Dos meses intensos habían pasado; Lo de los preparativos de la boda mantuvo a todos muy ocupados para que ese evento fuera perfecto. Finalmente la boda se haría en la playa con los amigos y las familias de Betty y Jughead. Se irían de Luna de Miel a París por sólo una semana porque no querían dejar a los niños por tanto tiempo sin ellos, sus padres.
Pero finalmente ya todo estaba listo y se acercaba el momento. La decoración, flores, globos y luces blancas, las largas mesas para los invitados, los bocadillos, las bebidas, el pastel... Los asientos de los invitados y el altar en el que los novios iban a jurar amor eterno.
Todo estaba listo, sólo faltaba empezar.
Un Jughead bastante nervioso estaba acomodándose el traje blanco, en este caso frente al espejo en compañía de Archie, Sweet pea y Fangs en una habitación de la gran cabaña en la que estaban.
—Entonces... ¿Cómo me veo?— Preguntó Jughead, nervioso, girándose hacia sus amigos.
—Hermano, relájate. Te ves bien— Aseguró Archie, sonriéndole.
—Te ves bien, pero deja los nervios o vas a empezar a sudar— Sugirió Sweet pea, divertido.
—Entiéndanlo, se va a casar— Pidió Fangs.
—Toc toc— Habló Kevin, apareciendo en la puerta con ambos niños tomados de las manos.
—¡Papi!— Chillaron ambos, corriendo hacia el.
Jughead los abrazó con una sonrisa y se separó para observarlos bien. —Mis pequeños... Se ven muy bien—
Lili tenía un vestido blanco y una diadema de flores sobre su abundante cabello rubio mientras que Diego tenía un trajecito azul como los amigos de su padre.
—Tu también papi— Aseguró Lili con una sonrisa.
—Papi ya sal para que te cases con mami— Suplicó Diego.
—Ya los oíste, vinieron a sacarte al altar— Avisó Kevin, divertido.
Jughead asintió y les hizo una seña a sus amigos para que lo acompañaran a salir de esa habitación e ir al altar a encontrarse con el amor de su vida. De solo pensarlo su corazón se aceleraba.
Por otro lado, Betty estaba a punto de llorar frente al espejo de la habitación en la que se estaba preparando. Tenía su hermoso vestido de novia con escote en el pecho y espalda, sin tirantes, una diadema de flores blancas sobre su cabello recogido en un moño alto y dos mechones rubios cayendo a ambos lados de su rostro.
—No llores B, no llores— Pidió Verónica mientras le retocaba el maquillaje.
—Deja esas lágrimas para cuando los declaren marido y mujer— Sugirió Cheryl, acercándose y mirándola con una sonrisa. —Te ves tan hermosa...
-A Jughead le dará un infarto cuando te vea- Aseguró Toni, entrelazando su mano con la de Cheryl.
Betty tomó aire y miró a sus amigas. —Es que no saben lo mucho que soñé con éste momento cuando era niña. Casarme con un hombre al que ame y que el me ame... El vestido... Los invitados... No lo creí posible—
—Todo es posible— Aseguró Kevin, entrando a la habitación con ambos niños.
—Mis bebés...— Murmuró Betty, acercándose a abrazarlos.
—Que bonita te ves, mami— Admitió Lili, separándose y mirándola.
—Es verdad— Aseguró Diego. —Pero papi ya te espera—
Betty asintió con una sonrisa y miró a sus damas de honor, que tenían vestidos violetas. —Vamos chicas—
Betty fue en compañía de Kevin, sus hijos y sus damas hasta el altar y antes de llegar Kevin entregó a Betty a su padre.
Harold, con lágrimas en los ojos, llevó a Betty hasta el altar y ella quiso llorar cuando lo vió ahí, mirándola con esa sonrisa y como si ella fuera el tesoro más preciado para él.
Y el casi llora cuando la vió tan hermosa, acercándose a él. La veía y aún no podía creer que estaba a punto de convertirse en su esposa.
—Estamos aquí reunidos para presenciar la unión de Elizabeth Cooper y Forsythe Jones III en sagrado matrimonio— Anunció el oficiante de bodas. —Porque el matrimonio es una unión de por vida y es un lazo que no debe romperse jamás. Tomados de las manos, recitarán sus votos matrimoniales—
Betty y Jughead se tomaron de las manos y se miraron a los ojos con una sonrisa.
—Yo, Forsythe Pendelton Jones III, te tomo a tí, Elizabeth Cooper, como mi legítima esposa para amarte, cuidarte y respetarte en las buenas y en las malas para toda la eternidad— Dijo Jughead, con los ojos cristalizados.
Betty le sonrió y tomó aire. —Yo, Elizabeth Cooper, te tomo a tí, Forsythe Pendelton Jones III, como mi legítima esposo y prometo amarte, cuidarte y respetarte en las buenas, en las malas y por toda la eternidad—
—Y ya manifestado su consentimiento ante ésta sagrada unión, yo los declaro marido y mujer. Puede besar a la novia—
Tras esas palabras del oficiante de bodas, Betty y Jughead se dieron un tierno pero profundo beso y sellaron sus promesas de amor para siempre, contentos de por fin haberse casado.
Después de esto, firmaron los papeles que los hacía esposos legalmente y hubo música, celebración, comida, bebidas y sus padres y amigos más cercanos se acercaron a felicitarlos. Todos estaban muy felices de su compromiso.
Especialmente dos pequeñitos que se les acercaron después de que la pareja de recién casados estuvo sola.
—¿Qué pasa mis amores?— Preguntó Betty, mirándolos.
—Bueno... Solo queremos darles las gracias por todo— Admitió Diego. —Porque ahora tengo una mamá y una hermana—
—Y yo tengo un papá y un hermano— Habló Lili, sonrojada.
—Ay mis niños...— Respondió Betty, dejando un beso en la frente de cada uno. —Los amo demasiado. Yo ya tengo dos hijos y no sólo una—
—Querrás decir que tenemos dos hijos— La corrigió Jughead, agachándose frente a los pequeños con una sonrisa. —Ustedes son lo más importante para su madre y para mí—
—Somos una familia, niños— Les recordó Betty con una sonrisa.
Se habían casado, uno amaba al hijo del otro como si fuera propio y de alguna manera se complementaron entre ellos, encontrando su otra mitad.
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