Capítulo 3

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No pensó en aquel hombre misterioso durante semanas. Las cosas se complicaron en su vida, estaba en la etapa final de su carrera y ello implicaba varias experiencias de aprendizaje nuevas que estaba aprendiendo a dominar. Tenía problemas con su mamá, cuya relación siempre fue complicada. Y por supuesto siempre estaba el constante trabajo que realizaba sobre sí misma: ir a terapia, revisar comportamientos, controlar el estrés y la ansiedad, tratar de cambiar partes de su personalidad que no le gustaban. 

Pero el muchacho misterioso había pensando en ella. Así se lo dijo cuando se encontraron en un evento en la Fiesta del Libro. Como si el universo estuviera interviniendo en el asunto y conociera la ansiedad que le producía a ella hablar con personas que no conocía, los dos estaban solos ese día, y él se acercó. Se sentó a su lado. Ella no lo notó, estaba escuchando a su escritora favorita y siempre que la escuchaba se elevaba del suelo y entraba en un lugar que era casi espiritual. Realmente le gustaba mucho, y en su mente solo existían sus palabras y su risa. 

--Es de las pocas escritoras que habla tan bien cómo escribe, ¿no te parece?- Fue lo primero que le dijo. La miraba intensamente, esperando una respuesta. Sonreía. 

-- Sí, estoy de acuerdo. No solo rompe con todas las categorías del género literario sino que todo lo que escribe hace tan poco sentido pero a la vez tiene todo el sentido. Sus textos no son poesía pero no se entienden, se sienten.

Vanessa lo había reconocido, claro. Y se sentía intimidada, claro. Era un hombre tremendamente atractivo que tenía la confianza que llevar años en un trabajo corporativo le da a las personas. Además estaba allí, escuchando su autora favorita y se había sentado a su lado. Vanessa estaba luchando con la sensación de mariposas en su estómago y contra el impulso de idealizar a esta persona que tenía en frente suyo y que no había hecho nada más que ser amable con ella. Vanessa sentía que había aprendido muchas cosas de las relaciones interpersonales y de cómo lidiar con el mundo pero el proceso de conocer a alguien de una manera sana aún le costaba, pero la verdad le costaba todavía porque no se había animado a intentarlo después de la última mala experiencia que tuvo, hacía meses ya. 

-¿Te parece si después del conversatorio nos tomamos un café? 

- Claro. 

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Fueron a un lugar cerca y conversaron por un par de horas. Ahí fue cuando le dijo que había estado pensando en ella. Su sermón de la última vez le había llegado. Llevaba meses queriendo hacerle un cambio a su vida, entonces renunció y mandó el manuscrito de su mejor novela -tenía varias- a todas las editoriales que pudo pensar. Esperaba escuchar de alguna pronto y mientras tanto podía sobrevivir algunos meses con ahorros que tenía. 

A ella eso le había impresionado, no solo por la valentía que requirió para hacerlo sino también porque lo hizo a raíz de algo que ella le dijo. Nunca nadie la había escuchado cuando daba consejos de ese tipo. Pidió con gran esperanza al universo que le fuera muy bien.

--¿Y tú a qué te dedicas?- Le preguntó él, después de hablar por varios minutos sobre su actual situación.

--Estoy en el último año de derecho pero trabajo hace ya rato en una firma de abogados, medio tiempo. También estoy tratando de encontrar un lugar como autora, pero en esa tarea no tengo prisa. 

--¡Te ves muy joven para estar terminando una carrera!- Exclamó, sorprendido. Ella se rió. 

--Sí, me salté un semestre, pero realmente ya quisiera terminar y dedicarme a otras cosas que estudiar. 

--¿Qué cosas?

-- A escribir, a concentrarme más en mi trabajo. También quisiera un descanso de estudiar tanto y leer mucho más. 

--Suena como un excelente plan.

Ese día se conocieron bastante y Vanessa sintió una extraña calma sobre la cual reflexionó más tarde. Llegó a la conclusión de que no era que él la hiciera sentir en calma, es que ella estaba en calma. No sentía ansiedad cuando pensaba que tal vez aquel hombre no era su príncipe porque ni si quiera sabía si quería que lo fuera. Aún no lo conocía lo suficiente para saber si le gustaba y en que sentido le gustaba. Se dio cuenta que esa certeza era una gran diferencia entre la adolescente confundida y triste que había sido hasta el momento y la adulta en la que se estaba convirtiendo. El amor propio le había hecho entender, por fin, que ella era una persona cuya compañía era un privilegio. 

Después de ese café intercambiaron números de teléfono y hablaban con cierta regularidad, pero no todos los días, y ninguno de los dos había manifestado alguna necesidad de definir lo que estaban haciendo. Solo eran dos personas compartiendo partes pequeñas de su vida y conociéndose. 

Un día cualquiera Manuel llamó a Vanessa con la noticia de que una editorial mediana quería publicar su novela. Era una noticia fantástica. Salieron a celebrar. Ella se esmeró en su atuendo, quería impresionarlo. 

Esa noche se besaron. Hubo mariposas dentro de ella, pero trató de mantener la cabeza fría y vivir el momento y no hacerse ilusiones de más. Le había costado entender que dos personas no construían una relación de la noche a la mañana: requería tener un mínimo de compatibilidad y de ahí trabajar en llegar a acuerdos que funcionaran para ambos. Tener conversaciones difíciles, aprender a ponerse en el lugar del otro. Era un trabajo arduo que no todo el mundo estaba dispuesta a asumir, y eso también era totalmente valido. 

Las semanas pasaban y ella seguía tranquila. Era una buena señal. Normalmente cuando salía con personas y terminaba con el corazón roto las señales de alarma siempre las procesaba primero su inconsciente y le producía muchísima ansiedad. Pero Manuel era una persona honesta, divertida, buen conversador y consistente en sus comunicaciones. Le dijo que le gustaba, ella le dijo que le gustaba de vuelta, y ambos coincidieron en que se querían seguir conociendo. Aquello era la relación más sana -y larga- que había tenido en su corta vida, y aunque reconocía que él era un buen hombre que no le hacía falsas promesas ni le demostraba más de lo que sentía en el momento, ella sabía que no importaba si de ahí salía una historia de amor romántico digna de un libro, ella había trabajado tanto en sí misma y eso era lo que la había llevado a ese punto. 

Cómo escribirte una historia de amor propiaWhere stories live. Discover now