Capítulo 4: Sombras Reveladas

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El fin de semana transcurrió con la ausencia de Felipe, sumergido en sus negocios que se extendían por Brooklyn, donde era dueño de varias discotecas y clubes de striptease. Mientras él gestionaba sus asuntos, Elena quedó a merced de las tensiones y desafíos que la mansión reservaba para ella.

El acoso no tardó en manifestarse de diversas formas. Por un lado, sus compañeras de servicio, arrogantes y engreídas, continuaron con sus comentarios despectivos sobre su físico, haciéndola sentir más vulnerable que nunca. La presión por encajar en un entorno tan hostil se volvía cada vez más abrumadora.

El domingo por la tarde, Elena se encontraba recogiendo las últimas huellas de un par de días cargados de tensiones y acoso. El peso de las palabras hirientes de sus compañeras resonaba en su mente. Con movimientos mecánicos, recogía la vajilla y los utensilios de la cena, procurando mantener la compostura a pesar de la carga emocional que llevaba sobre sus hombros. El eco de las risas burlonas y los comentarios hirientes se disolvía en el silencio de la mansión, convirtiendo la tarea en una especie de danza solitaria entre los rincones oscuros.

El ruido de los platos y cubiertos resonaba en la cocina, recordándole el contraste entre su realidad y la aparente opulencia que la rodeaba. Cada pieza recogida representaba un pequeño triunfo sobre las adversidades, aunque sabía que el ciclo de hostilidad y desafíos no se detendría tan fácilmente.

A medida que avanzaba, la oscuridad de la mansión parecía cerrarse sobre ella. Elena, dispuesta y lista para dar por finalizado el agotador fin de semana de trabajo, decidió ascender las largas escaleras de nogal que llevaban al despacho desde el cual supervisaba la seguridad de la mansión Mendoza.

— Philippe, me marcho ya a casa — Anunció Elena al despertar a Philippe de sus pensamientos, mientras ella se dirigía a escribir su horario en la hoja de firmas.

— De acuerdo, señorita Elena — Respondió Philippe, acercándose sigilosamente por detrás, lo que provocó que Elena se sobresaltara.

Ella, sorprendida, se giró rápidamente y se apartó de él, elevando una ceja molesta. Philippe continuaba acercándose, cada vez más, hasta que finalmente logró atraparla entre sus brazos, impidiendo su salida.

Philippe, de manera brusca, lanzó a Elena contra la mesa de la sala de cámaras. El rostro de Elena, se tornó aterrorizado, y comenzó a gritar pidiendo ayuda. Sabía que, en ese momento, no había nadie más en la mansión, ya que ella fue la última en terminar sus labores.

La atmósfera de la sala se cargó con la tensión palpable de un encuentro que tomaba un giro inesperado y peligroso. Elena, atrapada y temerosa, se esforzaba por liberarse de la presa de Philippe mientras gritaba por ayuda, consciente de que la oscuridad de la mansión ocultaba su desesperada situación.

Lágrimas de terror resbalaban por las mejillas de Elena mientras, en la sala de cámaras, Philippe avanzaba, despojándola de la poca fortaleza que le quedaba. No podía contener los sollozos y sus súplicas quedaban ahogadas. Philippe sin hacer caso de sus súplicas y sollozos continuó rompiendo su uniforme. Estaba totalmente decidido.

El roce de la violencia llegó a su punto álgido cuando Felipe, alertado por el sonido perturbador, irrumpió en la sala. Sin dudar, disparó varias veces hacia Philippe, quien cayó pesadamente sobre Elena. El cuerpo inerte del agresor la aprisionaba, sumiéndola en un shock paralizante.

Felipe, con manos firmes y decididas, retiró el cuerpo de Philippe, revelando a una Elena temblorosa y en estado de shock. Su ropa desgarrada y su rostro marcado por la angustia creaban una imagen desgarradora.

El hombre de imponente atractivo, normalmente distante y frío, mostraba ahora una faceta inusual. Preocupación marcaba sus rasgos mientras revisaba a Elena, asegurándose de que física y emocionalmente estuviera a salvo.

Entre Éxtasis y Siluetas OcultasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora