Capítulo 2: «No son zombies»

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Antonio no se creía lo que veía. Él conocía a Lizbeth desde pequeña en la primaria, podría ser molesta, pero no era una asesina. Luego recordó lo mucho que los había cambiado la guerra a todos.

Lizbeth alzó la vista y Antonio cerró los ojos a pesar de saber que eso no lo volvería invisible. Pero no, Lizbeth no lo vio y como ya había terminado de enterrar a su hermana, se llevó la pala y caminó a la entrada más cercana a las instalaciones. Él bajó del árbol e hizo lo mismo, dirigiéndose a otra de las entradas al edificio.

La cabeza le daba vueltas, no paraba de ahondar en el nauseabundo olor del cadáver. Antonio nunca había visto uno igual. Sí, estaban en guerra, pero él no era un soldado, estaba en una oficina, detrás del café y las computadoras. Los únicos cadáveres que había visto estaban pixelados en la televisión.

De camino a las instalaciones seguía sin dar crédito a lo que había visto. Estaba mareado y no se podía sacar de la cabeza el olor del cadáver de la que en algún momento fue la ex-novia de su hermano menor, Edwin.

—Antonio, ¿dónde te habías metido? Felipe y yo te estuvimos buscando.

Pero el rubio, lejos de responder a Lily con normalidad, dio media vuelta y vomitó. Su compañera soltó un pequeño alarido y Felipe bajó las escaleras hasta dar con su amigo.

Definitivamente, Antonio no estaba hecho para ser soldado.

—¡Antonio! —clamó Felipe y entre él y Lily lo llevaron al baño personal de esta última.

Estuvo sin despegar la cabeza del inodoro por diez minutos seguidos. Lily solo podía recaer en que su amigo había caído enfermo por haber comido algo en mal estado. Nada más alejado de la realidad.

—Antonio, dime, ¿qué pasó? —preguntó Lily.

El chico permaneció en silencio unos segundos. No podía revelar lo que había visto sin comprometer a Lily a actuar en cuanto al asesinato de Elizabeth. Él estaba enamorado de Lily y ella, como capitana, tenía un deber. Si él no le decía, Lizbeth seguiría con vida, cosa que Antonio buscaba, porque después de todo, Lizbeth había sido su novia en la primaria, y aún le guardaba un tanto de cariño, también lástima, mucha lástima. No podía meterla tras las rejas, y no lo hizo.

—Me dieron náuseas, no es nada.

Y era verdad, pero aún se sintió mal por ocultarle cosas a Lily. Sus emociones, nuevamente, ganaban esta ronda.

***

Max volvió a tocar la puerta y esta vez Dani fue quien gritó.

—¡Kate, vamos a entrar!

Katherine se veía peor que nunca, no obstante, Marcela hizo como si nada, tenía otra pregunta en mente.

—¿Kate, por qué no respondes mis mensajes?

La chica miró su celular destruido sobre las encimeras de la pequeña cocina. Marcela también lo vio. Pero no preguntó, se imaginó qué era lo que debía de haber pasado.

Los chicos estaban incómodos y por más que Marcela intentaba, no traería a la vieja Kate de vuelta.

—Te perdiste esta aventura —La castaña prendió un cigarro dentro del cuarto—. Te extrañamos. Nuestras misiones no son lo mismo sin ti.

La respuesta fue lejos la que la pelirroja esperaba. Marcela se acercó a mirarle a los ojos a ella, su amiga, su mejor amiga. Esta sopló el humo del cigarro en su cara y cuando Marcela tosió, Max se enojó al ver la escena.

—¡¿Quién te has creído?!

Si la cosa le hubiera pasado a Daniela, la rubia habría dejado que Max desatara su furia. Pero se trataba de Marcela y ella era mucho más compasiva.

The War [Corregida]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora