Me dio la bienvenida una orangután grande, con la cara maquillada con tonos morados y los labios extremadamente rojos. Recibió mis maletas, y me dejó pasar al mostrador, uno bastante alto, por cierto. Tuve que trepar por una estructura lateral, especial para animales pequeños y/o medianos. Rellenamos juntas un par de papeles y en unos 15 minutos estaba lista, ella tenía la mayoría preparados desde antes y yo solo tuve que firmar.

Era de noche, así que podía ver medianamente bien y sin molestias. Cada ciertos metros había un faro de luz cálida, resultó bastante agradable el paseo. Llegamos a un edificio grande de cemento, se veía que era más nuevo que la recepción. Ahí nos recibió una panda Roja, al parecer, encargada de la sección femenina de animales medianos y pequeños carnívoros. De camino a mi habitación me hablaba de los horarios de la cafetería, del toque de queda y el típico "para todo lo que me necesites, puedes contar conmigo", hasta que me echaron a las fauces del león, la habitación 503. Me dieron una pequeña presentación hasta que "me necesitan en otro lugar", me indicó mi cama, y se fue.

Hubo un silencio incómodo por lo que pareció una eternidad. Distintas zorras, de colores y tamaños, me miraban fijamente. Ninguna era tan pequeña como yo. Una de ellas, a quien se podría identificar como "la líder de la manada" se acercó a mí y me olió completamente. SÍ, completamente. Desde las piernas hasta llegar a mi hocico. "¿Conejo? ¿Es en serio?" se escucharon algunas carcajadas ahogadas en el fondo. Quizá en otra escuela hubiera sido distinto, quizá me hubieran echado a la basura, o, quién sabe, tirar mi colchón por la ventana. Pero no fue el caso. Siguieron en sus actividades normalmente ignorándome por los siguientes 30 días que actualmente llevo en la academia. Y solo dos chicas me han hablado desde entonces...

***

Oh, glorioso viernes por la tarde. Ese momento de la semana en el que sabes que te quedan aún dos días libres para hacer cualquier cosa. En algunas Academias la estadía permanente es obligatoria, aquí puedes tomarte el fin de semana para salir y ver a tu familia, o a tus tutores legales. Solo algunos toman la opción de salir, la escuela está tan lejos de todo, que entre pagando pasajes del tren, y el tiempo perdido arriba de él, no vale la pena. Al menos no para mí.

Pero de todas formas salgo para los fines de semana. Salgo a distraerme, a respirar el aire limpio de la zona, a comprarme una cajetilla de cigarros y a esperar que sea lunes de nuevo. No soy una persona realmente exigente con mi rutina. De vez en cuando, incluso, visito a un pequeño grupo de amigos. Igual de marginados, igual de perdidos que yo. Para llegar es una hora caminando desde la academia. No llegan buses, ni taxis, ni absolutamente nada. Tienes que pasar un par de árboles a la orilla de la carretera, bajar por el río hasta llegar al puente. Ahí verás a un pequeño grupito alrededor de una fogata. A veces ríen, a veces cantan canciones. A veces lloran por la vida que les tocó vivir. Se cuidan los unos a los otros, se limpian las heridas del pasado, se limpian el barro. Comen lo que pueden, buscan en la basura y los que trabajan, proveen como pueden. Un día me acogieron como una más, sin preguntarme quién era, sin mirar mis orejas, o mi cola, sin cuestionar por qué los prefería a ellos antes que a una familia totalmente disfuncional.

Me asomé levantando la rama de un árbol, los vi a lo lejos, hoy faltaban algunos de nosotros. Me acerqué meneando la cola, solo un poco. La primera que me vio fue Melody, una cierva de 24 años con la mentalidad de una niña de 10, "Llegó Sam!!" mientras corría a abrazarme. Tom levantó la mirada de las leñas que apilaba para no extinguir el fuego. Nos sentamos todos juntos, a pesar de la pobreza, teníamos un espacio grande, solo de nosotros. Melody jugaba con un viejo muñeco de venado, le faltaba un asta y no tenía ropa. Nos preguntaba que cuando le iban a crecer a ella también los "cuernos", Sam la miraba con cariño y decía "Quizá pronto, Mel." Los demás nos mirábamos entre nosotros entre risillas y ternura.

Ese día también estaba con nosotros una híbrida, igual que yo, cruce de conejo, con panda rojo. Ella es muy tímida, apenas si me hablaba y cuando lo hacía, jamás me miraba a los ojos. Encendí un cigarrillo, mientras miraba fijamente el cielo más estrellado que nunca. "Reglas, Sam." Tom, el ornitorrinco, me miraba mientras apuntaba a Melody. Me tragué la molestia, "Reglas, Tom" me paré de la piedra en la que me sentaba y me alejé entre el bosque, me recosté sobre un tronco que estaba caído, uno al que ya acostumbraba visitar bajo las mismas circunstancias. Esta vez fue distinto. La panda vino detrás de mi, silenciosa. Jamás hablé personalmente con ella, hablaba más con la rana rara del grupo que con ella. Se apoyó en silencio en un árbol contiguo al mío, acercó su mano hacia mi con el dedo índice y corazón, quería un cigarro. Sin hacer preguntas le pasé uno, luego saqué del bolsillo el encendedor y lo acerqué a su cara. Después de quemar por segunda vez, se ahogó en el humo. Me dió un poco de ternura, pero no le dije nada. Nos quedamos un rato en silencio, mientras ella se acostumbraba al humo bajando por sus pulmones para ser expulsado de nuevo.

¿Cómo lo llevas? - Rompió el silencio. Notó mi cara de desconcierto, de no entender a qué se refería - Esto, -añadió- la vida que decidiste tomar, la vida que te tocó, ¿como la llevas?

Oh... No sé, estoy sobreviviendo... ¿No es lo que hacíamos todos aquí? - La miré desde el suelo, detrás de ella la luna llena resplandecía, solo alcanzaba a ver su silueta negra y un par de ojos gigantescos, abiertos de par en par. Seguía con la mirada perdida, preocupada. Me preparé para tomar otra bocanada de aire, cuando a lo lejos, veo animales. No se están acercando, casi ni se están moviendo, solo están ahí. Pude ver que se hablaban entre ellos. - Yo... tengo que irme. Vuelve a la fogata, por favor. - Estaba tan intrigada sobre lo que estaba pasando, no quería que me volviese a seguir. Miré como se devolvía a la fogata, la miraba desafiante. Encaminé mis pasos a estas personas, sigilosa, intentando no ser vista.

Eran animales claramente mucho más grandes que yo, eran un tigre, un guepardo y un león. Mierda, todos carnívoros, todos extremadamente grandes. Manos que fácilmente podrían sostener mi cabeza y reventarla sin esfuerzo, cuerpos grandes y esbeltos, piernas fuertes y... En el suelo un cadáver. El puto cadáver de un ciervo, un ciervo como Melody, con una contusión en la cabeza, con las tripas saliendo del abdomen y desparramandose en la tierra. Volví a levantar la mirada a sus rostros perdidos y llenos de sangre, como si no hubiese un alma habitando sus cuerpos, con sus instintos más básicos apoderándose de ellos.

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⏰ Last updated: Sep 16, 2023 ⏰

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Garras y SangreWhere stories live. Discover now