- CAPÍTULO 26 -

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- ¿A Aria le llamas así también? – Este asintió como si fuera lo más obvio.

- Bueno, lo intentamos yo y los chicos. Pero nos dijo que como le volviésemos a llamar así dormiríamos en un establo todos junto. – Alcé una ceja sorprendida. – Así que la llamamos señora o Aria. – Se encogió de hombros aparcando el coche en el porche principal de la casa de mis amigos.

- Oh...bueno. Llámame Davina. – Este se giro cuando puso el freno de mano y me miro con una sonrisa.

- Vale Davina, aunque los chicos le van a llamar jefa. – Sorprendida mire a Ray quien me dio un beso rápido antes de salir del coche.

Baje yo también algo conmocionada por la novedad, tenia que hablar con Aria.

(...)


RAYNARD

Escuchaba a Davina discutir con Aria desde el salón de la casa de mi amigo, que estaba patas arriba con la mudanza de Walt y Sofie a la pequeña casita que se habían construido a unos metros. Era raro escucharlas discutir entre ellas, no las había visto así nunca. Davina le estaba diciendo que no podía salir de la finca, al menos durante unos días, para ver las malditas cunas y decoración para su futuro hijo.

Jakob estaba sentado en el sofá en frente del sillón en el que yo me había acomodado, mi amigo estaba cansado, tenía unas ojeras terribles y la cara descompuesta. La falta de seguridad, el constante peligro que estaba sometida su mujer, y, además, el de su hijo no lo estaba llevando demasiado bien.

Se escucharon unos pasos acercarse, Aria furiosa se plantó en frente con el ceño fruncido hacia su marido.

- ¡Vale! – Soplo cogiendo una chaqueta que estaba apoyada en el respaldo del sofá. – Estaré recluida aquí.

- No estas recluida, ¡vives en una maldita villa de miles de hectáreas! – Le grito Davina cruzándose de brazos desde el marco que conectaba la cocina con el salón.

Yo me mantenía en silencio completamente, era mejor no meterme porque ambas chicas estaban soltando humo por sus cabezas.

- ¡No es lo mismo! – Le grito de vuelta.

- ¡Es por tu seguridad, joder! – Podría ver como mi chica estaba empezando a perder la paciencia.

Jakob me miró y yo le miré a él, con una simple mirada y un movimiento de cabeza nos levantamos para ponernos más cerca de ellas. No se iban a pegar ni mucho menos, pero ambos sabíamos que ellas dos no debían estar enfadadas entre ellas demasiado tiempo, es algo que no llevarían para nada bien.

Sufrirían.

- ¿Por mi seguridad? – Rodo los ojos. – Tú te fuiste a Japón porque Raynard quería protegerte. – Abrí los ojos cuando soltó eso. – Me abandonaste.

Davina le miró con una seriedad impresionante, su cara era un total lienzo en blanco y me estaba costado mucho descifrar su reacción.

- Davi... - Aria se debió dar cuenta de lo que acababa de decir. – Yo no...

- Eso no es justo. – Su tono fue helador. – Literalmente pongo mi vida en contante peligro por protegerte. – Negó pestañeando varias veces, alejando las posibles lágrimas. - ¿¡Ves esto!? – Se señaló la cara magullada con los ojos cristalizado. - ¡Fue protegiéndote!

- ¡Yo no te lo he pedido! – Davina se río.

Miré a Jakob quien se había puesto tras su mujer, avancé y me puse a la par de Davina.

El Ángel del Diablo. | II DIABLO |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora