No llegaría, pero intenté apresurarme lo más posible. María solo me observaba mientras se reía y hacía comentarios acerca de lo pendeja que era.

-Ponte una de mis tangas rojas, te dará suerte-. Me dijo como si nada.

-¿Estas loca? Es mi profesor, solo me ayudará a estudiar. Estupida-.

Me sonrojé bastante ante el incómodo comentario y traté de no pensar en ello.

-Ay, yo nomas sugería, es lo que a mi me trae suerte, ayuda en el amor y a atraer clientes-. Siguió la conversación.

-Pues con Sol no te ha funcionado bastante-. Le devolví la broma.

Pero no soportó.

-Pinche vieja, te deberías de llamar Petra-. Exclamo con desprecio fingido.

-¿Por?-. Pregunte sin entender nada.

-Porque eres una petrita en el zapato-. Dijo y soltó a reír inmediatamente.

-Que naca-. Le conteste entre risas con fastidio.

Salí directo a mi habitación, era tarde y no tenía tiempo para más insultos.

Entre a mi cuarto, tome lo primero que vi y me cambie lo más rápido que pude.

Me vi al espejo, bastante normal, unos jeans que me apretaban bien el culo, a decir verdad, un top blanco y los converse de siempre.

Revise mi celular, me había enviado la dirección por mensaje. ¿Como chingados consiguió mi número?

Baje a la cocina y espere mi Oober, eran las 8:04 y el jodido no llegaba, llegaría todavía mas tarde.

Al fin llego y me subí, salude y el camino transcurrió con normalidad.

A eso de las 8:10 el Oober paro frente a la dirección, una enorme casa, era bastante bonita y elegante.

Pagué, me despedí y baje del vehículo. Subí los escalones de la entrada a toda velocidad, pasando mis dedos por mi cabello antes de tocar el timbre, de repente me sentía muy nerviosa.

La puerta se abrió segundos después, una mujer de unos 40 años se asomó por el marco.

-Hola, ¿busca al señor Corona?-. Me pregunto amablemente.

-Umm, si, teníamos una cita-. Estaba empezando a arrepentirme, el nudo en mi estómago cada vez era más molesto.

-Oh-. Se sonrojó la mujer. -No pensé que el profesor estuviera con una niña tan bonita-. Me contesto a la vez que me invitaba a pasar.

-Oh no, nosotros no...-. No termine la oración debido a la interrupción.

-Buenas noches-. Escuché la voz del profesor a unos metros, estaba de pie frente a la gigante escalera, que apenas había notado, lucía más guapo de lo usual, tenía el pelo despeinado, todavía llevaba traje y no tenía sus lentes de siempre.

-Hola, perdón por la tardanza, mi Oober no llegaba-. Salude bastante apenada, había llegado tarde, como siempre.

-No hay cuidado, pasa a la sala, yo iré a buscar lo que necesitaremos, ponte cómoda-. Me dijo antes de darse media vuelta y salir rumbo al pasillo.

Asentí y le pregunté a la señora donde estaba la sala, ella me guió y se fue, dejándome sola.

Me senté en el enorme y elegante sillón que llamó mi atención debido a lo cómodo que era.

Estaba perdida en mis pensamientos cuando de repente, visualicé una puerta en la esquina de la habitación, no quería ser entrometida pero el profesor no llegaba y yo siempre había sido muy curiosa. No debía, pero estaba nerviosa y no pensaba correctamente.

Me acerqué a paso lento, dudosa de sí debería o no entrar a ver. Sabía que estaba mal pero la intriga era tentadora.

Abrí la puerta lentamente, ni siquiera sabía que esperaba ver, pero sin duda, me decepcione cuando vi un inodoro junto a un lavamanos, honestamente, esperaba algo más interesante que un simple baño.

Decidí entrar y usarlo, si el profesor me veía podía decir que quería entrar al baño, por lo menos tendría una excusa creíble.

Oriné y estire mi mano para limpiarme la chochita cuando me di cuenta.

No había papel.

Traté de no entrar en pánico, subí a medias mi ropa y camine como pude hacia los cajones debajo del lavamanos.

Revisé el primero y ¡huevos!, había sido bendecida. Había dos rollos de papel, tomé uno y cerré el cajón, agradeciéndole a Dios.

Iba a tomar un pedazo de papel para limpiarme, cuando mi curiosidad me invadió de nuevo. 

Siempre lo hacía, era como una tradición, aún si sabía que era un mal hábito.

Hice caso omiso a mis pensamientos, no encontraría nada interesante, lo sabía. Sin esperar más abrí el segundo cajón, esperando encontrarme con productos de limpieza o velas aromáticas.

Ni siquiera podía creerlo, era imposible.

Mi profesor de matemáticas, ese ojete maleducado y serio, tenía unas esposas con una especie de peluche alrededor, de esas que María me enseñaba, del tipo de película erotica, en el baño de su sala.

No sabía si reírme o sonrojarme debido a la situación, me resultaba irónico, jamás hubiera imaginado ese tipo de prácticas viniendo de él.

Ya me había entrometido lo suficiente, cerré el cajón, dejando las esposas en su lugar y por fin limpiándome. No sabía que era más incomodo, encontrar un juguete sexual en el baño de mi profesor de matemáticas o haber hurgado su casa con los pantalones abajo y el trasero meado.

Me subí los jeans y salí del baño, sin lavarme las manos, nunca había tenido la costumbre de hacerlo ni empezaría ahora.

Cuando cerré la puerta detrás de mí y subí la mirada, me congele en mi lugar al ver a mi maestro en la habitación, de pie frente a mi con su rostro serio y mirada crítica.


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Holaaa otra vez, aquí un nuevo cap.

Espero les vaya gustando la historia 🤭.

¿Cuáles son sus predicciones para el siguiente? Escríbanmelas en los comentarios 🤔.

Los amo jodidxs.

Hasta luego.

xxxx.


Ecuaciones en la cama On viuen les histories. Descobreix ara