—¿Estás segura? —preguntó.

—Hazlo —suplique.

Separé las piernas.

Él introdujo su miembro en mí.

Lo deseaba, lo echaba de menos.

El ritmo empezó lento, aumentando con cada movimiento de su pelvis.

Me puse arriba. Como si de unas amazonas se tratase movía mis caderas dándole el más absoluto placer.

A Hugh le gustaba.

A mí me encantaba.

Llegamos al orgasmo casi a la vez, aunque no era el primero para mí. No recuerdo cual fue, solo sé que fue maravilloso. El mejor orgasmo que había tenido en mi vida.

Creo que se nos quemó la comida que estaba en el horno, aquello nos daba igual. Habíamos vuelto a vivir un momento maravilloso, juntos... solo nosotros. Solo él y yo.

Había vuelto a tener el mejor orgasmo de mi vida con él.

Recuerdos inolvidablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora