Capitulo 1

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Hoy volví a despertar con una pesadilla tocándome la sien. Volví a sentir el sabor metálico de la sangre desparramandose por mis colmillos, el piso frío en mis rodillas. Lo primero que vi fue el techo mohoso de mi habitación, y lo primero que sentí, a una compañera tocando las almohadillas de mis pies.

¿Ya despertaste? – Volvía a picar mis pies con la goma trasera de un lápiz. – Si no te levantas voy a llegar tarde a la clase de aritmética, y ese mono profesor sí que da miedo ¿Cómo era que se llamaba? A veces cuando me quedo dormida en su clase, sueño que me aplasta con sus manos, es horrible

Me incorporé con el ceño fruncido por la luz, mientras mi compañera Lisa, una zorra roja, seguía hablando de cosas que con el tiempo olvidé. Éramos ya las únicas que quedaban en la habitación, vi la puerta cerrándose, con la última de nuestras compañeras yéndose. Miré a Lisa por algunos segundos, me devolvió una sonrisa cálida, y amable. Me picó la frente nuevamente con su lápiz "No me hagas subir por ti, levántate".

Recorrimos los pasillos con prisa, la academia se dividía en 4 grandes edificios principales. Las habitaciones de los herbívoros, la de los carnívoros (los cuales por dentro tienen separación también por género). Después está el edificio más grande, que son las salas de clase y el cuarto edificio es la cafetería que, por atrás, también son almacenes que guardan generalmente cosas para los clubes de deportes, y uno que otro club que necesite ocuparlos. Para nuestra desgracia, el edificio carnívoro es el que más lejos se encuentra de las salas de clases, y siempre hay que correr si vas atrasado. Nos perdimos el desayuno, hoy había leche con plátano, que desperdicio.

Nos escabullimos detrás de un elefante que iba pasando, al ser tan grande, el profesor lo regañó a él, mientras nosotras pasábamos desapercibidas y nos metíamos entre los pupitres hasta llegar a la zona media de la sala, donde estábamos pues claro, los animales medianos como nosotras. Bueno, digo mediana, pero en realidad debería sentarme un poco más adelante, con los conejos, o los mapaches, pero Lisa me deja sentarme en su mochila para que pueda ver bien.

Mueve las putas orejas, tú, lo que seas. – Oh, automáticamente supe que se referían a mí. Voltee lentamente para toparme de frente con un cocodrilo, quizá un caimán, esa mierda era enorme. Caí en cuenta que quedamos justo en el límite de los animales grandes y los medianos, así que a mis espaldas había todo tipo de animales grandes. Lo miré con el ceño fruncido, no lo suficiente como para meterme en un problema. Agarré mis orejas largas, y las até en un nudo detrás de mi nuca. Lisa me miró, aventó un papel arrugado entre mis ojos. Le sonreí. Solo un poco, lo suficiente.

Salimos de la clase sin más inconvenientes, con los estómagos vacíos y la vista perdida, agotadas. Nos acercamos a una máquina expendedora y nos sentamos en una banca al lado de la pileta. Llevo conociendo a Lisa solo desde que llegué a esta academia, tarde y obligada. Llevaban 2 meses de clase cuando llegué, y he estado por un mes aquí, un récord. Todo ha sido gracias a Lisa, pues mi recibimiento en la Academia no fue muy... cálido.

***

Mi primer día en la academia fue... extraño, por no decir otra cosa. La única prenda obligatoria en esta institución es la camisa, una camisa blanca con la insignia de un gato y un perro compartiendo mitad y mitad de sus rostros, es algo abstracto así que al inicio resulta complicado de entender, a mí me lo tuvieron que explicar antes de poder encontrarle la forma a esa atrocidad. PUES QUE AL TEMA, alumna nueva, con la camisa de la institución, una falda gris con cuadros y botines altos. Hocico largo de zorro, color rojizo por el cuerpo. Dos largas y blancas orejas de conejo. El broche de oro, una colita pequeña y esponjosa. El recibimiento en la recepción fue excepcional, no creo que sea necesario contar por qué ni cómo llegué hasta aquí, una institución con la fachada de una escuela antigua y elegante, techos altísimos de madera, dos aldabas grandes de leones en la parte alta de cada puerta, y unos más pequeños a mi altura, con la cara de un conejo completamente blanco. Sus orejas eran exactamente iguales a las mías, solo las orejas.

Garras y SangreΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα