—¿Qué pasó? —dijo al contestar, intentando parecer tranquila. No acalorada, ni aún agitada por el orgasmo que su cuerpo no acababa de procesar.

¿Qué te pasó a ti, mocosa del demonio? ¿No viste la señal?

—¿La señal...?

¡Si, Danielle, la señal! Ya mandamos el mensaje, y no respondes. ¿Qué se supone que estabas haciendo?

—Lo siento, fui al baño...

Ah, okay. Ahora coger con la vampira se llama ir al baño, ¿te crees que una es estúpida? —Desde la cama, Aliz contuvo la risa, pero estuvo segura de que Arabella igual la escuchó.

—Está bien, disculpa —aceptó a regañadientes. Estaba enrojeciendo, porque el hecho de que su prima supiera lo que hacía, no le quitaba el pudor—. Ahora mismo revisamos la señal, estaremos atentas.

—Más te vale.

Arabella colgó, y ella buscó el mensaje. Aliz también se había incorporado, y buscó en su celular lo que ambas tenían que saber. Intercambiaron una mirada, el final de la misión estaba cerca, y todo parecía justo en su lugar.

—No podrán estar allí por mucho tiempo —comentó ella, y Aliz asintió.

—Bueno, al parecer llevan días en su escondite. Yo diría que pueden salir en cualquier momento, o quizá nos hagan esperar más. Nos va a quedar decidir, y creo que será mejor cogerlas de sorpresa.

—O podemos obligarles a salir —sugirió Danielle, y la vampira la miró con interés.

—¿Ah si? ¿Y cómo lo harías?

—No lo sé... ¿Un incendio tal vez?

—Sería muy obvio, sabrían que vamos por ellas, las pondríamos en alerta.

—¿Qué se te ocurre entonces?

—Dímelo tú, angelito. Fue tu idea, y sé que se te puede ocurrir algo mejor.

Aliz se sentó al borde de la cama, mirándola fijo. No quería ponerse nerviosa, a esas alturas ya no debería. Pero le seguía acelerando el corazón ver su cuerpo desnudo, contemplar sus pechos tan bellos y grandes, o sus labios carnosos, o perdiéndose en su mirada. Las ganas de lanzarse sobre ella seguían presentes, pero tenía que concentrarse .

—¿Y bien? —insistió Aliz. Por supuesto que la desgraciaba tenía muy claro el efecto que le producía su presencia. Abrió las piernas un poco, y a esa corta distancia Danielle podía ver ese rincón que ya había aprendido a estimular. Aliz se lamió los labios, no rompía el contacto visual. La cazadora pensó que iba a estallar.

—Pues... —murmuró, apartando la mirada para evadir la tentación. Bien, un incendio era obvio. ¿Cómo hacerlas salir? Tal vez tenían que despertar su curiosidad. Algo que vieran, claro, eso las atraería. ¿Y qué podía ser lo suficiente fuerte para lograr que salieran, olvidando su propia seguridad? —. Creo que ya lo sé.

—Dime.

—Podemos usar a la bruja. Que haga algo útil aparte de renegar el tener que hacerle compañía a los homosexuales. —Aliz estalló en carcajadas, ella solo sonrió.

—¿Y qué sugieres que haga la bruja?

—¿Tal vez crear una ilusión?

—¿Y crees que ella no podrá distinguir la magia?

—No si es algo que realmente quieren ver, algo que las emocione.

—¿Y eso es...?

—A Cassian Edevane. —Aliz sonrió con malicia y, sin darse cuenta, Danielle la imitó.

Frontera de cazaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora