Rosario Montes

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No tengo disculpa alguna, solo disfruten el capítulo.

Capítulo VIII

Franco empezó a considerar sus siguientes movimientos y sin hacer tanta reflexión, concluyó que no existía ninguna razón para obsesionarse con Sara, es más ahora la llamaría como tal, Lady Sara Elizondo.

Ellos jamás podrían convertirse en amantes, mucho menos en amigos, eran dos personas que se habían encontrado en circunstancias extrañas, para un propósito determinado y que se separarían para siempre cuando ese propósito estuviera concluido.
Lo que la dama merecía y esperaba de la vida, era un cortejo romántico, seguido por un largo compromiso y un matrimonio feliz que llenaría su casa de niños, pero él no podía darle nada de esas cosas. En primer lugar, aunque desease casarse con ella, cosa que definitivamente no deseaba, su familia nunca se lo permitiría.
En segundo lugar, él no era el tipo de marido que una mujer de la alta sociedad podría soportar por el resto de sus días.

Franco Reyes, era un ser de la noche, definitivamente eso era lo que era, criado entre cantantes y actrices, en un mundo de farándula, sus años de joven y adulto habían sido pasados en el submundo oscuro de la alta sociedad colombiana, disfrutando de las diversiones sórdidas que esta tenía para ofrecer.
Incluso su trabajo coincidía con su estilo de vida, él dormía de día y trabajaba de noche, llegaba de la casa de juegos, cuando el sol salía en las calles, se divertía con jugadores y borrachos. Ellos eran el único tipo de personas que Franco Reyes conocía y eran las únicas existencias que él comprendía en cierto modo, simplemente no era posible para él concebir otro tipo de vida.

Si por algún giro extraño del destino Sara Elizondo le era entregada a sus manos, ¿qué haría con ella? Él no era hombre para ella y tampoco fingiría serlo.
Sin embargo, por más que quisiera, no podía a abandonar su deseo carnal, había prometido ayudarla y lo haría, pero para eso, tenía que hallar un método de lidiar con la intensa lujuria que Sarita le despertaba. Era un hombre adulto, que podía e iba a controlar sus pasiones y podía concebir varios métodos con los cuales podría saciar su deseo.

Lo que necesitaba era una buena dosis de mujeres con las que pudiera tener sexo sin compromiso, con quienes realmente estaba acostumbrado a estar. Algunas sesiones intensas de sexo mejorarían su mal estado actual; con suerte, tal vez podría eliminar esos anhelos sentimentales anormales e infrecuentes que no estaba acostumbrado a tener.

Además, para la próxima reunión con Lady Elizondo, estaría muy relajado y podría proseguir sin mucho sufrimiento o ansiedad.

Ya resuelto todo, él bebió su agua ardiente y se preparó para partir, no queriendo encontrarse con cualquiera de los clientes que podrían demorarlo, se fue furtivamente por una puerta lateral. Una vez en la calle, Franco mandó a traer un carruaje, el cochero le preguntó por su destino, dudo por un momento ...

Existían muchos locales que él podía visitar para saciar lo que su instinto le pedía, un burdel era ciertamente una posibilidad, aunque no estuviese dispuesto a estar con mujeres "profesionales" en el sexo, ansiaba algo más inspirador que sexo a cambio de dinero. Necesitaba una compañera entusiasta, dispuesta a hacer cosas salvajes, cuando más salvaje mejor. Después de una larga consideración, Franco recordó a su "vieja amiga" Lady Rosario Montes, ella siempre podía ser contactada para participar en diversiones indecentes y en su casa siempre había mujeres desinhibidas y amenas. Así que le pidió al cochero que lo lleve a la casa de Lady Montes.
Varios minutos más tarde estaba subiendo las escaleras de la entrada, un mayordomo tomó su capa. Franco paseó por la sala de estar, bebiendo agua ardiente.
Apenas entró al salón principal, encontró a las amigas de Rosario junto a otros señores y damas nobles, burgueses que de día despreciaban su trabajo y el mundo en donde vivía, pero de noche se comportaban igual o peor que él.
Las parejas estaban en todos lados, en diferentes grados de intoxicación y desnudez. No importaba hacia donde mirara, Franco veía pechos desnudos, jadeos y copulación.
Esa atmósfera sólo sirvió para aumentar su deseo por sexo duro y salvaje. Juan tenía razón: esa era la cura exacta para lo que lo afligía, con un poco de ayuda de cualquiera de esas mujeres, pronto se liberaría de la confusión tumultuosa que experimentaba en compañía de Lady Sarita Elizondo. Se dio cuenta que ese mundo oscuro de lujuria y pecado, con esas personas que cometían actos impensables, era lo que comprendía y donde él prosperaba, pertenecía ahí, con ellas, y no a la esfera de una dama aristócrata como Sara Elizondo.

¿Lecciones sensuales? PDGV Franco y Sarita Where stories live. Discover now