Especial de Halloween 2023 [Parte 2]

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Estaba paralizada. Se notaba que había golpeado al chico, quien apenas podía moverse. El hombre les sonrió, y golpeó la cabeza de Alonso contra el vidrio de la mampara. Paseó el cuchillo por el cuello de Alonso, como si fuera a cortarlo. Ellas gritaban, rogando que se detuviera, pero eso él lo disfrutaba más.

—¡No! —gritó Dani horrorizada justo en el instante en que Jack hundió el cuchillo en el costado del chico.

Lo apuñaló un par de veces, y después lo tiró de nuevo contra el vidrio, que empezaba a mancharse de su sangre, él ya estaba inconsciente del dolor.

Sin decir nada, el monstruo aquel se dio la vuelta y huyó hacia los árboles. Y aunque Aliz advirtió que no abrieran las puertas para nada, no iba a dejar que José Alonso se murieran desangrado. Tomó varios paños de la cocina y abrió la mampara, se arrodilló a su lado y le cubrió la herida, empezó a presionar con fuerza.

—¡Milla, trae un botiquín o algo, no sé! —gritó, presa de la desesperación. La herida seguía sangrando, pero no tanto como le pareció de lejos. Tal vez había una esperanza.

Las dos chicas pegaron un grito cuando alguien empezó a tocar de forma frenética la puerta principal. Milla salió hacia allá, pensando que eran Diego y Aliz. Eso también creyó Danielle, hasta que poco después su amiga regresó con la oficial Jerika.

—Maldita sea... —dijo la mujer por lo bajo—. Estuvo aquí, ¿verdad? Mierda, mierda...

—¡¿No se supone que lo habían capturado?! —gritó ella mientras presionaba la herida de Alonso.

—No estaba solo —advirtió la oficial—. Sus compinches llegaron a rescatarlo, tenían metralletas, hubo un tiroteo. El ejército llegará pronto, pero...

—¿Cómo sabías que estaría aquí? —le increpó Milla.

—Él dijo que se vengaría de los que hicieron que lo atraparan, por eso vine directo para acá. Supongo que es tarde...

—No, aún no —dijo ella—. Milla, presiona este lado. Iré por vendas, no va a resistir si lo tenemos aquí, hay que llevarlo a un hospital.

—Si, si... Solo que no tengo botiquín, ni nada... —respondió su amiga, poniéndose de rodillas a su lado.

—Yo sí, en la patrulla —les dijo Jerika—. Ven conmigo y coge lo que necesites.

—Ajá, si. Sostén aquí —le pidió a Milla, y esta asintió. Tal vez Danielle no era experta en primeros auxilios, pero sí sabía lo necesario. Papá y su gusto por la caza le habían enseñado algunas cosas.

Sin pensárselo mucho, fue detrás de Jerika. La policía tomó su llave y abrió la parte trasera de la patrulla. Estaba hecha un desastre, pero entre todas las cosas pudo ver un botiquín de emergencia grande.

Mientras lo sacaba, varias cosas llegaron a su mente en apenas un instante. ¿Hacía cuantas horas que Jack escapó? ¿Por qué solo fue a buscarlos esa oficial? Y lo más importante, lo que la hizo dudar. Un policía le dijo a Jerika que el asesino se había roto una pierna, pero eso no era verdad. Le mintieron, y tal vez los policías...

Entonces escuchó un clic detrás de ella. No, era el ruido de una pistola. Y luego, sintió el cañón del arma en su cabeza. Se giró despacio, y los vio. Era Jerika quien la apuntaba, pero a su lado estaba Jack, mirándola con una sonrisa diabólica. Los dos tenían esa sonrisa.

—Listo, señor. Ya tenemos una nueva virgen para el sacrificio —dijo Jerika antes de golpearla.


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VII. Son más

Ella fue la primera que vio al chico. Se sintió estúpida de no haber llevado linternas, estaba tan apurados y nerviosos con la rapidez de la situación que ni lo pensaron. Por eso al inicio fue difícil reconocerlo entre los arbustos. Esa noche era oscura, las nubes cubrían la luna y las estrellas, y los truenos se escuchaban a lo lejos. Pronto iba a llover, y todo se pondría peor.

Frontera de cazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora