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Jamás creí poder decirlo:
eres preciosa,
sin chalecos,
ni mochilas,
sin pistolas,
desprotegida.

Siendo tú,
entera,
sin muros,
ni adornos,
abierta.

Qué desdicha verte tan poco.
A veces pasas por aquí
y te acuerdas de mí,
de lo mutilada que estoy,
de la realidad.

Te vuelves tan pura
que casi no puedo tocarte.
Te han arrastrado a kilómetros de mí,
y te he ido olvidando.

Ojalá pudiera exhibirte,
dejarte correr libre,
chocarnos en el pasillo a las seis de la mañana,
y volver a ser una.

Fragmentos gastadosWhere stories live. Discover now