—No te merezco, Blair. Te dejaré libre porque no tengo los huevos para mejorar —intento descifrar lo que iba a decir hasta que él coloca un dedo sobre mi boca y niega.

—Si hay algo que sí tengo son huevos, y lo sabes —vacila y me mira con tranquilidad—. No dejaré que te vayas, no me gusta la idea, y mucho menos me gusta aquel plan de verte "libre" —Siempre es posesivo. Y lo peor es que no me desagrada aquello si viene de él—. Es por eso que como no te mereces ser tratada como una mierda por mí —repite mis palabras— voy a hacer que te merezca. Voy a cambiar por ti y para estar mejor conmigo mismo.

No voy a sonreír hasta pellizcarme y darme cuenta que esto no es un sueño.

—¿No era que era solo polvos, Zayn? —tiro la pregunta al juego y cruzo los brazos.

Su ceja sube más de lo normal. Veo como hace todo lo posible para no mirarme los labios y acercase más a mí.

—Créeme que aunque quisiera, no. No son solo polvos y creo que ambos lo sabemos desde el primer intercambio de saliva que tuvimos —rompe un poco la distancia. Su cuerpo ya está más cerca del mio, esto es una tortura. Lanzo una mirada hacia el piso—. ¿No es así, Blair? —Puedo saber a la perfección que al no responderle con rapidez, por culpa de su incertidumbre, ahora tiene un nudo en la garganta—. No bajes la mirada —suplica y su dedo se desplaza a mi barbilla, intentando con suavidad que lo vuelva a observar.

No lo logra.

—No puedo —digo en un hilo de voz—. Si lo miro volveré a caer en su juego, lo besaré, se olvidará de tratarme bien porque ya me tiene otra vez y la historia se repetirá —veo en la sombra del piso su cabeza negando—. No... no quiero seguir sufriendo. Debo concentrarme en los últimos entrenamientos si no quiero morir en la batalla final.

—Mírame —pide en un pequeño sollozo—. Mírame que quiero decirte algo.

Al oírlo tan vulnerable, me quiebro por completo. Necesito saber qué es lo qué quiere decirme, necesito que me cuente todo lo que hizo esta semana en la que nos distanciamos, necesito dormir a su lado, necesito pelear con Teo por el menú que Zayn nos cocinará y más que nada... lo necesito.

Lo necesito a él.

—Tienes tres minutos —murmuré por lo bajo al regresar la vista hacia Zayn.

Lo primero que veo analizándolo con detalle es un hombre ojeroso con los ojos rojizos y cerca de lagrimear. Parece realmente roto.

—Solicité ayuda psicológica esa misma noche que te fuiste —me cuenta y mi corazón empieza a latir más rápido—. Empecé terapia con una señora mayor que convoqué desde el centro de Siria y le conté todo lo ocurrido con... —aún le cuesta pronunciar su nombre— con ella.

No hace falta felicitarlo por el avance, mis ojos lo dicen todo. Aunque parezca tonto, el hecho de reconocer que eres tú el que está mal y que debes acudir a la ayuda de un profesional, es lo más difícil de todo. Luego, sigue ser honesto en las sesiones, seguir bien la terapia y tener ganas de mejorar.

—¿Y qué le dijo? —me atrevo a cuestionarle.

Lamió sus labios.

—Muchas cosas que no llegaré a contar en tres minutos —juega con mi condición y sigue hablando—, pero me ha contado algo que me hizo entender todo mejor. Entenderme a mí, en otras palabras. Te lo contaría todo ahora, pero es una larga explicación, ¿sabes?

—Quizá tenga un poco más de tiempo si usted me invita a cenar a su casa, digo... si no me voy ya, me perderé la cena en el comedor —propongo despacio y hago un gesto con las manos, indicándole que entre al pequeño sitio para guardar los materiales, así podemos hablar más tranquilos.

Besos en Guerra ©Where stories live. Discover now