Prólogo

29 3 1
                                    


La pequeña canoa se mecía intranquila sobre el extenso río, mientras, mi corazón palpitaba desenfrenado tratando de escapar de mi pecho. Aunque lo intentara, mi respiración agitada no cedía, formando una y otra vez figuras borrosas en el gélido frío. Levanté la vista muy despacio, a sabiendas de que todavía faltaba un largo camino por recorrer, sin embargo, necesitaba comprobarlo con mis propios ojos, aterrorizarme una vez más con el escalofriante destino que podía esperarme de no llegar a tiempo. Llevaba la ropa mojada y pegada al cuerpo, lo que hacía castañear mis dientes de manera compulsiva, casi frenética. Era como si todo en mí me estuviera advirtiendo del enorme peligro que se avecinaba, como si mi ser entero hubiera deseado rendirse en ese rincón húmedo y solitario, para no enfrentar el horror postrero al que estaba sentenciada.

La noche se tornó en un manto oscuro que me ocultaba, pero que a su vez arrullaba a todos esos monstruos que bebían de ella, que se alzaban entre las sombras como rapaces devoradores de almas. Los gritos iban y venían a lo lejos, se encendían como un enorme estruendo y luego se apagaban en medio de una súplica. Algunos, con los que el destino fuera afable, morirían en ese mismo instante. Otros serían llevados prisioneros para actos deplorables y sacrificios perversos que durarían días enteros.

Podía oler el miedo, podía sentir el terror entrando por mis venas como un veneno silencioso que iba consumiendo todo a su paso, entumeciendo mis manos, mis piernas y mi cerebro.

Por favor, no me dejes morir, por favor...

Alcé mis plegarías dentro de mi alma, fue una súplica desesperada, un ruego que me hubiera gustado decir a grandes voces para que llegara hasta el cielo, no obstante, ni siquiera los labios fui capaz de mover.

De repente me invadieron unas ganas inmensas de vomitar, sentí una enorme piedra de acero crecer dentro de mi estómago empujándolo todo hacia afuera. Como un amargo sinsabor vino a mi mente el rostro de mis padres antes de esconderme en la canoa. La voz entrecortada de mi madre, la negación en la cabeza de mi padre cuando quise correr hacia ellos. Sabía el final que les esperaba si no intervenía y sin embargo escapé, corrí tan rápido como pude, tan fuerte que sentía cómo los músculos de mis piernas se desgarraban ante el esfuerzo.

Los dejé morir....

Por cobardía, por miedo, por incapacidad.

Pagué un precio muy alto por sobrevivir, pero... ¿Acaso valía la pena seguir respirando en un mundo roto?

El impacto del agua sobre la frágil madera me hizo reaccionar.

Por favor, no me dejes morir, por favor...





<< Novela dedicada a mi amada amiga Sheremy, quien siempre me impulsó a cumplir mis sueños y nunca rendirme. Te amo con toda mi alma>> 

EL OTRO LADOWhere stories live. Discover now