—¿Quién más sabe de esto? —Tan pronto deja escapar esta pregunta, se pasa una mano por el pelo y retrocede un par de pasos. —Mierda, dime quién más sabe de este lugar —exige.

Paso saliva y desvío la mirada al suelo, evitando que nuestros ojos se vuelvan a encontrar. Mi tono es apenas audible cuando contesto:

—Nadie...yo viene sola.

Escucho como su fuerte respiración se alza en un suspiro lleno de frustración.

—Te lo voy a pedir una vez más: deja de seguirme —sentencia, luego oigo sus pasos volviéndose a acercar a mí. Apenas me da tiempo de levantar el mentón cuando me vuelve a acorralar entre el mueble y su cuerpo. Con cuidado presiona sus manos a cada lado de mi cabeza. La electricidad me recorre la piel en el preciso instante en el que agrega: —No me gustas y te aseguro que jamás vas a llegar a gustarme.

No sé por qué, pero una punzada se entremete en mi pecho y de repente tengo ganas de llorar. Luego de permanecer en silencio entiendo que es por él, con el simple hecho de tenerlo cerca y que sea tan insensible, me conmueve.

Agarro valor para sostenerle la mirada. Una ola de rabia comienza a crecer en mi interior, amenazando con inundar cada rincón de mi ser.

¿Quién carajo se cree para tratar a las personas como objetos? Él no es más que yo y no voy a seguir permitiendo que quiera hacerme sentir inferior.

—Sabes que, Darek —comienzo sin darle tregua a nada, que no sea la furia que se apodera de mi cuerpo —, tú no me gustas y nunca me has gustado. El día que te confesé que me gustabas fue una estúpida equivocación, ya que estaba segura de que el se sentaría a mi lado iba a ser Adán y no tú —escupo cada palabra contra su perfecta y ceñuda cara.

Veo como él parpadea lentamente, dejando entrever que mi confesión no causa nada en él. Incluso una pizca de diversión danza en sus ojos. Darek es impenetrable, no creo que se haya permitido ser vulnerable ante nadie.

—Eso explica muchas cosas —habla al fin y de golpe se separa de mí.

Una vez más soy yo la que queda desconcertada por su comportamiento y sus palabras. Entonces, sigo con mi arremetida:

—No me gustas, Darek. El que me ha gustado todo este tiempo ha sido Adán.

A medida que hablo atisbo a ver como su expresión cambia. Sus cejas fruncidas denotan un tanto de sorpresa y al esbozar una sonrisa asiente con la cabeza.

—Eso explica muchas cosas —repite en un tono desafiante.

Sin querer seguir escuchándome me da la espalda y comienza a caminar hacia el piano que hace unos minutos se fundía con él. Este sería el momento perfecto para salir corriendo, no obstante, mis piernas se lanzan hacia él, pisándole los talones.

—¿¡Qué mierda!? Te estoy diciendo que no me gustas —digo y me voy exaltando cada vez más.

Me frustra su comportamiento y no poder comprenderlo. Esperaba que su reacción fuera de decepción o de alivio. Pero nada de eso sucede. Justo ahora me siento invisible, casi como si mis sentimientos y emociones no importaran en lo absoluto, lo peor es que no entiendo por qué me siento de esta forma.

Sin decir absolutamente nada, Darek se dirige hacia el suéter que se encuentra tendido en el piso, lo agarra y con un simple movimiento se lo pone. Una vez se cubre su pecho, la confianza en sí mismo crece, es como si estar cubierto le diera un poder extra.

—¿Te gusta Adán? —es lo que dice al segundo que sus ojos se topan con los míos.

Asiento, exasperada.

No acercarse a DarekWhere stories live. Discover now