Se subieron al elevador sin decir mucho. Lily estaba muy nerviosa, así que se limitó a mirar el panel luminoso y contar los pisos por los que pasaban.

Christopher la miró de reojo, sintiendo como la tensión se le metía entre las piernas. Era poderosa, excitante; empezaba a anticipar que esa era la caza más apasionante de la que había participado nunca.

Se montaron en un taxi y viajaron hasta la fiesta que Revues ofrecía esa noche. Era una subasta de caridad convocada por su revista de ciencias. La recaudación era entregada cada año a las investigaciones de una prestigiosa universidad.

Christopher jamás había asistido a ese evento. Las científicas no eran de su agrado. Demasiado aburridas para su gusto.

En cuanto llegaron juntos, como jefe y asistente, los reporteros no vacilaron en interrogarlo. Las preguntas fueron variadas, enfocadas todas en su extraña desaparición, pero con prontitud se perdieron en el interior de la subasta.

Christopher se quedó boquiabierto cuando se encontró con bellas y sensuales mujeres, elegantes y, mejor aún, inteligentes. Fieles servidoras de la ciencia y la caridad.

Intentó un par de veces entablar una charla amistosa con las científicas presentes, pero el pobre tenía tan mala reputación que, las mujeres se le arrancaban como cucarachas a la luz.

—¿Y cómo le fue? —le preguntó Lily cuando él regresó a ella derrotado.

Rossi suspiró y, de reojo, se encontró con el representante de la marca de cosmética natural y sostenible con la que habían firmado.

Joel, el representante que se había osado a invitar a salir a Lily.

Por supuesto que intuyó porque estaba ahí, pero disimuló.

—No soy su tipo... —susurró empinándose en los labios un vaso con licor—. Es como si supieran que solo las usaré una noche.

Lily le miró con pasmo. El miedo de las científicas de tener a Christopher Rossi cerca era el mismo miedo que ella sentía.

No querían sentirse usadas por un playboy millonario.

—No se rinda tan fácil. Usted es el maldito Christopher Rossi. El millonario más cotizado —lo alentó. Él la miró con grandes ojos—. Las mujeres caen rendidas a sus pies...

—No todas —respondió él mirándola con dulzura—. La que quiero no cae rendida a mis pies. —Le tocó la barbilla con la punta de los dedos, pero Lily rehuyó de su caricia.

Joel estaba allí y no quería confundirlo.

Ella lo había invitado, porque confiaba en que su plan resultaría exitoso y que podría irse con él casa, mientras Christopher se llevaba a la cama a una de esas bonitas científicas.

—Estoy segura de que la señorita de vestido rojo sí. —Lily ignoró las referencias coquetas de Rossi y con su sonrisa de un hoyuelo, apuntó a una bonita mujer que los miraba con atención.

—Tal vez lo intente —susurró Christopher y notó que Lily tenía el catálogo de la subasta de esa noche—. ¿Quieres pujar por algo?

Lily le miró descolocada.

—¿Yo? —se rio ella, toda nerviosa—. No, como cree. —Se mostró entristecida—. Bueno, es mi sueño, pero no tengo dinero para derrochar.

—No es derroche, es arte —respondió él y Lily lo miró con embelesamiento. Ese era el mismo pensamiento que ella tenía—. ¿Cuál te gusta? —le preguntó y cogió el catálogo para leerlo con ella.

Lily se esforzó por controlar su respiración cuando Christopher se acercó más de la cuenta y sus cuerpos se rozaron.

—Todos, pero mi afecto lo tiene "El beso"...

—Gustav Klimt, 1908 —dijo Rossi y la impresionó por entero.

Ella se rio y, por unos instantes, le coqueteó.

—No sabía que le gustaba el arte, señor Rossi.

Christopher la miró con embelesamiento. Ella estaba mirándole desde su baja altura, con esa sonrisa embriagante que tanto le gustaba.

Se osó a tocar su mejilla, donde ese único hoyuelo se dibujaba en su piel. Con suavidad le hundió el dedo en el exquisito agujero.

—Si supieras —susurró mirándole la boca.

Por supuesto que Lily entendió su referencia y rompió el embrujó cuando clavó sus ojos al frente y se distanció de él muy fríamente.

Christopher pudo sentirlo, así que siguió las instrucciones de Lily y continuó con su caza por la fiesta.

Lily lo vio partir. Christopher se acercó a los organizadores de la fiesta y charló con ellos unos minutos.

Lily pensó en todo momento que estaba trabajando.

Tras eso, Rossi se acercó a la mujer del vestido rojo.

Tuvieron química inmediata y, de la nada, Christopher se olvidó que Lily estaba allí, mirándole desde la barra. O eso creyó ella.

La joven asistente lo agradeció y suspiró aliviada cuando supo que su jefe había encontrado un nuevo capricho con el que pasar la noche.

Todo mejoró cuando Joel se acercó y compartieron un trago y una charla tranquila.

Desde la distancia, Christopher los miró en todo momento con aborrecimiento. El corazón se le disparó cuando la vio sonreír y no pudo negar que le dolió cuando la vio coquetear con él, buscando su aprobación.

Empezó a volverse loco cuando el descarado de Joel puso sus manos sobre Lily.

¡Su Lily! Nadie tocaba a su Lily.

—Buena charla —le dijo a la científica con el vestido rojo. Ni siquiera recordaba su nombre—. Buenas noches. Que descanses. —Se despidió y se puso de pie para ir a por Lily.

La mujer lo detuvo y con una sonrisa coqueta le dijo:

—Pensé que iríamos a tu pent-house a divertirnos, como prometiste...

Rossi la miró con el ceño arrugado e inspiró profundo. No podía negar que la mujer era hermosa y que su química había sido impresionante.

Tuvo que tomar una decisión en pocos segundos.

Volvió a fijar sus ojos en Lily y la vio tan feliz que, decidió lo que era mejor para los dos.

Se fue con la rubia del vestido rojo al pent-house, pero antes de partir le envió un mensaje a su asistente.

«Iré al pent-house e intentaré sacarte de mi cabeza, pero recuerda que no puedes ir a tu casa esta noche.

Eres mía por contrato».

***

Buenas,

hoy tenemos actualización doble, asi que, puede seguir leyendo a gusto.

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ay, lily, lily, perdiaaaa te veo mijaaaa

jajaja las bragas lavadas por hediondas a coño pasaran a la historia ajajajajajaj

amé el momento dulce de la subasta, cuando compartieron su amor por el arte.

Chris, te amo, te odio, no se que me haces, perro...

con amor

CYC

Suya por contratoWhere stories live. Discover now