Agacha la cabeza por un segundo a la vez que deja que todo el aire sea expulsado de sus pulmones. En cuanto vuelve a levantar la cara, noto un rubor sobre sus mejillas.

—Mer, me besé con Damien —pronuncia y de inmediato me suelta los hombros y se tapa el rostro con ambas manos para luego rodearlas en su boca. Niega un par de veces y con los ojos bien abiertos repite: —¡Mer, me besé con Damien!

El tono tan exasperado en el que lo dice y como agita sus manos en el aire me hacen entender que ahora es que ella es consciente de todo lo que sucedió en ese juego. Sacude la cabeza una tras otra vez, provocando que su cabello se mueva.

Pienso rápido en una manera de calmarla.

—Pero... parece que te gustó.

Me percato de la metida de pata que he hecho al ver como ella se lleva los dedos a la sien.

—No, Mer... —hace una pausa —, bueno, si me gustó...

Al admitirlo en voz alta parece mucho más alterada, veo como su pecho sube y baja a intervalos más agitados, entonces, retrocede un paso y mira a su alrededor.

—Necesito tomar algo —admite.

—Yo también.

Justo al saltar esto, alguien se acerca a nuestra altura. Nada más y nada menos que el amigo que debía cuidarnos y que no ha hecho más que perderse.

Éber.

Se acerca por mi costado. En cuanto dirijo mi interés hacia él, me doy cuenta de que trae dos vasos en sus manos. Aunque eso no es lo único en llamar mi atención, también lo hace lo desordenado que trae el cabello, antes no lo tenía así.

—¡Se familiarizaron más de la cuenta! —dice, frenando justo a mi lado.

Abril no tarda ni dos segundos en arrebatarle uno de los vasos y frente a mí, observo cómo se empina en el vaso como si su vida dependiera de beber todo el líquido. Tanto Éber como yo, la ensartamos con la mirada, sorprendidos. Tan pronto despega el recipiente de sus labios, arruga un poco el gesto y clava sus ojos color avellana en Éber.

—¿Dónde mierda estabas? —su pregunta se oye cargada de reproche, alzando la voz para escucharse entre la música y la algarabía que hay en el lugar. —Por tu culpa me besé con Damien.

Veo en el rostro de Éber una expresión de asombro y diversión que me causa algo de gracia.

—¿¡Te besaste con Damien... Damien Steiner!?

Abril pestañea y le da un nuevo chupito al vaso. Una vez traga, vuelve a fijarse en Éber.

—Y también es tu culpa que Darek haya besado a Mer en el cuello.

Sin salir de su perplejidad, mi amigo estira el vaso que le resta hacia mí y es aquí cuando sus ojos se centran en mi cara. Busca reprimir una sonrisa.

—¿Darek te besó en el cuello?

De repente, sin previo aviso, el recuerdo de sus labios contra mi piel me atrapa. Un cosquilleo sube a mis mejillas, mis manos se vuelven ligeramente temblorosas y un calor intenso empieza a propagarse por mis venas. Así que me veo empujada a agarrar el vaso que él me ofrece y no tengo de otra que afirmar con la cabeza.

—Sí, pero no me lo recuerde nunca en tu jodida vida —le advierto.

Una risa burlona estalla de su boca.

—Y eso que no querían venir. Ya luego hablaremos de cómo pasó todo eso, por ahora es hora de disfrutar.

La adrenalina que se ha apoderado de mí, me hace llevar el vaso hasta mis labios. Y sin más demoras, lo inclino y permito que la bebida se deslice por mi garganta.

No acercarse a DarekWhere stories live. Discover now