Prólogo

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Nunca fue fanático de esas cosas. Tampoco es como si su padre pusiera empeño en que Evan percibiera de mejor manera a los animatrónicos. Rara vez, de hecho, ese hombre ponía la mínima atención a sus hijos. Así que, incluso a su corta edad, le pareció extraño que su padre le pidiera amablemente a que le acompañase al estreno de la pizzería. Hasta Michael llegó con la intención de discutir la decisión, reclamando que él preferiría acompañar a William y que a él sí le gustaban los robots. Su padre solo necesito de una mirada para hacerle callar.

En el auto, ninguno de los dos profirió ninguna palabra para el otro, aunque su padre iba tarareando una canción feliz de la vida. Evan solo miraba por la ventana, esperando volver pronto a casa.

Conforme se iban acercando al local, el niño pudo distinguir una multitud acumulada en medio de la calle.

— Mira nada más... Todas esas personas... Vienen a ver mis creaciones.

Evan giró la cabeza para ver directamente a su padre.

— ¿No que el tío Henry también participó?

La sonrisa que el hombre venía trayendo desde que salieron de su hogar se esfumó en un instante.

— Tienes... Razón, él aportó cosas... En el diseño... Y eso.

William se vio obligado a buscar un lugar apartado para estacionarse, y una vez encontró uno, tomó a Evan de la mano y comenzó a caminar rápidamente hacia la pizzería.

— ¡Ay, papá! ¡Espera, me estas tirando el brazo, duele!

William ni siquiera se inmutó ante los desesperados sollozos de su hijo.

Tras hacerse camino entre la gente agolpada, se encontró de frente con Henry Emily, su viejo amigo y socio en el proyecto de Fazbear.

— Ya eran horas de apareces, estas treinta minutos... Oh, ¿trajiste a Evan? Pensé que sería Michael el que...

— Sí, lo traje a él. ¿Puedes abrirle la puerta para que espere adentro? Tengo que llamar a esos inútiles del noticiero local, no he visto a ningún periodista alrededor.

Henry trató de objetar, pero al segundo William ya se había ido, dejando a Evan solo con él.

— Bueno... Oye, amiguito, ¿no te gustaría entrar a ver a nuestras mascotas?

A pesar de tratar de mostrarse lo más amigable posible, el niño negó con la cabeza, visiblemente asustado.

— Diablos, sabía que esas cosas no te gustaban... Pero no puedo dejarte aquí afuera solo, tendrás que esperar adentro, como dijo tu padre.

El hombre saco unas llaves de su bolsillo, y tomó tiernamente a Evan de una de sus manos, para dirigirle lentamente hacia la puerta del local.

— De saber que tú vendrías, habría traído conmigo a Charlie, así te hubiera podido hacer compañía. De momento, trata de no tocar nada, siéntate en algún lugar y espera a que tu padre o yo entremos a por ti.

Henry abrió la puerta e hizo pasar rápidamente al niño. Estando adentro, Evan se alejó rápidamente de la zona poca iluminada de la entrada para entrar al comedor, que tenía todas sus luces prendidas.

Evan le tenía terror a la oscuridad.

Vagando entre las mesas, su mirada no pudo evitar toparse con los dos animatrónicos, los cuales ya había visto antes, en el sótano de su casa mientras su padre trabajaba en ellos. No eran exactamente iguales a como los recordaba, ahora tenían pieles de brillantes colores y venían vestidos con elegantes accesorios. Meses atrás, solo eran esqueletos de metal, con dos ojos gigantes y carentes de vida.

Evan le tenía terror a esas máquinas.

El niño se acercó lentamente para ver a los animatrónicos más de cerca. Con cada paso, era capaz de notar más detalles, los pelos de las pieles falsas, los cables de conexión que se veían por detrás de las patas, y el rostro que poseían esas criaturas artificiales. Eso sí, se detuvo en el momento en que le vio los ojos. Grandes, con enormes pupilas, cuyo propósito eran de verse tanto realistas como tiernas, para así ser más agradables en apariencia, cosa que nunca funcionó con el hijo de Afton. Cada vez que su padre llamaba a sus hijos para que estoy vieran a los animatrónicos, Evan se quedaba frío con los ojos de esas cosas. Siempre le pareció que se movían para siempre mantenerle en la vista, a pesar de que siempre le decían que estaban desconectados. Tratar de dormir después de esas visitas al sótano eran torturas mentales para el pequeño.

Un crujido en algún pasillo llamó la atención del niño. Miro a todos lados, buscando la fuente del ruido, pero parecía que solo él se encontraba en la pizzería.

Eso parecía.

Evan volvió a girar para ver a los animatrónicos, y para su terror, le pareció que el oso se había movido de su posición original mientras el pequeño estaba distraído. Su boca se veía ligeramente más abierto, y mostraba a la perfección los dientes falsos adheridos a la mandíbula de metal, y se veía la prensa hidráulica en el fondo de la garganta. En una ocasión su padre le mostro el poder de la mordida de los animatrónicos al colocar el cráneo de un perro en la boca de uno de los esqueletos, el cual termino completamente roto en cosa de segundos.

Evan le tenía terror a todo lo que se relacionara con esas máquinas.

— ¡Evan!

La voz de William. Ante el llamado de su padre, el niño se apresuró a dirigirse a la salida, desconociendo la presencia de cierta entidad, responsable del crujido previo, ser capaz de verlo todo, y que debido a esto se había insensibilizado ante muchos aspectos de la vida humana. A pesar de eso...

— Esta historia es una de las peores que conozco...

Fnaf: El lugar más oscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora