Segundo canto de la luna

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-¿Quién se cree ese estúpido niño?, un furioso Dragos Lupei se pasea de un lado a otro en su biblioteca, su frustración era como un anuncio neón en medio de la noche.
-Ni siquiera pude leer sus pensamientos del muy imbécil y el aroma de su sangre casi me mata.
Estaba oscuro, sabía que debería salir a cazar pero solo parecía desear aquella sangre dulce y especiada, que se le asemejaba a un buen vino de esos que estaban reservados para ocasiones importantes.
Salió furioso de su castillo y vagó por las calles, hasta que encontró a una hermosa mujer, alta morena, era más que obvio que no era rumana, se trataba de una meretriz quién ofreció sus servicios descaradamente al ver a ese atractivo y alto hombre.
Dragos no lo pensó dos veces, y la llevó a un callejón en donde de manera salvaje la penetro con furia, lejos de cualquier romanticismo, mientras bebió de su sangre hasta un punto en extremo peligroso.
Una vez saciado la dejó tirada no sin antes asegurarse de llamar por ayuda y dejarle una cantidad aceptable de dinero.
Dragos se alejó molestó consigo mismo, ninguna paz había llegado después de todo.
A sus casi cuatrocientos años aún no dominaba su temperamento explosivo, no dominaba esa parte que Dracul dejó en el.
¿Qué puto acto de bondad era ese de casi matar a aquella mujer sin someterla al trance y disfrutando sus gemidos de dolor y deseo mientras la follaba tan duro al grado de hacerla sangrar, dejándola inconsiente para luego "amablemente" pedir por ayuda?
Se odiaba, odiaba esa parte sádica que salía en momentos inesperados.
Odiaba su puta soledad y por sobre todo odiaba el hambre que ahora le carcomía y que parecía no saciarse hasta que pudiera probar a ese estúpido muchacho con el cual acababa de toparse.
Frustrado hasta el abismo encontró otra víctima, un hombre, esta vez bebió lo necesario de manera cuidadosa.
Dragos se sentía muy confundido, a él no le iban las relaciones homosexuales, no es que tuviera algo en contra de varias parejas eternas que eran del mismo género, si bien entre vampiros eso era muy poco común, existía.
El creía que dichas uniones eran más por soledad y desesperación.
No estaba seguro de que sea por llamado de sangre, así que relacionó ese encuentro con un mero asunto aislado, sin tener relación con un llamado de sangre.
Lo que no podía explicar eran la rabia y despero que estaban creciendo dentro de él después de ese encuentro, pero de algo estaba seguro, mataría a ese pequeño bastardo si se lo encontraba de nuevo.
Lo mataría sin contemplaciones y claro que se bañaría en esa rica sangre y después buscaría expiación.







Otro día en la universidad Ivantie se disponía a entrar a su clase de historia rumana, recordando que más tarde esa noche está invitado a un evento en donde reconocerán a los mejores promedios, y él a dos meses de haber llegado ya era bastante reconocido por sus excelentes calificaciones.
Rápido ubica la sala donde tomará sus primeras clases, mientras entra el profesor Montgomery, maestro en historia folclórica de Europa, —Hoy nos toca hablar sobre nuestra historia, esa historia que pasa de generación en generación hasta nuestros días, dice el profesor con un tinte de emoción.
El profesor es un hombre mayor de unos sesenta años, de mirada adusta y seria, pero con una verdadera vocación para la enseñanza.
La clase de hombre que da ese aire escéptico y lacónico.
Al fondo unos alumnos vestidos con ropas góticas murmuran, Ivy ha estado poco tiempo en el país y ha tenido suficiente para darse cuenta que la mayoría de los adolescentes y adultos jóvenes prefieren el estilo gótico mientras imaginan que pertenecen a clanes vampirícos.
Los muchachos cuchichean sin parar hasta que uno de ellos, animado por sus amigos interrumpe al profesor.
-Toquemos el tema de vampiros, esa es parte de nuestra cultura y todos la ignoran o la tachan de disparates.
Ivantie escuchaba aquello que sus compañeros proponían, viendo como la mayoría deseaba saber más, pero también observando la cara de desagrado del profesor.
-No es que se les considere como tonterías, decía el maestro mirando al grupo.
Es que no se ha probado la existencia de dichos seres.
-Pero a lo largo de los años han desaparecido personas en los bosques, cada uno de nosotros tiene un familiar o un antepasado que no regresó a casa, el muchacho se muestra más insistente, —dicen nuestros padres y abuelos que los no vivos han regresado.
¿Es eso una mera coincidencia?.
Los jóvenes continuaban hablando del tema sin lograr que el profesor desviara su atención del verdadero tema de la clase.
-Así que los "mortuus est"
no existen, dijo el hombre golpeando con la palma de la mano el escritorio, —dejen de intentar desviar el tema de lo que veremos hoy, insistió el maestro de manera seca para cortar toda intención de hablar más sobre ese rumor, como el lo consideraba.
Los jovenes suspiraron frustrados y prosiguieron con el tema de la clase.
Antes de las veinte horas Dragos estaba ya en la universidad.
Era bien recibido, admirado y querido; así que los decanos y profesores lo saludaban e intercambiaban palabras, muchos de ellos no imaginaban siquiera que Dragos había conocido a muchos de sus antepasados de los ahí presentes.
Y es que una de las estrategias de los vampiros para no ser detectados era desaparecer por setenta años de las localidades donde residían temporalmente.
Siendo el castillo rumano de más de quinientos años su lugar permanente de residencia, aunque se movian a través de los continentes.
No era común el fraternizar con los humanos, siempre se portaban distantes dando así ese aire de superioridad.
Dragos iba vestido de manera impecacble con un fino traje a medida, su cabello atado en una cola de caballo todo el conjunto dejaba ver su imponente figura y sus penetrantes ojos azules las cuales parecían sin vida, eso lo hacia muy atractivo, tanto que más de una profesora y una que otra estudiante intentaba llamar la atención de aquel hombre tan imponente, sin lograrlo.
Poco a poco el auditorio de la universidad se fue llenando de asistentes. 
Dragos empezó su discurso con agradecimientos al consejo universitario, mientras  renombraba los avances históricos más importantes a lo largo de los siglos los cuales aquel grupo de profesores y muchachos ignoraban, mientras que el había visto nacer cada edificio moderno, cada servicio público y casi a cada familia.
De pronto sus fosas nasales percibieron ese aroma a vino especiado y a dulce.
Le costaba concentrarse, por un momento se sintió mareado, nunca en sus siglos de vida había sentido eso, ni siquiera cuando en batallas había sido derribado por otros vampiros. Por lo consiguiente eso era desconcertante y lo que no conocía o lograba comprender le molestaba en extremo.
Trató de seguir con su discurso de manera normal, pero sus fosas nasales estaban intoxicadas de ese aroma, su mente le ordenaba seguir mientras sus colmillos parecían querer traicionarlo ahí en esa sala atestada de gente.
Con la mirada mientras hablaba de los avances académicos y científicos de este siglo, buscó al receptáculo de aquel olor, casi suelta un gruñido al ver que se trataba de ese estúpido y altanero muchacho que vestido con ropas tan simples se había presentado en aquel evento, mientras Dragos volvía a percibir con frustración y enfado su silencio mental, el cual detestaba cada vez más.
Un aplauso por parte de todos los presentes lo obligó a continuar sin que lograra componerse del todo.
-Es por eso que la fundación Lupei ha colaborado con becas para los estudiantes de mejores promedios, además de otorgarles trabajo lucrativo en los mejores centros laborales, sea en museos, bancos, o empresas según las ramas de las carreras que estudian además de que a quienes sus  proyectos resulten ganadores se les darán cartas de recomendación para ser contratados en dichos lugares. 
Los aplausos y gritos efusivos no se hicieron esperar. Muchos profesores y decanos sorprendidos agradecieron la muestra generosa de apoyo a la comunidad estudiantil.
Dragos haciendo un movimiento de manos pedía a los asistentes hacer silencio para poder terminar con las buenas noticias para los presentes.
-Además de contar con nuevo material de estudio para el campus, como nuevas computadoras y la construcción de tres laboratorios para el plantel. Dragos miraba los rostros felices de la audiencia, pero sus ojos buscaron al chico que sonreía feliz a otros compañeros con los que sí tenía una relación cordial. De pronto la sensación de querer asesinar a quienes estaban cerca del chico lo invadió. ¿Cómo se atrevía ese estúpido muchacho a sonreír de manera descuidada a otros?
Tenía que mostrarle su lugar, por las buenas o por las malas.
Ya en el despacho de los decanos Dragos aceptaba los halagos de los profesores.
-Ha sido usted muy generoso, decía un viejo maestro. -Esto motivará por mucho el interés del alumnado.
El rector del campus, un hombre delgado y sobrio de aspecto quijotesco fue quien habló, -señor Lupei, ha sido en verdad generoso de su parte y por ello el campus entero esta en deuda con usted. El hombre delgado de cabello blanco y alto mostraba a Dragos un conjunto de varias carpetas.
-Estos son nuestros alumnos más destacados.
Dragos hojeó las carpetas hasta que tomó la quinta carpeta viendo la foto del alumno al cual pertenecía ese currículum.
Ivantie Gallagher
Veinte años
Inglaterra
Estudiante de Historia universal.
Promedio: Noventa y nueve.
La sonrisa sádica de Dragos no pudo ser disimulada y sabiendo que su palabra era ley ordenó al rector señalando la carpeta que tenía en el escritorio, lo quiero a él trabajando en mi galería privada.
Los profesores pensaron ingenuos que era un acto de mera generosidad, ya que Ivantie contaba con el promedio perfecto.
Pero para Dragos era la oportunidad en donde demostraría a ese estúpido ser, quién era él y lo mucho que debería temerle.



Los estudiantes estaban emocionados por la tremenda oportunidad que ante ellos se abría.
Ivantie y sus compañeros platicaban de las opciones que les posicionaría en los mejores centros de trabajo. Los pocos amigos que Ivy tenía eran amables y considerados y desearon para el chico que él sea el ganador de la beca.
Los bocadillos empezaron a llegar, y es que cuando eres estudiante cualquier oportunidad de comida gratis es bienvenida, así que de inmediato las mesas fueron llenadas de comida la cual fue devorada por jóvenes estudiantes como si de pirañas hambrientas se tratara.
Sin embargo Ivy no comía carne, así que optó por unas frutas frescas de un vistoso cuenco.
-Nos volvemos a encontrar, la voz ronca y algo rasposa lo hizo reaccionar, levantó la mirada y ahí estaba él, el mismo hombre que era un perfecto prepotente pero que delante de los demás era tan generoso como un dios. -Buenas noche señor Lupei, veo que su auto no sufrió daño alguno, dijo Ivy mientras continuaba recorriendo la mesa.
Dragos apretó la mandíbula, estaba casi seguro que el sonido de esta se escucharía claramente.
-Que casualidad encontrármelo aquí, ya veo que no es un vago cualquiera.
Ivantie podía entender sus pensamientos, furia y odio, eso lo asustó ya que no conocía a aquel hombre y tampoco entendía el porque lo odiaba, -me disculpo necesito hacer una llamada. Ivy se alejó lo más rápido que pudo de Dragos, era lo único que se le ocurría para alejarse de ese tipo, mientras se retiraba sentía la mirada del hombre fija en él.
Dragos bufó, y es que una vez más el silencio mental y ese fuerte aroma lo carcomían, pero ya había dictado sentencia, ahora en sus manos estaba la vida de Ivantie Gallagher.

Cuando La Luna CantaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora