Parte 1 Sin Título

3 0 0
                                    


Hace unos días, mis compañeras del programa de radio y una servidora conocimos el número de oyentes que nos escuchaban cada noche. Por una vez más, volvíamos a ser líderes absolutos en nuestra franja horaria y no solo eso, sino que subíamos en número de oyentes. Aquello fue motivo de celebración así que ni cortas ni perezosas, las cuatro nos fuimos a disfrutar de la noche madrileña nada más terminar el programa del jueves. Estábamos de fiesta, felices, algo perjudicadas por el alcohol y porque no decirlo, cachondas. Natalia y Susana desaparecieron el resto de la noche, según ellas se marcharon a casa porque estaban cansadas y querían dormir, tanto Sara como una servidora no nos lo creímos.

Sara y yo seguimos la fiesta en aquel pub de Madrid donde solíamos ir a bailar y en donde los camareros cumplían las fantasías sexuales de cualquier mujer. Cuerpos esculturales bien trabajados en el gimnasio, completamente depilados, tatuajes adornando sus brazos y purpurina haciendo más caliente la perfección humana. Eran las 5 de la mañana cuando Sara y yo nos disponíamos a coger un taxi para irnos a casa. Mientras esperábamos un taxi, Sara vio que uno de los camareros nos miraba fijamente a las dos. Era moreno, pelo corto, con unos ojazos marrones y una mirada que te empezaba a poner cachonda con solo mirarte.

Se acercó.

Cogió a Sara y empezó a besarla mientras la apretaba contra sí mismo. "¡que puta!", pensé. Iba a apartarme de ellos cuando el camarero misterioso me cogió de la mano y me acerco a él. Dejo de besar a Sara y empezó a besarme a mí. Yo flipaba en colores. Media hora más tarde, los tres estábamos en su cama. Él en medio besándome mientras me desnudaba. Sara detrás de él besándolo por la espalda mientras le desnudaba a él. Con una mano acariciaba mi sexo por encima del tanga y con la otra, acariciaba el de Sara.

—¿sabéis lo que me pone como una moto? —nos preguntó— ver como dos mujeres hermosas se besan.

Sara y yo nos miramos, nos acercamos y empezamos a besarnos. El camarero misterioso acariciaba mis pezones mientras besaba el cuello de ella. Nosotras seguíamos besándonos como a él le gustaba. El camarero misterioso se tumbó en la cama, cogí su miembro con mis manos y empecé a masajearlo suavemente. Primero con mis dedos, luego con mi lengua, finalmente con mi boca. Mientras, el camarero misterioso jugaba con su lengua en el sexo de Sara, ella gritaba de placer. Introdujo su erecto pene en Sara, mientras ella dibujaba con su lengua infinitas formas sobre mi sexo. Yo cerré los ojos, me mordía los labios. Estaba disfrutando con todo. Disfrutaba cuando Sara me lo hacía a mí, cuando yo se lo hacía a ella, cuando el camarero misterioso se recreaba con cada una. Disfrutaba cuando tenía su pene dentro de mí y me hacía medio gritar con cada embestida.

Al día siguiente me desperté con un terrible dolor de cabeza producto de haber bebido algo más de la cuenta la noche anterior. Cuando abrí los ojos, me di cuenta de que había dormido en una cama que no conocía.

Estaba completamente desnuda.

Me di cuenta de que aquella noche no había dormido sola porque Sara estaba durmiendo y también, estaba desnuda.

No entendía nada.

Busqué el móvil en la mesita de noche para ver qué hora era cuando para mi sorpresa, vi que un vibrador, que no era mío, estaba fuera del cajón.

No hubo ningún camarero misterioso, tan solo un pequeño secreto que solo quedaría entre Sara y yo. 

Nuestro pequeño secretoWhere stories live. Discover now