La saliva que secretaba la boca de un alfa momentos antes de una mordida tenía un efecto anestésico y Aegon tuvo especial cuidado con Aemond. Sus hermanos eran especiales y ahora él era su prometido, quien le dijo que lo amaba al punto de confiarle lo que guardaba celosamente. Pero él tenía otros planes, no quería deshonrarlo.

Sin embargo, vió desde arriba el cuerpo del Omega contorsionado por el orgasmo, con los labios rojos hinchados y no pudo evitar probar más de ese delicioso manjar.

Apenas le dejó recuperar el aliento, besándolo intensamente hasta que también llegó al climax y se apartó para no soltar su semilla en su hermano menor a pesar de la mirada fulminante que Aemond le dirigió.

—¿Qué? Eres mi amado hermano, no puedo deshonrarte. Mi futura reina merece ser tomado como se debe– Replicó Aegon sonriendo de medio lado, apartando un mechón húmedo del rostro de su hermano, dándose cuenta era increíblemente sedoso y su rostro angelical cuando estaba relajado a pesar de la cicatriz y el zafiro brillante.

—Egg, te amo– El ojo de Aemond se iluminó dirigiendo su mano a los labios del alfa, quien hizo una expresión enternecida reconociendo la sinceridad de esas palabras. Jacaerys también se las dijo muchas veces, pero no con el mismo sentimiento de su hermano. O quizá sí, pero sin duda sus deberes como príncipe eran más importantes que él. Aemond en cambio estaba dispuesto a darle todo– No sabes cuánto...

Aegon tomó el rostro de su prometido, con su pulso acelerado por las palabras y entrega del menor, pegando sus frentes amorosamente.

—¿Sabes? Estoy seguro podría llegar a enamorarme de tí...– Dijo con el corazón acelerado, y aspiró el aroma de su prometido.

—Claro lo harás– Concordó Aemond soltando una risita, eufórico– Y ambos compartiremos la responsabilidad del reino el resto de nuestras vidas.

—¿Compartir?– Aegon se sorprendió. Nunca había pensado en esa posibilidad, siempre creyó si tomaba el reino tendría que cargar solo la abrumadora responsabilidad de miles de desconocidos, y su amor o repudio. “Compartir” sonaba mucho más confortante.

El omega se acomodó en el pecho ajeno, y el otro rodeó su espalda, Aemond estaba enérgico luego de esa sesión de placer, mordiendo su labios para no gritar de la alegría. Sólo hace una semana que se había propuesto conseguir cortejar a su hermano hasta enamorarlo, y podía asegurar estaba cerca de cumplir su objetivo.

Aegon ya no tenía por qué pensar en otro alfa de sangre bastarda, no teniéndolo a él. Se preparó especialmente para su hermano, desde pequeño siempre supo Aegon era para él y tenía que haber nacido para su hermano. Cuando su casta se reveló omega, no pudo estar más feliz sabiendo significaba podría casarse y tener hijos con él, aunque su hermano no discriminara sobre sus amantes estando con quien estuviera dispuesto, él no quería ser sólo un amante o una aventura temporal. Él iba a ser la reina de su hermano, su compañero de por vida y el único dueño de su corazón.

Su corazón dolió cuando supo de la relación entre Jacaerys y Aegon, pero no se rindió. Si bien no intervino, le pidió a los Siete que como fiel seguidor de su palabra le concediera su deseo, no pediría nada más, sabía aunque no estaban prohibidas las relaciones entre alfas si estaban mal vistas. No habría hijos, Aemond dudaba en verdad Jacaerys fuera a sacrificar su reputación y la de su madre más de lo que ya estaba por Aegon, pues estaba seguro no lo amaba como él lo haría.

¿Quién más sino él entendía Aegon necesitaba alguien que le ayudara tener menos peso de las enormes responsabilidades que suponían manejar un reino? Que Aegon era más de ser un alma libre y se sentía enjaulado entre la corte y su titulo de príncipe. Él necesitaba alguien que le ayude a extender sus alas mientras también le ayuda a poner los pies en la tierra cuando sea necesario. El tiempo le dió la razón. Su sobrino se casó sin al menos mandar una carta para terminar su relación con Aegon, seguramente por idea de Rhaenyra luego que Cregan Stark se comprometiera con Helaena, para equilibrara balanza siendo Jacaerys el esposo de Sara, la amada hermana del guardián del Norte y no perder un aliado que quizá fuera necesario en una posterior guerra.

Al despertar no halló a Aegon, pero sí una nota con el olor a vino de uvas del alfa, explicando no quería lo vieran salir de su habitación en la mañana y corriera el rumor pasó allí toda la noche. Aemond se sentía completo, y glorioso, incluso saltó sobre la cama como hace años había dejado de hacer, recordando las caricias del día anterior y recorriendo con sus manos la marca en su cuello, indicando estaba oficialmente comprometido.

Escuchó las puertas siendo tocadas, y rodó el ojo imaginando sería el molesto de Lucerys otra vez ahí temprano, y bufando lo ignoró hasta que escuchó una voz muy distinta de afuera. Pero no menos reconocible.

Esbozó una sonrisa ladina, e hizo a un lado el perfume que iba a usar para disimular el olor de su prometido en él, caminando para dejar pasar a Jacaerys no-Velaryon.

El castaño lo miró duramente, aunque la sonrisa de Aemond seguía de oreja a oreja en su cara.

—Tú fuiste quién esparció el rumor de mi matrimonio con Sara– Acusó Jacaerys, con una mueca al reconocer el aroma adicional sobre su tío.

—¿Yo esparcir un rumor así? Soy un omega de honor, sólo los avivé un poco– Respondió resueltamente Aemond, cruzando los brazos.

Era cierto un matrimonio del Norte tardaría meses en convertirse en noticia, por eso Aemond fué quien se encargó llegaran lo más rápido posible. Aegon merecía saber qué pasaba, si sólo se lo decía no le creería. El amor era ciego, y era la primera vez que se enamoraba, necesitaba un golpe de realidad para entender que en verdad quien le hizo muchas promesas terminó traicionando cada palabra. Incluso si en el proceso las personas comunes como Champiñón comenzaban a hacer cizaña y mofas de la situación, era algo que tarde o temprano Aegon pasaría. Era mejor fuera cuánto antes.

—¡¿Quién te crees?!– Jacaerys dió un paso hacía él, e iracundo iba a apretar los hombros del platinado, pero Aemond lo esquivó y tomó el mango de su espada colgando en la cintura.

—Jinete de Vaghar, uno de los omegas más hermosos del reino a pesar de esto que tú y tu hermano me hicieron en la cara, el mejor aprendiz de sir Criston, sangre legítima del rey...– Contestó el Omega frunciendo el ceño– ... Mejor guerrero de lo que tú nunca serás y prometido de Aegon como tú ahora sólo puedes soñar.

—¡¿Acaso crees puedes usarlo para vengarte de Luke y yo?!

—¿Usarlo? No te proyectes ni te creas tan importante, sobrino. Desde que te acercaste con claras intenciones a mi hermano te dije él estaba hecho para mí y yo para él, te lo advertí y aún así te casaste con Sara. Pero está bien, un alfa como tú no es para nada comparable a un omega como yo.

Esta vez fué él quien se acercó al contrario, para que huela mejor el olor de Aegon,  y se frotó su cuello inclinando la cabeza para mostrar su marca.

Jacaerys mostró una expresión de angustia, gritando:

—¡Le diré tú esparciste ese rumor y lo hiciste quedar en ridículo!

—Muy bien, díselo tú, el que lo traicionó y lo busca estando unido a una omega en matrimonio. Yo sólo hice que se diera cuenta más rápido rompiste tu palabra y lo consolé por mi cuenta de manera muy eficiente. Hilarante, ¿No?– Aemond bufó burlón– ¿Rumor? A ver, te uniste en matrimonio con la hermana del guardián del Norte, ¿Qué parte fué rumor? Entiendo tu madre tenga la mala costumbre de creerse sus mentiras, pero hay que ser realistas.

The Golden King and His Queen "One Eye"  Where stories live. Discover now