013. stop talking shit about her

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—¿Podemos hablar un momento, Seb? —me dijo la mujer en nuestra lengua materna.

Con un leve asentimiento de cabeza, retrocedí unos pasos para evitar que el resto de pilotos nos escucharan y me posicioné frente a ella, de brazos cruzados, para aparentar atención cuando lo único que cruzaba por mi mente en esos instantes era Di dándose el lote con el que parecía ser mi clon. Bueno, yo sería el clon en este caso porque Rosberg me sacaba dos años.

—Escúchame, Vettel —empezó a decir con calma, llamándome por mi apellido para llamar aún más mi atención—: sabes perfectamente que, durante la vueltecita esta ridícula que os dais saludando como si fuerais el Papa, te van a hacer preguntas.

Volví a mover mi cabeza para aprobar sus palabras. Eso ya era una rutina y llevaba haciéndolo desde 2007. No podía haber nada nuevo, ¿no?

—Lo que quiero recordarte es que tienes que gastar cuidado con qué respondes y cómo lo haces —continuó Roeske—. Tienes que acordarte de lo que tantísimas veces hemos hablado sobre evitar ciertos temas para mantener neutra tu imagen ante los medios.

Odiaba que Di y ella se hubieran hecho tan amigas porque no había día, hora y minuto que no me hablara de ella. Dios, parecía que la quería más que yo, y eso ya era decir.

Volteé mis ojos a modo de respuesta, y sabía que ese gesto le hacía enfadar lo más grande.

—Ya sabes de lo que hablo, Sebastian Vettel —me miró con firmeza, elevando su tono de voz y haciéndolo sonar más enfadado—. Tienes que mantenerte lo más relajado posible porque, por si no lo recuerdas, tienes más miradas de las que crees puestas en ti por todo este jaleo de futuro campeón mundial que te traes —me hizo saber—. Limítate a decir , no, no lo sé, algún que otro a lo mejor, y a mantener el contacto visual con quien te haga la entrevista.

Mis nervios acrecentaron porque sabía que mi relaciones públicas cada vez desconfiaba más de mí y que, por mi culpa y algún que otro desliz, había tenido que trabajar horas extra que, posiblemente, no le habían sido remuneradas. Dios, eso había sonado a explotador laboral. Había incluso llegado a pensar que más pronto que tarde acabaría dejándome plantado, y no me lo podía permitir.

Cuando vi una cámara acercarse a nosotros y enfocar directamente a mí, mis nervios empezaron a aumentar aún más. Llevaba ya cerca de los cuatro años aquí y todavía no me había acostumbrado a ser el centro de atención, por mucho que la gente se empeñara en pensar lo contrario. Mi PR, al notar mi incomodidad, se puso delante mía para taparme.

—No comentes nada sobre Diana, por favor —mencionó ahora en un susurro casi inaudibe—. Sé que soy muy pesada con el tema, pero de verdad que creo que no solo os estáis haciendo daño entre vosotros, sino también a vuestras respectivas parejas.

—Sí, claro, llevas razón —le dije con sinceridad—. Intentaré no cagarla más antes de abrir la boca para que no causen líos innecesarios. Te lo juro.

La rubia asintió, contenta en apariencia ante mi respuesta porque parecía haber aprendido algo de los errores que había estado cometiendo, y que se habían convertido un peso cada vez mayor en la mochila de problemas que llevaba cargada en mi espalda.

—Eres un chico increíble, Seb, y te quiero como a un hijo: por eso me comporto así contigo —me sonrió—. Simplemente, necesitas un poco más de autocontrol y mostrar tu verdadera personalidad. Sé que es cuestión de tiempo de que les muestres como eres realmente.

Yo también le dediqué una sonrisa, agradecido en el fondo de tener a una persona como ella a mi lado en momentos como este. Sin ella, yo no sería nada, por mucho mérito que me llevara públicamente.

HISTORY | Sebastian VettelWhere stories live. Discover now