Tzitzimitl

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A quien encuentre esto,


Lo único de lo que me arrepiento no son mis acciones, sino los infructíferos resultados apresurados por la desesperación de querer volver a ver a mi amada esposa en vida otra vez. Era doloroso ver su imagen reflejada en el niño. Él tenía su mismo cabello azabache y ojos de zafiro, sin embargo, su presencia era como una clara burla a la memoria de su madre.

Todo hombre entenderá lo que es amar fervientemente a una persona y muy pocos comprenderán el abismal dolor que trae la perdida de esa persona. Aun así, busque la manera de seguir adelante sin mi querida Helena. Sin embargo, la carga de vivir sin ella teniendo como responsabilidad a un memento viviente de su memoria hacía de cada día una tortura... Pero aun así no estaba dispuesto a dejar que su memoria se quedase en solo una memoria.

Recordé mis viejos días como estudiante de arqueología y de la elaboración de mi tesis sobre la influencia prehispánica en la obra del inglés doctor John Dee y asistente Edward Kelly en su trabajo sobre la comunicación con espíritus de fallecidos por medio de la nigromancia. Muchos consideraron mi obra como una broma muy elaborada pero ahora viendo en retrospectiva, era la preparación necesaria para este momento. Un detalle importante que omití al compartir mi tesis con mis colegas es una diferencia crucial en la distinción en la terminología de nigromancia y necromancia. Siendo la primera solo la comunicación con los espíritus difuntos y la segunda la reanimación de los cuerpos perecidos. Es un error de principiantes y desconocedores del tema confundir estos dos conceptos, sin embargo, son disciplinas completamente diferentes a pesar de ambas tratar de enfrentar las limitaciones mortuorias del ser humano. Muchos no saben que la intención del doctor Dee, junto a su asistente, era en la resurrección completa de cuerpo y alma. Esto se debido que el también experimento la pérdida de su amada esposa. Sin embargo, Las circunstancias que tengo a mi favor son mejores que las que no tuvo Dee en su momento. Yo tengo a los astros alineados para poder ejercer el ritual y también tengo algo con que anclar y atraer el alma de Helena con éxito. O, mejor dicho, alguien.

En preparación para mi encomienda, moví unas cuantas conexiones con mis antiguos socios de la universidad para obtener la pieza más difícil de encontrar para el ritual, un tépactl antiguo. Mientras iba en camino por el cuchillo ceremonial, los incesantes llantos del bebé en el coche ponían a prueba mi paciencia y mi colera. Aun así, deje que mi mente vagase y se quedase centrada en los buenos momentos que pase junto a Helena. Ella amaba los cálidos naranjas y amarillos de los atardeceres tanto que la habitación del bebe la pinto con esos suaves coleres buscando transmitir esa calma y alegría que le traía a ella ese momento tan especial del día... Nunca le dije a Helena el mal presentimiento que me daba su obsesión con esos colores y como religiosamente a diario observaba la puesta del sol sin falta alguna. Y es que, todo conocedor de los antiguos mitos del pueblo del sol sabe bien sobre las Cihuateteoh, mujeres que al momento de dar a luz fallecieron y sus almas todos los días reciben con brazos abiertos al sol después de su zenit al momento del ocaso. 

Recuerdo bien y maldigo ese fatídico día como Helena se emocionó mucho cuando sus contracciones empezaron a partir de las 3:36 de la tarde... Tres horas aproximadamente duro el parto... Reacia, como amaba el carácter indomable de ella, se reusaba a una cesárea a pesar de que los doctores ya consideraban en riesgo la vida de los dos. No sé cómo lo lograste amor, pero a pesar de que te trataban de inmovilizarte, tu obtuviste una fuerza sobre humana evitando que el cuchillo tocase tu vientre. Yo te insistía en lágrimas que dejaras de pelear. Que aceptaras la cesaría y así todos regresáramos juntos a casa. Tú me miraste con calma y dijiste que esto debía ser de este modo. Suavemente volteaste tu mirada a la izquierda y en ese momento él bebe finalmente salió sin problemas. Pero yo supe perfectamente que tu mirada estaba viendo fuera de las paredes del hospital. Estabas viendo el atardecer. Y mientras los doctores se esforzaban en revivirte, yo sabía perfectamente que tú ya estabas asumiendo tu nuevo rol recibiendo el sol en tus brazos desde ese día... 

Regresando a mi relato, mi colega me entrega el portafolio mientras me muestra sus condolencias ante mi perdida. Francamente no puse atención a ninguna palabra que salió de su boca. Mientras abría el portafolios, mi interés solo estaba fijado en lo que guardaba. Hermoso era ese tépactl. Hipnotizante era la lustrosa obsidiana negra que fungía de fondo para el rostro descarnado que decoraba el cuchillo con coral emblanquecido. Y solo por un segundo, creí haber visto el rostro del tépactl parpadear. Cerré el portafolio enseguida y agradecía a mi colega por su colaboración con un apretón de mano. Me retire del recinto con el maletín en una mano y el porta bebe en la otra.

Solo faltaba la invitada de honor. No podía permitir que el papeleo de la iglesia detuviese mis planes. El tiempo lo tenía encima, porque la única oportunidad para ejercer el ritual éxito se acercaba. Un eclipse solar que ennegrecería el cielo y haría sangrar el horizonte. Cubierto bajo el velo de la noche, tuve que profanar el nicho donde descansaban las cenizas de Helena sin elección alguna. 

Nuevamente recalco que mi único arrepentimiento no fueron mis acciones sino la pobre preparación de las mismas porque de haber tenido éxito no tendría necesidad de escribir esto. El día del eclipse prepare todo lo que necesitaba en el techo de mi hogar. El viento ondeaba alentando mi cometido mientras yo subía con el niño con pocos días de nacido en un rebozo. Termine el círculo de invocación a pesar de que mi funesto asistente empezó a llorar incesantemente buscando distraerme. Mas no me importaba, pronto este se callaría de una buena vez. Y mientras los tonos azules del cielo se desvanecían, cargue al pequeño con tanta delicadeza que hasta en su mirada se vio extrañeza. Tendríamos éxito donde Dee y Kelly fracasaron mi asistente y yo. Y en el momento preciso donde la luz desapareció levante del firmamento, fue mi señal para levantar el tépactl. 

El sonido de carne siendo desgarrada y huesos rompiéndose era lo único que se escuchó en esa burbuja de oscuridad. 

El silencio reino nuevamente... 

Inconscientemente empecé a reír... 

Lo hecho, hecho estaba... 

Lo imposible ocurrió y el silencio volvió a ser roto por el sonido de un llanto tan familiar. 

Luces rojas invadieron el horizonte como vivas flamas a la distancia. Las estrellas mostraron su furia al revolotear como un enjambre de abejas. Y la mano con la que sostenía el tépactl, estaba hecha añicos por obra de un puño color cenizo de huesos y piel momificada. Levante la mirada y aviste como la ceniza había tomado forma. No era Helena. Era un esqueleto que con piel resquebrajada vestía en ornamentos de oro, jade, huesos y más piel curtida. Con esa fuerza descomunal evito que el cuchillo tocase su vientre al pararse entre yo y él bebe. 

Y tan rápido como esa horrible visión apareció, volvió a desaparecer en cuanto los primeros rayos de sol desplazaron la oscuridad celestial. Escribo esta carta para quien sea que encuentre al niño sepa que este está protegido. En cuanto a mí, estoy más que seguro que soy hombre muerto y solo estoy vivo un poco tiempo más para advertir a quien sea que encuentre al niño. 

TzitzimitlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora