6. Los finales decididos

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Un buen esposo desde luego que no. La infidelidad era algo reprochable, pero sólo te la podías permitir si tu vida era sana o longeva; lo cual no era mi caso. Nací débil, crecí limitado, y actualmente sólo tenía un cronómetro sobre mi cabeza para que en algún momento mi cuerpo colapsara y todas las pieza del dominó cayeran en fila y sin interrupción.

No hablamos después de ello hasta que llegamos a su departamento. Tomamos a Sushi y su bolsita con sus objetos, y Henry bajó con una maleta que posiblemente sería suficiente para una semana. También se aseguró de tomar algunas bolsas con alimentos, quizás para que nada se pudriera dentro de su nevera. 

Así que, cuando todos estábamos de nuevo dentro y nuevamente en la carretera, él pareció muy feliz de la situación. Estábamos todos aquí, como si fuéramos una familia que estaba yéndose de viaje, como si los animales fueran nuestros hijos. Un poco tonto el pensamiento, pero fue lo que sentí en ese momento. Hubieron momentos donde Sushi se puso un poco tonto y quería lamerme la mano, momentos donde el el gatito se puso inquieto por el perro, y también música de fondo que me hacía sentir cansado y con ganas de dormir.

Sonnersville estaba muy lejos en coche, por lo que teníamos que hacer paradas de vez en cuando al ser Henri el único que conducía. Durante esas pausas, él intentaba ser lo más amable posible, preguntándome si estaba cansado, si tenía hambre, frío... siendo atento, en resumen. Yo, en cambio, intentaba no ser una molestia que le mantuviera todo el rato en vilo.

En la última parada de ese mismo día, siendo ya de noche, decidimos pasear a Sushi porque estaba aguantándose por un rato las ganas de salir, por lo que dejamos al gatito bien tapado y el coche cerrado.

La noche estaba despejada, con pocas nubes a la vista. A duras penas se visibilizaba las estrellas. A mi lado tenía a un hombre alto, amable, y dedicándole su tiempo a alguien como yo que tenía los días contados aunque no supiera el día exacto de mi muerte. Me pasó la correa del perro, a lo que él preguntó:

—¿Por qué soportas tanto dolor por alguien que no deja de jugar contigo?

—Estar diez años con una persona, enamorado desde el primer día, es algo muy complicado, ¿sabes? —comencé a decirle, siendo tirado de un animoso Sushi que estaba buscando un lugar donde hacer pis—. Hoy en día la gente deja de amar demasiado pronto, como si sus emociones fueran artificiales y pudieran quitárselas en cualquier momento mientras se aferran a un discurso de amor propio. Dicen que el amor no duele, no hiere, no miente y no engaña; pero, si ese fuera el caso, entonces nadie lo sentiría.

—¿Qué quieres decir con ello?

—Es inevitable que los problemas aparezcan durante una relación, y con ello el dolor. Esto es debido a que no todas las personas sienten las emociones de la misma manera, como tampoco sanan al mismo ritmo una herida —expliqué, tomando un mejor ritmo mientras el perro volvía a tomar otra ruta en el aparcamiento—. Todos debemos de decidir qué hacer con nuestra relación, intentando no dejarnos influenciar por otros para minimizar la sensación de nuestros sentimientos. Es demasiado fácil decirle a alguien que lo abandone, lo deje, que alguien mucho mejor que él aparecerá en su vid... ¿pero cuántas de estas personas han amado genuinamente a una persona, y no se han arrancado el amor sin siquiera dudarlo? 

—Eso son palabras muy profundas, Ébano —afirmó, llevando sus manos hasta su boca para que el vaho blanco calentara sus manos—. Sin embargo, opino que mantener una relación donde te tratan mal o te engañan, no es sano.

—¿Entonces, realmente estás diciendo que todas las emociones mueren en realidad, y por lo tanto nada dura eternamente? —le pregunté, pasándole la correa del perro, la cual él tomó mirándome confundido por mi tono distante—. ¿No sería hipócrita decir que sí, cuando las emociones como el odio y la frialdad duran muchísimo más tiempo que el amor y el afecto? ¿Acaso sólo existe una fecha de caducidad para los sentimientos positivos, pero ilimitados para los negativos? 

El arte de romper un corazón sin tocarloWhere stories live. Discover now