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Habían pasado dos semanas, Draco había desaparecido completamente del castillo, incluso sus amigos parecían confundidos cuando el profesor Snape nos dijo que sus padres se le habían llevado por una emergencia familiar.
Pero todos sabíamos que era mentira.
Eso solo había ayudado a crecer los rumores. Pronto llegó a mis oídos la supuesta infidelidad que le había hecho yo a Draco con Cormac.
Eso me ayudó a entender ciertas cosas, entre ellas el último mensaje que había me había mandado Draco...
Habían sido las peores semanas de mi vida, mi novio pensaba que le había sido infiel, y no podía hablar con él para explicarle las cosas, la gente me miraba con odio por los pasillos, y si solo fuesen miradas....
Los últimos días ni siquiera me había atrevido a salir de mi habitación.
Mis amigos, y los de Draco, después de explicarles la verdad de lo que estaba pasando, se encargaron de que a McLaggen no se le ocurriese volver a inventarse un rumor así, pero el daño ya estaba hecho.
Un día más, ni siquiera había salido de la cama, y la comida que me había traído Pansy seguía en la mesilla de noche, sin probar.
Mis amigas entraron cuchicheando en nuestra habitación.
—¡T/N!— me regañó Pansy al ver la comida, yo intenté taparme entera con la manta, pero no me dejaron.
No me hice muchas preguntas cuando me obligaron a ducharme, sabía que me hacía falta. Lo que si me sorprendió fue cuando me pidieron que me vistiese. ¿Para qué? No quería salir de mi habitación.
Tampoco tuve otra opción, cuando intenté escaquearme me cogieron y obligaron.
—Para qué me estáis vistiendo ¡No voy a salir!— me quejé, aunque las dos siguieron sacando ropa de mi armario sin hacerme caso.
—Si vas a salir, vamos a cenar las tres en la torre de astronomía, así no te puedes quejar de que hay mucha agente— dijo Daphne poniéndome una camiseta a regañadientes.
Y así estuve el resto del camino, aunque no sirvió de nada.
Cuando llegamos a la torre de Astronomía me hicieron entrar primero, y pude ver una manta en el suelo con comida, justo antes de escuchar la puerta cerrarse a mi espalda. Ninguna de mis amigas habían entrado.
Reaccioné en el momento exacto en el que escuché el cerrojo de la puerta.
—Enzo.... esto ya no es gracioso, llevo una hora aquí espe....— escuché la voz de Draco a mi espalda y se me heló la sangre.
Él se quedó a mitad de la frase cuando me vio.
—Draco...—dije sintiendo que se me secaba la garganta.
