Ellos siguieron caminando por el sendero que delimitaba el jardín de la casa de mis padres. El lugar donde se celebró la fiesta de despedida del final del Torneo Intercultural de Fútbol hace diez años.

Llevé una mano a mi estómago, sintiéndome repentinamente mareada. Quería vomitar.

Lo había logrado. Lo había conseguido. Entonces, ¿Por qué no me sentía feliz?

Tenía que saber qué hora era. Me levanté, trastabillando en los zapatos de fiesta para lograr enderezarme y entonces Axel tiró de golpe de mi hacia el suelo.

— ¡Eres totalmente reconocible! —me espetó.

Tragué saliva, dándome cuenta en realidad que ambos lo éramos. Tomé su mano.

—Entonces que nadie nos vea. —murmuré, alejando a la luz sobre nosotros. Impidiendo que la ondas revotaran sobre nosotros. Dos personas invisibles.

Mi corazón latía deprisa, mientras nos levantábamos tomados de la mano. Yo tenía un objetivo, pero Axel miraba hacia todos lados con precaución.

No recorría este sendero hace años, pero lo conocía de memoria. Crecí en esos jardines, me escondía detrás de aquellos árboles y jugábamos a imitar a las estatuas con Anthony.

Estaba corriendo, sintiendo el conteo del tiempo en mi corazón. Sentía que momento se acercaba. El sudor cubrió mi piel cuando me detuve de golpe, a la salida de uno de los balcones de mi hogar hacia los jardines iluminados por la fiesta.

Corrí entre el jardín de estatuas, iluminado con luces doradas para destacar la belleza de cada una. Las conocía como viejas amigas. Perséfone y Hades, Zeus severo desde un trono, Atenea valiente con una lanza en la mano.

Pasaron como un borrón a mi lado.

Este lugar estaba vacío. Casi todos estaban en el lado opuesto de la propiedad o dentro de la fiesta.

Estaba vacío, excepto por dos personas.

Ver de frente al viejo hombre escoces que fue guardia de mi equipo desde que tenía memoria me golpeó como un puñetazo. Di un paso hacia atrás, tambaleante. Duncan, tan grande como un oso.

Él hombre que me entregó a Eric Goldman.

—...serás una heroína...—su voz era apenas entendible sobre el rugido de mis oídos.

Mi cuerpo del pasado inmóvil en sus brazos. Mis ojos negándose a cerrarse y perdiendo la lucha. ¿Cómo pude haber sido tan vulnerable? No me recordaba así. En aquel tiempo, pensaba que no había un objetivo imposible de lograr. Me creía dueña del mundo. Que joven era. Que necia había sido.

Un ruido escapo de mi boca sin quererlo y Duncan miró directo hacia mí. Vi las lágrimas correr por su rostro y por un momento, pensé que me estaba viendo. Flexione mis dedos, dispuesta a...¿A que, exactamente?

El hombre dejo de mirarme, porque era claro que el no veía más que vacío.

—Mi querida Danny. —susurró, dejando un beso en la coronilla de mi cabeza. —También te quise como una hija, mi pequeña fierecilla de corazón valiente. Nos veremos otra vez en otra vida, lo prometo.

Lo vi tomar mi cuerpo del pasado en brazos, acunarlo entre sus brazos.

Mi yo actual estaba congelado, sin poder moverme o hablar.

Era esto lo que buscaba, ¿Verdad? Ahora...ahora tenía que hacer algo.

Axel apretó su mano contra mía.

—Hazlo. —susurró. —Tessa, hazlo.

Duncan dio los primeros pasos, alejándose.

Pero yo no podía moverme.

Redención (Inazuma Eleven-Axel Blaze)Where stories live. Discover now