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Él príncipe Sung Jin-Woo siempre fue conocido por ser un príncipe benevolente, calmado y sobre todo realmente agradable para con sus súbditos, siempre atento a las necesidades del pueblo y de los problemáticas que lo envuelven.

Quizás por ello fue tan sorprendente para su padre, que en una de las caminatas casuales, el príncipe finalmente pidiera algo para si mismo.

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La mañana era maravillosa, el rey acababa de bajar del carruaje de aspecto caro pero comportándose como si fuera un plebeyo como cualquier otro, tendió su mano izquierda hacia el el carruaje y esperó que esta fuera tomada por su hijo mayor, el pequeño Sung Jin-Woo de doce años, piel cremosa y pálida, cabellos despeinados y una complexión total de pequeño ángel en tierra, con esos ojos enormes y brillantes que engullen al mundo.

El pequeño bajó, con pequeños pasos intentando no ser torpe y dejarse en ridículo, cosa que jamás pasaría, porque era tan bueno con todos, que primero se sacarían los ojos antes de admitir que lo dejaron avergonzado por algo.

La caminata real comenzó al medio día, el rey paseaba por los puestos preguntando por las necesidades de los comerciantes, las últimas noticias y echaba un ojo a su pequeño, recordando algo, se giró a verlo.

-Mi pequeño, si algo te llama la atención, no dudes en llamarme y me refiero para ti, no tu pequeña hermana-

La vergüenza del pequeño príncipe fue suficiente para que los vendedores pusieran a la venta sus mejores trabajos, de entre ellos, había algunas joyas preciosas extraídas manualmente de minas del reino, el príncipe se acercó a aquello, mirando con emoción una piedra preciosa de tonalidades cual sol, con un centro brillante como la luna misma, rodeada de un pequeño circulo deforme en azul medio morado, con el resto en degrade naranja a amarillo sol brillante.

Le había encantado, los colores le había atraído demasiado, perfecto, le recordaba a algo... alguien quizás, pero... ¿Quién?

Su respuesta fue silenciada cuando de detrás de la vendedora delgada y adorable, un adolescente robusto y tirando a fuerte, salió tomado la mano de su madre, queriendo parecer fuerte aún con una imaginaria cola entre las patas, detrás, un par de niños más pequeños salieron y saludaron al joven príncipe.

Este les saludó igual mente, eran de los nuevos refugiados que habían llegado al pueblo en busca de protección de reinos crueles y malvados.

El joven príncipe regresó la vista al mayor de lo que asumía eran hermanos, captando esos ojos preciosos y algo dentro de su ser se calentó.

Ah... si, esa sensación de perderse en los ojos ajenos, sentirse seguro y calmo, algo que quería solamente para él.

sonrió enorme  y llamó a su padre.

-¡Papá! ¡Lo encontré!-

Todo rastro de compostura había dejado al pequeño príncipe como si jamás hubiera existido y ante el grito, todos se sorprendieron.

¿Exactamente qué había encontrado el joven príncipe?

Su padre, alarmado, corrió entre los puestos hasta llegar a su pequeño, tomó su mano y acarició esta, notando en sus ojos el hambre de un dragón, digna de la familia real cuando han encontrado algo que llama a su sangre, sonrió complacido y asintió sin preguntar nada, susurró un par de cosas en secreto al pequeño y se levantó mirando ese brillo purpura que solamente aparecía cuando su pequeño era finalmente egoísta.

tomó la piedra preciosa y pidió a la mujer que la envolviera en una tela para llevarla al castillo, pagó con creces el precio de la piedra y ahora miró al joven que le regresó la mirada de forma agradecida.

-Me gustaría hablar contigo jovencito-

Ante la mirada atónita del pueblo, todos dejaron solos a su señor, la familia y el pequeño príncipe.

La charla fue silenciosa y rápida, bajo un contrato, el joven se iría como escolta de su pequeño y podría regresar a ver a su familia cuando quisiera, aprendería a cómo ser un caballero y estaría bajo las ordenes de su nene.

Así entonces, esa tarde, Thomas André, regresó al castillo en el carruaje, tomando la mano del pequeño y adorable príncipe.

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Seis años después, el reino celebraba la boda del rey, Sung Jin-Woo contraía nupcias con su mejor guerrero y prometido desde los 14, ahora a sus 26, tomaba sus manos en el altar.

-Acepto-

El padre tomó los anillos, ambos hechos con el centro de aquella piedra preciosa de hace años, brillantes como la profundidad, a juego con el arete par que compartían ambos Jin-Woo en la oreja izquierda al igual que su pareja en la derecha,  describiendo cómo se complementaban como uno solo.

-Por el poder del reino que el rey anterior me ha dado, los declaro la nueva realeza del reino ¡Larga vida a los reyes!-

El pueblo se levantó en gritos y ambas familias finalmente se unificaron para toda la vida.

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NOTAS:

No se realmente qué fue lo que hice pero estoy bastante feliz, de aquí sale otra versión mas candente que quizás llegue a escribir.

¡Gracias!

CALENTAMIENTO CON JIN-WOO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora