—Esta es ropa del novio de mi mejor amiga, que se mudó a mi departamento para cuidar la máquina del tiempo y no caiga en manos del gobierno—le expliqué—elige lo que te guste y tendrás que estar sin mucho maquillaje.

—No usaré maquillaje—acotó, interesado en la ropa de la maleta— ¿tú sabes cortar el cabello?

Parpadeé.

—Es decir, solo quiero rebajarlo un poco y adaptarme a esta época.

—Guapo, en esta época están más locos que nunca—bromeé.

—Me imagino, pero no puedo correr riesgos, necesito verme lo más "normal" posible.

—Bill—le acaricié la mejilla con ternura y él se estremeció bajo mi tacto—las personas "normales" son aburridas y grises, y tú eres divertido y un sol con colores brillantes.

—Gracias—agarró mi mano y besó la palma—con saber que eso piensas de mí, me basta y sobra.

Me di una ducha primero, aunque antes, tuve que lidiar con una protesta por parte de Bill de meterse al baño conmigo para "ahorrar" agua y no desperdiciarla, pero finalmente, logré persuadirlo y hacer que esperara su turno. Además, yo planeaba confrontarlo cuando estuviéramos más tranquilos sobre la nueva carta por parte del tal «H» y la razón por la cual, según Tom, decía que Bill tenía que evitar que tuviera un hijo de su gemelo.

Había demasiadas incógnitas por descifrar.

Porque como Tom lo había planteado, claramente esa persona desconocida estaba dándole instrucciones exactas a Bill para enamorarme, lo que llevaba a la conclusión de que yo no era nada más que un experimento para él y el creador de esas cartas espeluznantes.

En lo que él se duchaba, me maquillé un poco y utilicé la ropa más casual que encontré mientras llamaba a Nathalie y a Arlen por teléfono. Ninguno de los dos me contestó y comencé a preocuparme.

¿Acaso había llegado el FBI a llevarlos detenidos por tener la máquina del tiempo en mi departamento? Pero si ese hubiera sido el caso, el aparato no habría estado aquí y yo hubiese aparecido en alguna parte extraña, a menos del gobierno.

—¿Cómo me veo?

Volví el rostro hacia un costado y observé a Bill con la ropa menos llamativa de Arlen y entorné los ojos.

Me había acostumbrado tanto a ver a Bill Kaulitz con ropa muy estrafalaria, que contemplarlo con un suéter negro de algodón muy suave, de manga tres cuartos, pantalón café oscuro y los tenis negros que él había traído consigo. Su cuerpo delgado se miraba más estilizado y parecía haber crecido unos cinco centímetros más, pero era ilusión óptica. No tenía nada de maquillaje y su cabello estaba húmedo.

—Te ves muy...

—¿Ridículo? Porque este no es precisamente mi estilo.

—¡No! Te ves guapísimo—me ruboricé.

Él sonrió y me acarició el mentón.

—¿Podrías rebajar un poco mi cabello? —estiró unos mechones que estaban más largos que el resto.

Sentí que el corazón se me salía al momento de cortarle su precioso cabello, pero al final de cuentas, todo resultó mejor de lo que pensaba.

Las piernas me temblaban de miedo, pero en cuanto Bill tomó mi mano y la entrelazó con la suya, me transmitió mucha confianza. Si él estaba tranquilo, ¿por qué yo no?

La banda completa no había tenido miedo de estar conmigo frente a las personas, sin embargo, todo era diferente. Yo no era una celebridad, Bill sí.

Mi departamento estaba a escasos quince minutos de la playa y según el reloj de la sala, eran las cuatro de la tarde. Faltaba poco para que el sol se ocultara y pudiéramos disfrutar mejor el paseo.

ZOOM INTO MEWhere stories live. Discover now