Día 13 de agosto de 2019 (17:45): Quizá porque lo escribo un día después me acuerdo de cada minuto. Cambiamos de local, había uno igual de próximo y avisé al cliente. Lo bueno es que mi compañero siempre tiene algún conocido cerca y, el camarero, un chico de nuestra edad, nos trató de 10. Tuvimos que esperar un rato, preguntándonos mutuamente sobre nuestros nervios. Los míos tan solo eran por esa 'improvisación' de la que os hablaba, sabía que, en cierto modo, ser jóvenes nos hacía tan vulnerables como si fuésemos sin ropa y con un chupete en la boca. ¡Demonios! Estaba trabajando en una agencia de publicidad y ayudando a controlar empresas gigantes, había trabajado durante años para aprender de las empresas y para saber cómo llevar aquello a nuestro objetivo: conseguir nuestro primer cliente. Ser mujer no es un impedimento, ser joven tampoco, de hecho, son incentivos para destacar, lo llevamos planeado, solo tenemos que plantearlo y ver qué ocurre, pensé. Es una tarde de sol en la que podrías estar en la playa, ya lo sé, pero merecerá la pena, ya lo verás, me dije.

Día 13 de agosto de 2019 (18:17): Saludamos a nuestro cliente y nos sentamos con él, le presentamos el plan y se lo leyó sin mirarnos mientras le contábamos de qué iba. Era solo orientativo, porque debíamos conocer su situación y objetivos para poder ponernos en marcha y ser objetivos en el tema. Había elaborado un presupuesto, del que, como iba observando cuando lo revisaba, había decidido prescindir. Mi compañero estaba hablando, quizá demasiado, pero el guion no era malo, tenía que darse a valer. Yo suelo preferir callar y escuchar, pero allí debía actuar como nexo. Piensa Alba, qué vas a decir, cómo vas a defender el precio. No solo importa el dinero, es obvio. Va a querer que le demostremos que vale lo que le estamos contando... ¿Cuál será su valor inicial? ¿Cuánto cree que merece la pena arriesgarse con nosotros? Y lo cierto es que en cuanto abrió la boca puse mi cara más estática posible. 'No voy a pagaros este dinero', nos dijo.

Día 13 de agosto de 2019 (18:38): Para mí no fue un motivo de desilusión, tenía curiosidad por saber qué nos ofrecía. En su libreta anotó mi nombre, y su siguiente pregunta fue '¿sería para trabajar los dos?' nuestra respuesta fue al unísono 'si'. Sabía perfectamente que su condición de pyme no le ofrecía la posibilidad de jugarse su sustento de vida. Sabía que para él era más fácil contratar solo a una persona, la que anotó en su cuaderno. ¿Realmente necesitaba a mi compañero? Pensé, ¡Era de lo que más segura estaba! Decidí serle sincera, no me quedaba otra 'bien, este presupuesto es solo para orientarnos, para que sepas el valor que le ponemos a lo que hacemos. ¿Qué nos propones?' Su mejor opción fue ofrecernos ir a comisión sobre las ventas de su web, los meses que cobrase más sería más porcentaje y los que menos, menos. Me parecía algo ridículo, supongo que nuestro presupuesto también lo sería para él. Había que llegar a un término medio. Pregunté a mi compañero con el ánimo de saber qué opinaba, estaba en blanco, tenía que negociarlo yo. 'Comprenderás que todo el trabajo de un mes tiene que tener al menos un pago, no podemos exponernos al riesgo de que no recibas pedidos y trabajemos por nada. ¿Estarías dispuesto a pagarnos algo de base?' No iba a salir de allí sin al menos eso, lo tenía claro. Con la labia de mi amigo y unos cuantos argumentos a favor anotó un número que equivalía al 45% de lo que habíamos planteado nosotros. ¿Era justo? Probablemente era la mejor opción que teníamos. Decidí que ese porcentaje era la confianza inicial que había depositado en nosotros, a partir de ahí la comisión sería en función de nuestra capacidad. ¡Un reto! Mi compañero al principio parecía dudar, yo también lo hacía: éramos niños jugando a llevar corbatas. ¿Dónde nos puede llevar esto? No tengo ni la más remota idea. Dijimos que sí.

Día 13 de agosto del 2019 (22:35): Estaba en mi cama viendo 'Callo Largo' en el ordenador, bajo recomendación de un muy querido profesor sumamente friki del cine y con un humor peculiar, pensando en cómo había ido el día. Aquella película representó muchas facetas de mí misma en un solo espacio: un héroe que no quiere serlo (mi talento para hacer lo que hago, que aún creo que no sacaré adelante), una joven con ideas fijas y con luz propia (ese talento que creo que puedo hacer destacar), una mujer que había sido grande pero se dio a la bebida (exactamente lo que no quería para mi futuro y temía), el villano (mi voz interior chantajeándome para llevar una vida tranquila y sin complicaciones), los secuaces (mis miedos)... Y así, con un final incierto, fue lo que necesité para decirme a mí misma: no sabes lo que ocurrirá. Y aunque el planteamiento inicial de la película era que el héroe moría, no me molestó asumir ese riesgo. Al menos murió como un héroe.

Conclusión: Negociar es difícil. Hay que subir ese porcentaje de confianza con esfuerzo. Ser auto-crítico está bien, pero las cosas suceden como suceden, lo importante es salir adelante. Aprender de los errores y persistir. Tengo muchas esperanzas en esto. ¡Tenemos nuestro primer cliente!

FIN... Oh, no, ¡espera!...

Bueno, de veras que me sigo carcajeando al leer esto porque, a partir de ese día comenzó la lección. Nos pusimos manos a la obra a crear y planificar, de hecho un día lo pasamos de muerte saliendo a la calle a hacer fotografías para nuestros contenidos y realmente sentí que con esfuerzo y cariño todo saldría bien. Tenía que ir pasito a pasito, pero aquello merecería la pena, el proyecto podría ser más grande de lo que parecía al principio.

Principio del fin

El primer paso del trabajo me encargué de darlo por ambos. Por aquel entonces, no sabía que ya había perdido por completo el interés de mi compañero por el proyecto. Tras recibir el primer pago, y darle su correspondiente parte, se evaporó como el vaho de un aliento en un cristal recién limpio.

Como habréis podido comprobar en la lectura, confiar antes en otra persona que en ti mismo es el primer error que puedes cometer en tu vida, no solo en los negocios. Como resultado de esos errores internos y otros externos de aquellos meses, acabé perdiendo al cliente, pero gané una muy buena y dura lección.

Mi moraleja: Arriésgate. Siempre vas a ganar en experiencia y resiliencia; transforma el dolor y el odio en tu fuerza motora.

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