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Alice, luego de una larga y aburrida adolescencia en Ohio, decidió dejar de lado las porras y el canto, para tomar las riendas de su futuro y convertirse en una excepcional detective en el Precinto noventa y nueve.
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99th Precinct
6:40 am
—¿𝗩𝗜𝗘𝗥𝗢𝗡 𝗔𝗟 𝗧𝗜𝗣𝗢 que traje hoy, el traficante de drogas? –habló Peralta, acercándose hasta su escritorio y hablándole a las tres mujeres frente a él, las cuales lo miraban con atención– Tenía 81 años. Creo que es el detenido más viejo de toda mi carrera.
—Yo una vez arresté a un exhibicionista de 96 años. Temí que se muriera en el asiento de atrás. –comentó Santiago, observando a Rosa y a Alice con una sonrisa– o que se exhibiera...
—Mi detenida más grande tenía 78, pero el PCP la hizo luchar como si tuviera 20. –respondió Rosa, sonriendo con orgullo.
—Detuve a un anciano de 88 años, había robado una motocicleta. –dijo la asiática, estirándose en su asiento y cruzándose de brazos, recibiendo miradas de sorpresa.
—¿Y gemelos de 50 años cuentan como uno de cien? –preguntó Scully, acercándose hacia ellos con una expresión de confusión y una taza de café en su mano. Los cuatro detectives negaron ante su pregunta.
—¿Hablan de quién fue el mayor? Sesenta y ocho. –comentó, orgulloso y sonriente, mientras dejaba lo que traía en su escritorio.
—No es tanto. –dijo Amy, mirándolo con una expresión neutra.
—Sí, pero yo sólo tenía 20.
—¿Tenías 20? ¿Ya eras policía? –preguntó Peralta, girándose a mirarlo un poco confundido por lo dicho.
—No, fue antes de entrar a la academia. –respondió Charles, aún sin enterarse de lo que en realidad habían estado hablando anteriormente sus compañeros.
Alice y Rosa luego de unos segundos se miraron entre sí, entendiendo por completo a lo que se refería el pelinegro. Una mueca de disgusto se dibujó en el rostro de la asiática, mientras Rosa sonreía y observaba a Boyle.
—Charles no se refiere a su detenido más grande. –habló la latina, observando a Amy y a Jake con una sonrisa.
Ambos detectives se quedaron en silencio, comenzando a unir hilos sobre la situación. Segundos después, un quejido salió de los labios de los dos.
—No... sí, eso. Sí, un detenido de 68 años, como les dije. –se excusó el de corbata, asintiendo con nerviosismo ante los quejidos de sus compañeros.
—¡Dios! ¿Tuviste sexo con una de 68 años cuando tenías 20? –preguntó Peralta, sin poder contener las risas y el rechazo ante tan sólo pensar en aquel momento.
