—¿Bien? —Estoy más confuso de lo que parece.

—Pues si ya no hay más secretos entre nosotros, si ya no hay más juegos de cobardes para tapar sus estúpidos sentimientos hacia mí y si ya no existe o... —traga grueso— intentará quitarse la culpa que tiene al estar conmigo, quizá pueda ponerlo a prueba.

Se levanta de la silla luego de llevarse una última pieza a la boca y se comienza a quitar todas las playeras que tiene encima como si nada.

—¿Ponerme a prueba?

—Ajá, como hacen las casamenteras con todas las malditas mujeres de Siria —mumura con furia, como si estuviera recordando algo más allá de aquella tradición—. A mí me querían emparejar con Mushu, ¿sabe?

—¿Qué qué? —mi tono cambia.

—Ah, ya que estamos con eso de no a los secretos, sí. Él sabe que soy mujer, mi padre lo envío a protegerme, es conocido de la familia. Debería haberlo dicho antes, ¿verdad? Tal vez sí, tal vez no...

—Es decir que por ley eres casi esposa de él —lo digo con cierta dificultad al ver que se termina de quitar la faja y solo lleva puesto un sujetador.

—Hubiera sido así si no tuviera tanto carácter —dice alcanzándome todas las prendas que se quitó y dejándolas en mis manos—. Oh, y otro secretillo más. Sospecho, bueno, mejor dicho sé que hay una gran posibilidad que Pipa también lo sepa porque... bueno, me trata distinto al resto. Mucho más... suave —pronuncia las últimas palabras cerca de mi boca de una forma provocadora y sensual. Sabe que está jugando con fuego, mis celos y yo somos mi mayor defecto y lo sabe; pero cuando me le quiero acercar para callarla, ella se separa divertida y emprende camino a la ducha mientras mumura canturreando—: O quizá sea gay, también es una opción viable, cariño —sé que ironiza lo último, no será nada fácil tenerla devuelta.

Ella tarda aproximándamente quince minutos para salir de la ducha, es por eso que decido quedarme  sentado en una silla justo al frente de la puerta del baño esperándola con el ceño fruncido y los brazos cruzados, sobrepensando lo peor mientras oigo como canta (grita) canciones de dudosa procedencia. ¿Y si él la tocó? ¿Y si ya la tiene a sus pies y ella solo está jugando conmigo para vengarse? Eso sería algo normal de Blair. Es maldita cuando quiere. Un pequeño diablillo difícil de controlar que me está volviendo loco. Frunzo aún más el ceño y me froto la sien sin darme cuenta que el agua de la ducha ya había dejado de correr hace unos minutos.

—¿A dónde con esa cara larga? —vacila Blair envuelta en la toalla, poniéndome aún peor de humor—. No se enoje, capitán. Ya seré completamente suya cuando actúe como un hombre y no como un crío —No hace falta ni aclarar que el suya lo dice con sarcasmo, ella nunca diría eso ni aunque le paguen millones de dólares porque ella "no es de nadie"

Quiero contestar, pero me obligo a no hacerlo. Por un Zayn sin más dagas clavadas en el abdomen.

—¿Puedes cambiarte? —inquiero en forma de súplica, aún sentado en la silla.

—Claro, porque ahora yo también cago ropa —bromea pero no me da ni una pizca de gracia. Abro la boca para decirle donde tengo prendas y ella no me permite ni hablar cuando se me acerca enojadisíma—. Ni se le ocurra, no pienso usar más ropa de ella para ser más parecida y gustarle —No está loca, en una ocasión le di las únicas prendas de Lydia que rescaté y le mentí diciéndole que eran de un familiar, pero no con la intención que ella cree. Solo quería que se sintiera cómoda, fuera de su papel de hombre, al menos una vez en el campamento—. No soy el segundo plato de nadie, ¿entendió o...?

La tomo de la cintura por encima de la toalla húmeda y la tiro hacia mí de un movimiento veloz. Sus labios a centímetros de los míos. Siento el olor a mi shampoo impregnado en su cabello.

Besos en Guerra ©Where stories live. Discover now